Capitulo 2: El lobo gris.

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Un nuevo comienzo era lo que significaba el estar ahí con mi familia con a penas quince años y con dos chicas con el uniforme de la manada Fuego que me ayudarían a verme lo suficiente bien para mi presentación. 

—Buenas noches señorita, somos Amaya y Helena—me sonrieron— nosotras le serviremos el día de hoy.

Una era de piel morena y cabello negro acompañados de unos impresionantes ojos turquesas, a su lado había una chica bajita y pelirroja, el tono de su piel era claro y a distancia se podían apreciar sus ojos color negro.

—Buenas noches— miré hacia el interior del cuarto y vi un elegante vestido en la cama. — ¿Y el vestido es...?

—Es de usted, con este vestido se presentará como miembro oficial de la manada Fuego—era un bonito vestido azul, un vestido liso y sin ningún tipo de estampado o decoración extra. Tan solo contaba con algo de pedrería en la zona del pecho, tampoco contaba con mangas. Lo toqué, era suave, muy delicado y hermoso.

—Era de la Luna — no despegué la vista del vestido, mientras pasaba mis dedos sobre la tela.

Mi madre...

—Iré a tomar un baño rápido y me lo probaré — no esperé respuesta y me fui directa al baño.

Poco tiempo después, me encontraba ya sentada en frente del peinador, atrás de mí estaban Amaya y Helena acomodando algunos detalles de mi peinado.

Estaba preparada y nerviosa, era mi presentación, y lo único que ocupaba mi mente era que no les iba agradar a las manadas.

Unos golpes en la puerta interrumpen el trabajo de las chicas.

—Pase.

Por el espejo aprecié la imponente figura de Iker, que sonreía abiertamente a Helena y Amaya. A ambas se le colorearon sus mejillas, causándome ternura. Pero si no lo conociera de toda la vida estaría igual, puesto que Iker era realmente apuesto. Con sus preciosos ojos marrones y el cabello del mismo color.

—Veo que ya estás lista.

Simplemente asiento.

—Estás hermosa Aidan— me sonríe — vamos, que la gente ya ha llegado— me ofrece el brazo y lo tomé dudosa.

—Muchas gracias chicas, por todo. —Ellas simplemente hacen una inclinación.

Salimos del cuarto caminando por el largo pasillo hasta llegar al inicio de las escaleras, eran como todo, hermosas, pero justo en esos momentos me parecían tan desagradables.

—Ni se te ocurra soltarme, Iker—lo miré asustada a lo que él solo me respondió con una leve sonrisa.

No acostumbraba a portar tan elegantes trajes, caminaba cuidando no caer y no arruinar el vestido que era de mi madre.

Poco a poco se va viendo la gran cantidad de gente que había en el salón mirándome, algunos aburridos, otros impresionados y otros más criticándome. No pude si quiera verlos a los ojos, así que veo cualquier cosa menos a ellos.

—Al menos sonríe un poco, parece que en cualquier momento vas a vomitar — y eso no estaba lejos de la realidad, traté de sonreír.

Nos abrimos paso entre toda la multitud, hasta llegar a donde mi padre. Caterina, su esposa, se encontraba junto a él con un hermoso vestido color rojo, símbolo de la manada Fuego. La Luna fue una de las personas que me trataba con mucho cuidado y atención.

Me trataba como una hija.

—Démosle la bienvenida a nuestra nueva integrante de la manada Fuego— la mirada que me da mi padre es nostálgica y veo cierta tristeza, pero con un dejo de felicidad.

Mi Luna AzulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora