Capítulo 41: La sorpresa.

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Capítulo 41:

Para cada uno de nosotros llegará un día que cambiará todo, destruirá ilusiones o serán el puente reconstructor, será el aliento que necesites cuando te estés hundiendo o será el último, tus ojos se abren o se cierran, tu corazón late o se desmorona. Cuando llegue ese momento espero que te encuentres con alguien a tu lado.

Es lo que deseo.

Me encontraba sentada en el alfeizar de la ventana de mi cuarto, un suéter café ligero cubría mis delgados brazos y una taza de chocolate humeante abrazaba mis manos.

Miré hacia abajo, las personas preparaban elegantes lazos y hermosas mesas decoradas, los bocadillos se veían deliciosos a la distancia, sonreí.

Sara iba de aquí para allá ordenando todo allí abajo. Aurora, su hija, corría con unas rosas azules en su mano mientras que Mason, el chico de ojos negros quien traía un gran ramo de rosas azules, la perseguía riendo.

También podía ver a tres de las Lunas sacudiendo el lugar esperando estar todo ordenado.

Habían ocurrido demasiadas cosas estos últimos dos años, conocí a nuevas personas e hice nuevos amigos, pero sobre todo conocía a mi compañero de vida.

Jev.

Indudablemente desde que cumplí dieciséis años habían pasado cosas buenas, aunque también unas no tan agradables, vi la muerte desde otra perspectiva, vi a personas cercanas morir como Elif, al último Anciano, también a varias personas que no eran tan cercanas a mí pero que dejaron una pequeña huella en mis pensamientos tras su muerte, como a la pequeña niña de la manada Fuego, al chico que sostuve y a la chica pelirroja, Nara, que su mismo compañero no reconoció.

Delicados golpes en la puerta me hacen reaccionar.

—Adelante.

Dejé el chocolate en la mesa y me preparé para recibir a dos chicas, Amaya y Helena, quienes me prepararían para ese especial 10 de diciembre.

—Señorita— se inclinan y me dedican una sonrisa —felicidades.

Sonreí.

—Gracias.

Las ayudé a acomodarse colocando el maquillaje, vestidos, accesorios en el peinador.

— ¿Y el Alfa Jev ya la ha felicitado? — miré a la chica de ojos turquesas por el espejo mientras ella rizaba mi cabello.

—No lo ha hecho aún— sonreí débilmente y vi como sus manos se detuvieron y me miró confundida, después recibió un golpe por parte de Helena.

—Mis disculpas, no quise indagar más allá de lo que me está permitido, disculpe.

—No, no, está bien, no pasa nada— Amaya suspiró y a partir de ahí ninguna volvió a hablar.

Porque si, estaba un poco confundida y dolida porque Jev no me había llamado aun para felicitarme, aunque entendía que él estaba estudiando en una universidad de prestigio, y en ocasiones no tenía tiempo para vernos.

Después de su graduación los cuatro chicos se marcharon a la Universidad de la manada Priest, donde se forjaban los nuevos líderes de las manadas.

La manada Priest y las grandes manadas tenían fuertes lazos de unión y los chicos entraron casi al instante, yo lo haría después de graduarme de la preparatoria lo cual no me faltaba mucho.

Pero hoy cumplíamos dos años como compañeros y al menos esperaba que tuviera tiempo para estar conmigo.

—Está lista— me miré un poco en el espejo y les agradecí por su trabajo.

Mi Luna AzulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora