El Renacer de Illazki.
"El pelaje negro resurgirá entre las cenizas ciñéndose en el delicado cuerpo de una mujer, sus ojos rojos por la furia, grises por el dolor, azules por la felicidad y cafés por la tranquilidad.
Los cuatro elementos a su m...
— ¿Qué dijiste? — esa voz no era de papá, si no de Iker, y no estaba solo, se encontraban a su lado un grupo de personas conocidas, mirándome curiosos.
—De tantas opciones, verdaderamente buenas ¿elegiste a Ethan? — Scott estaba horrorizado.
—Y vaya que tenías opciones — dijo esta vez Jev.
—Un solitario, un solitario— Ashaia, como el dramático que era, daba vueltas con las manos levantadas exigiendo una explicación al cielo, o al techo— ¡mátenme! ¡llévame ahora Madre Luna! — la Luna Viento, su madre, le dio un coscorrón provocando una mueca por parte de él.
—El Alfa Erick dijo que yo elegiría mi amicum, pensé en ustedes, lo juro, pero sería muy complicado para mi elegir a uno— miré a los chicos esperando comprensión.
—Que el azar lo decida—a paso veloz se había acercado Iker.
—No —respondí rotundamente —he decidido que Ethan sea mi mano derecha en mi transformación.
—Mi niña —habló con calma la Luna Corina, manada Agua. —Debes de estar completamente segura de esto, no habrá vuelta atrás.
—Y lo sé, estoy segura.
El Alfa Agua miró a los demás líderes.
Al menos ellos esperaban que el secreto de quien era, fuera expuesto a uno de los futuros Alfas, pero en mi mente sólo había una persona quien me cuidaría y me protegería con su vida si fuera necesario, y esa persona se llamaba Ethan Dawson.
—Bien...—tartamudeo el Alfa Henry— está bien, ya ha decidido.
— ¿Qué? — respondieron al unísono los chicos.
—Ninguna palabra más, esto lo ha decidido ella, así que hay que respetar sus decisiones— me brindo una sonrisa el Alfa Eliot, manada Viento.
—Gracias.
—Ve a prepararte Aidan— me sonrió con dulzura la Luna Caterina, manada Fuego.
Me encaminé hacia la puerta, di un vistazo hacia atrás, los cuatro futuros Alfas me miraban con tiernos pucheros, sonreí y salí de la oficina, me quedé unos momentos a escuchar.
—Traigan a el chico, hay que darle algunas advertencias— era la voz de mi padre.
Negué con la cabeza y me fui al cuarto, a esperar unas cuantas horas más.
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La noche caía en las tierras de la manada Fuego, el sol descansaba tras las montañas del lugar.
Las estrellas iluminaban aún más el cielo, el clima era frio, el viento arrojaba varias brisas produciéndome escalofríos.
Me encontraba cerca de la ventana, misma donde recuerdos de Trent y los niños corriendo, el lobo que nos atacó, todo eso vinieron a mi mente.
La chica tirada como una muñeca de trapo cerca de las escaleras, el tembloroso chico al que le sostenía su mano, y, sobre todo, aquel chico de ojos negros, Mason.
