Prólogo

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—Illazki es la personificación de la Luna, es hermoso ¿no? — La niña sostenía la envejecida mano de su nana, quien poco a poco la luz de sus ojos comenzaba a apagarse.

—E-es un nombre bonito— musitó, ella sabía que serían las últimas palabras antes de que el lobo interior se extinguiera en su preciada nana.

Ella no sostuvo la mano de su hija ni le dedicó palabras como a la pequeña, tan importante era ella para su propia madre, las palabras de él le dieron una seguridad implacable. 

—Eres una maldita asesina, ¿Qué no lo entiendes niña tonta? — la mujer tiraba del brazo de una pequeña niña de nueve años que en el fondo suplicaba que su castigo no fuese tan malo. —Mataste a tu madre, por eso te desterraron de la casa de la manada, y a mí me condenaron a cuidarte asesina, y ahora haces todo por fastidiarme— la presión en el brazo cada vez era más fuerte— ¿A dónde querías ir? ¿Acaso querías escapar?

— No, yo... yo solo quería jugar. — entre llanto decía la pequeña.

—Te querías escapar pequeña tonta— el primer golpe fue dado a la niña. —Un día vendrán por ti, para castigarte— por segunda vez la golpeó sin remordimiento, haciendo que los sonidos hicieran eco por la habitación.

—Por favor, ya no haré nada, por favor, no me pegue más, se lo suplico—se arrodilló ante la mujer que segundos atrás la había golpeado.

La mujer de largo cabello rubio sonrió con malicia, mientras la niña estaba de rodillas con sus ojos cerrados esperando los demás golpes.

—Está bien pequeña, ya no te daré el castigo que te mereces, sabes que soy buena persona, así que dejare pasar lo que hiciste— la joven decía con amabilidad falsa, la chica se inclinó hasta llegar a la altura de la niña y sus palabras filosas desgarraban por dentro a la niña.

—Pero quiero que te grabes algo en tu cabecita— con el dedo índice le golpeaba la sien a la pequeña niña asustada— eres lo peor que la Luna haya traído a la vida, eres una a-se-si-na, te lo grabaste o, ¿eres lo suficiente tonta para no entenderlo? 

—Lo...lo entiendo se-señorita— la niña asentía repetitivas veces

— Repítelo.

—Soy una a-asesina—la niña no tenía el conocimiento de por qué el odio hacia ella simplemente tenía que doblegarse. 

Por el llanto, no se comprendían bien sus palabras, eso hizo enojar a la nana, que con desesperación tomo del cabello a la niña que intentaba no sollozar delante de ella.

—Habla bien chiquilla idiota.

—Soy una asesina—habló claro por primera vez reprimiendo sollozos, reprimiendo dolor.

Así fue como la joven cumplió su palabra, no dañándola físicamente, pero sus maltratos fueron algo más fuerte que los golpes.

Las palabras.

El miedo fue sembrado, las palabras susurradas como armas, su mente, su cuerpo capacitándose para el encuentro, almas conociendo y separándose, los golpes reforzándose, los elementos suprimiéndose, la corona en la cabeza, la sangre en sus manos, la daga en el corazón. 


Mi Luna AzulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora