Capítulo 44: Parte uno.
Todo se desborda, todo cae, todo se rompe.
Mi respiración se acelera.
Cuidado.
Mi corazón palpita.
Siente.
Mis ojos cambian a marrón.
Tranquilidad.
Mis ojos cambian a gris.
Dolor.
Mis ojos cambian a azul.
Alegría.
Mis ojos cambian a rojo.
Ira.
—Siente con cuidado— su voz es lejana —escucha mis pasos— el crujido de las hojas al pasar sobre ellas agita mi corazón.
No reconozco su olor, no sé dónde está, solo siento mi cuerpo tensarse al recibir un golpe en la espalda.
Jadeo por aire mientras veo alrededor, no está él.
—Concéntrate.
— ¿Concentrarme? Me golpeas en cada oportuni...— un golpe en el estómago vuelve a sacarme el aire.
Mis rodillas caen mientras sostengo mi vientre.
—Pareces un pececito fuera del agua— Ethan ríe y me imita, me limito a verlo.
Mis ojos rojos no han cambiado y mientras el ríe y parece impecable yo estoy sudada, llena de tierra y enojada.
Tomo la oportunidad y me abalanzo hacia el chico rubio, ambos caemos e intento golpearlo en la cara, pero mis puños solo chocan con sus antebrazos, y Ethan no puede ser más descarado, incluso pareciera que mis golpes le hacen cosquillas.
Sus manos toman mis brazos y rodamos unos metros a la izquierda, ahora mi espalda está contra la tierra.
—Aidan, Aidan— niega — necesitas de tus emociones, pero claramente debes controlarlas, eres demasiado impulsiva, necesitas calmarte, pensar dónde, cuándo y cómo atacar.
—Discúlpeme sabelotodo.
—No soy un sabelotodo, simplemente sé más que tú.
Resoplé.
Ethan me ayudó a levantarme y me tendió una botella.
—No sabía dónde estabas, ni siquiera tenías tu olor...—lo miré llevándose la botella a sus labios —Ethan, ¿cómo ocultas tu olor? Creí que solo Mason y los solitarios lo hacían— después de unos segundos recordé nuestro primer encuentro — ¿tú estabas con los solitarios?
La botella en sus manos lentamente fue abandonando a sus labios y me miró.
—Sí.
— ¿Cómo te involucraste con ellos? ¿Estuviste tanto tiempo? ¿O cuánto tiempo...?
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Mi Luna Azul
WerewolfEl Renacer de Illazki. "El pelaje negro resurgirá entre las cenizas ciñéndose en el delicado cuerpo de una mujer, sus ojos rojos por la furia, grises por el dolor, azules por la felicidad y cafés por la tranquilidad. Los cuatro elementos a su m...