Capitulo 28: Mi Luna Azul.

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Capítulo 28:

Por aquellos que sostuvieron mi mano y no se alejaron

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Por aquellos que sostuvieron mi mano y no se alejaron.

Me remuevo abriendo con suavidad mis ojos, en lo primero que reparo es en los intensos rayos de sol que se filtran en las cortinas ondeantes azules.

Pasé saliva y humedecí mis labios resecos, todo viene a mí como una avalancha de recuerdos, me mareo, intento sostener mi cabeza, pero aferrado a mi mano encuentro a Jev, totalmente dormido, apoyado en mi cama.

Con mi mano libre acaricié su cabello marrón, Jev se movió un poco, pero no se despertó. Me siento y lo veo con detalle.

—Jev— lo llamé con suavidad, el chico balbuceó y giró la cara sin dejar de sostener mi mano —Jev, despierta.

En la posición en la que estaba no parecía ser suficientemente cómoda.

—Despierta Jev— silencio, el ventilador de techo acariciaba mi cara con suavidad, no estaba en el hospital, mi recuperación pareció ser rápida ya que no me dolía nada a excepción de la cabeza —Jev...

Me hice hacia atrás al ver el respingo por parte del chico.

Me miró con una alegría y alivio.

—Aidan— le sonreí ligeramente, él se acercó y tomando mis dos mejillas besándome con desesperación, después descansó su frente en la mía, la respiración agitada de ambos mezclándose entre sí —creí— suspiró —creí que te había perdido— acarició con sus pulgares mis pómulos, con delicadeza y tranquilidad.

—Estoy bien— fue lo único que logré decir.

—Iban por ti— se separó para verme directo a los ojos, sin dejar de sostener mi rostro —ellos iban por ti Aidan, si no fuera por los chicos, te abrían mata...

—Shh— susurré sobreponiendo mis manos sobre las suyas, cerrando los ojos al sentir la calidez que desprendían sus manos —estoy bien— besó mi frente y abrí los ojos.

—Los chicos— por una fracción de segundo los había olvidado — ¿Cómo están ellos?

—Tranquila— quitó sus manos de mi rostro y las dejó en mi regazo. — Ellos están bien, se fueron a la escuela, llegarán en cualquier momento.

Miré a la puerta, sentía la presencia de los Alfas, hasta que llegan a mis oídos el constante golpeteo a la puerta.

—Pasen— los Alfas Fuego llegan, la Luna Caterina me sonríe y corre a abrazarme.

— ¿Cómo te sientes? — susurró peinando mi cabello suelto.

—Estoy bien— la Luna acarició mi hombro y se sentó a mi lado, después volteó a ver al Alfa, mi padre no parecía feliz.

—Jev— le llamó —déjanos unos momentos a solas.

Jev me dio una mirada y después asintió.

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