La Cosecha

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La pelirroja despertó de golpe, con el corazón agitado en su pecho mientras trataba de calmar su respiración en silencio. Había tenido un mal sueño.

Era ridículo, pensó, pues ni siquiera recordaba lo que había soñado y todavía tenía la sensación de mal cuerpo encima.

Así pensó hasta que vio en el calendario el día que era: 4 de julio. Era el día de la Cosecha.

Suspiró. Ese día siempre la ponía de los nervios incluso desde antes de cumplir doce. En parte por su hermano, un año mayor, ya que su posible selección era el principal escenario de sus peores pesadillas. Por otro lado, en general ver a los padres desmoronarse del dolor por ver a sus hijos ser segados, a hijos consolando a sus hermanos más pequeños, a gente queriendo ofrecerse a tomar su lugar en el patíbulo en busca de una mejor vida en caso de sobrevivir a los juegos, era, por sí mismo, simplemente un contexto siniestro sin necesidad de involucrarse personalmente.

Más allá de eso, era un día "festivo" como cualquier otro por parte del gobierno: no había clases para los menores, y los trabajadores recibían el día libre con paga, una miserable, pero necesaria paga.

Ella podía decir que poco debía preocuparse por ser seleccionada, al menos. Su familia jamás había pedido tesela alguna, pues nunca lo había necesitado: sus ventajas tenía que su padre fuese político y que su cargo les daba de sobra para comer. Si bien eso no evitaba que sus hijos tuvieran su nombre dentro de la infame urna, sí que era mucho menos probable que los mencionaran como tributos. E incluso en ese caso, muchos se ofrecerían a tomar sus lugares a cambio de favores del Señor Cresta para con sus familias, sin contar a los que lo harían tan solo por querer ir a probarse en la arena. Había de todo en el 4.

No, no temía ser seleccionada. La suerte si estaba de su parte en esa cuestión. Siempre lo había estado.

- ¡Feliz última cosecha, Marlowe! Pide un deseo- bromeó Annie mientras le tendía un pastelillo. Su madre había ido a comprarlos para celebrar lo mismo, después de todo, a ella le quitaban un peso de encima con un hijo menos en la urna. Todo el pan era salado en esas tierras, pero al menos no sabía mal.

-Deseo que mejores tu sentido del humor, enana.

- ¡Lástima! Lo dijiste en voz alta, me seguirás aguantando.

-No hay que cantar victoria aún, Annie. No hasta que pase La Cosecha- bromeó con su humor ácido, haciéndola sacar la lengua de manera infantil.

- ¡Tú relájate, Marlo! Ya les dije que nada malo ocurrirá. Que sus nombres estén allí es mera formalidad. ¡Incluso el hijo del alcalde tiene su nombre allí! No por eso irá seleccionado sin querer. Que por cierto, ¿cómo es eso de que lo dejaste plantado, Annie? – preguntó el señor Cresta a la menor. Ella se encogió de hombros.

-No lo dejé plantado, papá. Él me invitó a salir y yo le dije que no: que él haya ido de todos modos no es mi culpa. Estaba ocupada- mintió. Su hermano la miró confundido.

- ¿Desde cuándo Clyde quiere salir contigo? - Clyde Aishelle era el hijo menor del seis veces reelecto alcalde del 4, y por lo que decían, el único de sus hijos en querer seguir sus pasos. Aparte de eso, era compañero de escuela y amigo de Marlowe desde pequeños. Y como dato adicional, era de los seres más insufribles para Annie Cresta, su actual capricho.

-No deberías no darle una oportunidad. Es un joven apuesto de buena familia y con un futuro prometedor, Annie. Sería estúpido rechazarlo sin más- aconsejó su madre, yendo al grano de lo que había querido decir su padre desde el comienzo. Este asintió, secundándola.

-Tengo diecisiete años, mamá. No quiero pensar en eso aún. ¿Marlo? ¿Ayuda? Por favor.

-Annie tiene razón. Además, Clyde tiene muchas cosas buenas, pero está lejos de ser alguien bueno para nuestra sensible Annie. Al menos ahora. Y si ella no quiere, es razón suficiente para no considerarlo. Punto.

Contracorriente | La Historia de Annie Cresta y Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora