Contracorriente | La Historia de Annie Cresta y Finnick Odair

Eco

-Tengo una idea loca: ¿por qué no le preguntas qué le pasa? -sugirió Aria con obviedad cuando terminó la emotiva divagación de Finnick sobre "Annie actuando raro"-. Sé que probablemente sea más complicado que eso, pero es un buen comienzo- agregó suavizando su tono, compadeciéndose de su amigo. Sí, en definitiva, Finnick era un novato en las relaciones amorosas, por más que fuera poco creíble... eso, o solo era su naturaleza mediadora jugándole a mal, evitando confrontarla por temor a provocar un conflicto más grande. Conociéndolo, perfectamente podrían ser ambos escenarios.

-No es que no planee hablar con ella, pero detesto no saber las cosas de antemano. Es desventajoso-no es que no le confiara la ventaja a Annie, sino que odiaba que le quitaran una de sus principales armas desde hacía años: su manera de hablar, de convencer a la gente, misma que requería estar un paso adelante de la otra parte, saber qué pretendía para así usar eso a su favor, convenciéndolos de que su manera era la única forma de obtener lo que ambos querían, asegurándose de que creyeran que sus deseos eran los de él. Al discutir era lo mismo: si la culpa era de él, Finnick prefería conocer bien su falta para poder disculparse de la mejor manera posible, para prevenir que escalara a una pelea agobiante, y por qué no, para tener algo de control sobre la situación. Tenía tan poco control en la mayoría de los aspectos de su vida que cuando podía tenerlo buscaba conservarlo...

-Bueno, Finnick, un consejo: no puedes tener la ventaja todo el tiempo, y si no recuerdas haber hecho nada malo, tal vez otro problema. No actúes culpable desde antes de saber.

"Más fácil decirlo que hacerlo", pensó de una manera casi infantil, agradeciendo que Aria estuviera lo suficientemente distraída con la televisión como para notar su descontento. Si bien Finnick detestaba el maldito artefacto, resultaba útil cuando necesitaban ruido de fondo, y la telenovela que estaban transmitiendo en ese momento era tan tonta y dramática que entretenía sin dejar el mal sabor de boca característico de los Juegos del Hambre.

-Bueno, al menos mañana puede haber una tregua- Aria arqueó una ceja, curiosa-. Mañana es el cumpleaños de Mags- cada 10 de mayo había fiesta en la isla, pues todos adoraban a la Mags Flanagan, la primera vencedora, y abuela de todos los vencedores en el Distrito 4. Fuera con una comida tranquila o una fiesta grande, la fecha nunca pasaba desapercibida.

-Puede que tengas razón entonces: no puedo imaginarme a la rojita siendo gruñona o fría en la fiesta de Mags. ¿Qué le vas a obsequiar? - curioseó animada, sacándole una sonrisa.

-Me preguntaba si tenías aretes o un brazalete que combinara con estos- mostró un simple pero hermoso collar de oro con una sola perla como adorno. Finnick había pensado en comprarlos también en el Capitolio, pero luego decidió comprarlos a su amiga con bisutería. Ella no tardó en llevarlo a su casa a escoger lo que se le diera en gana llevar, contenta de poder colaborar, y Finnick decidió pasar allí el resto la tarde en compañía de las tres chicas Barbeau, en especial encantado con la bebé Nina, olvidándose momentáneamente de su preocupación sobre la reciente frialdad de su amada, dulce Annie Cresta.

(...)

Annie comenzó a vestirse para la cena en casa de Mags, maldiciéndose a sí misma por haber postergado todo el día con tonterías, sabiendo que llegaría tarde a pesar de su apuro. Recordando lo que Finnick había elegido ponerse (había estado cuando él eligió por adelantado, organizado como siempre) y juzgando por la ropa de los demás (podía verlos caminando hacia la casa de Mags a través de su ventana), decidió vestirse bien, eligiendo un vestido de su armario en lugar del pantalón corto que había escogido antes de la ducha.