Castigo

90 2 0
                                    

— ¿Y Annie?

— Marlowe le pidió que se quedara la noche antes de los juegos ya que viajaría conmigo y no tuvo corazón para negarse. Tendrás que conformarte conmigo, Mags.

— ¿Hay... algo... que te atormen...? — Finnick la miró preocupado al escuchar su dificultad al hablar, apresurándose a buscar el esfigmomanómetro y comprobar que su presión no se hubiera elevado de repente. Para su alivio, todo parecía normal.

— ¿Si algo me atormenta, preguntas? Siempre hay más de un asunto atormentando, pero supongo que puedo hablarte de ello mientras escuchas: inmediatamente, todavía no concibo que el asunto de los músicos haya terminado de ese modo. No es normal. Debería alegrarme, pero no soy tan ingenuo, y los años me han vuelto paranoico— Mags asintió: por supuesto que ella sería la única en concordar con su punto de vista, aprendió todo de ella—. Francamente, hubiera preferido que cualquier castigo pasara conmigo en el distrito: me preocupa lo que pueda ocurrir en mi ausencia. Siempre me dijiste que el amor no es finito, sino que multiplica: odio tener que darte la razón, pues desde que Annie llego a mi vida solo se han multiplicado el número de personas a las que quiero, y por las que evidentemente me preocupo en momentos como este, en especial ahora que Marlowe está involucrado con la familia de una de las músicas— siguió explicando, pues sabía que Mags no podía responder más allá de gestos: de él dependía la conversación—. Lo único que "calma" mi conciencia, por decirlo de algún modo, es saber que mi presencia o ausencia no determina su destino: si los quieren muertos, no hay nada que pueda hacer. Estoy preocupado por Annie, por Joanna y por tenerlas a ambas en el mismo lugar como mentoras: sus faltas hacia Snow y el escándalo de sus juegos siguen siendo demasiado recientes para mi tranquilidad, y ninguna es del todo estable...

—...Nadie lo es...

—...Pero la mayoría lo disimula mejor. Incluso si no fallan en nada, Snow les tiene tirria y encontrará la excusa para hacerles daño: el año antepasado Annie apenas abandonó el piso e igual terminó amenazada por él. Solo espero estar pensándolo demasiado, para variar. Snow querrá más información para amenazar a Mason: se supone que soy sus ojos sobre ella, después de todo. ¿Y si descubre que se lo dije? ¿Qué será más sospechoso, mantener mi distancia o estar a su lado? Ni siquiera sé si tenga que seguir con la farsa de mi amorío con Johanna, ahora que lo pienso. Espero que no: una cosa es pretender estando en el Capitolio, alejado de todo lo que amo, y otra muy diferente es hacerlo con Annie a mi lado. No puedo hacer eso.

—...Lo sé...— dijo al tomarle la mano en gesto de apoyo—. Sabrás que hacer— aseguró.

—Ojalá tengas razón, Mags, ojalá. Ésas son las cuestiones prácticas que me atormentan. Por otro lado...supongo que la temporada de bodas me afectó un poco este año: es la primera vez que veo a mis amigos y compañeros en esa situación. Evidentemente, apenas ahora tenemos edad para casarnos. Algunos era evidente que lo hicieron porque se les hizo fácil hacerlo, otros por situaciones que no son mías para divulgar contigo, pero hubo unos pocos que lo hicieron por amor. Sentí envidia de todos: al menos ellos tienen la libertad de elegir casarse, fuera la decisión correcta o no. Ni siquiera tengo eso. ¿Snow aprobó lo tuyo en su momento? — la mujer negó con la cabeza, y no le sorprendió—. Fue una pregunta tonta, hasta anuló su matrimonio al hacerlo ilegal. En fin, creo que pocas veces he sido tan consciente de mi condición de esclavo de Snow como en estas semanas. Fui incapaz de disimular mi amargura frente a los demás: ser transparente para ti o Annie no es novedad, pero que otros se dieran cuenta...

—...Esta bien no estar bien, Finn— consoló.

—No solo eso, Mags. Ni siquiera sé cómo describirlo— la anciana le sirvió un poco más de té y para su sorpresa, agregó un poco de ron y miel como en el de ella—. Supongo que si hay un lugar y momento seguro para tomar es contigo y ahora, así que salud por eso— aceptó—. Volveré a escuchar tu consejo: ordenar mis sentimientos. Sentí envidia, como ya dije. Tristeza: por mí, claro, pero principalmente por Annie, que está anclada conmigo en esta situación. Odio e ira hacía Snow, el culpable de todo. Pero lo más curioso es que sentí... ¿incertidumbre? He estado pensando, ¿qué pasaría si los rebeldes decidieran actuar y ganaran esta vez? Si más allá de solo matar a Snow lograran acabar con el problema de raíz y cambiaran las cosas para bien: ¿qué sería de nosotros? Siendo optimista, Annie y yo por fin seríamos libres, al igual que todos los vencedores; siendo realista, encontrarían la forma de culparnos por los Juegos, en especial a los profesionales, pues nunca hemos sido del agrado del resto: quizás soy afortunado de que los rebeldes no hayan podido actuar aún, pues nada garantiza que pelearían por alguien como yo, como nosotros. Sé que es imposible, y no es mi estilo perder el tiempo pensando en imposibles...pero lo he hecho en más de una ocasión estas semanas: pensamientos intrusivos que no me dejan dormir o vivir tranquilo, y lo peor es que cada vez me parecen menos una locura. ¿Estoy perdiendo la cabeza, Mags? – le preguntó desesperado: necesitaba su sabio consejo.

Contracorriente | La Historia de Annie Cresta y Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora