Rota

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-Quedan los 4 profesionales, Kira, tú y yo... ¿Quién me falta? - la vocecilla de Annie hacía recuento de los sobrevivientes al primer día y medio de los juegos. En su vida recordaba haber escuchado de unos juegos que acabasen con tantos en menos de 48 horas.

-La loca del 7- agregó Wade, recordando con resentimiento su altercado-. Con ella, van 8.

-El del 10. Queda el chico del 10- recordó la pelirroja después de un rato haciendo memoria.

El resto de horas tras el incidente del río habían ido con tranquilidad, y ahora, estaba por oscurecer. La tarde la habían pasado ocupados en explorar lo cercano a su base, la chica pescando mientras que Wade buscaba plantas comestibles, recolectándolas y llevándolas con la pelirroja para que les diera el visto bueno o malo. Él hubiera pescado de no ser porque ella quiso hacerlo, sola.

-Necesito tiempo en el agua, me recuerda a casa. Y no veo porqué dos deberían hacer lo mismo pudiendo avanzar en otras cosas, ¿No crees? - había sido su explicación, y él no le discutió. No quería alterarla más de lo que claramente toda la violencia de esas horas lo había hecho.

Ninguno había hablado mucho, las pocas conversaciones que empezaban muriendo rápidamente, devolviéndolos al silencio. Wade notaba que Annie simplemente no se calmaba, por más que trataba de aparentar lo contrario. ¿Sería él quien la tenía así? ¿Sería su presencia la que causaba esa instintiva reacción nerviosa en la pelirroja?

-Yo hago la primera guardia- pidió, adelantada, antes de que él pudiera ofrecerse. Durante la tarde, poco después de la comida, le había llegado otro pequeño regalo por parte de algún patrocinador, algo antiinflamatorio para su muñeca.

No estás sola, no tengas miedo. Atiéndete esa herida y anda tranquila, ¿Si?

Linda voz.

-F.

La chica sonrió ante el cumplido, aunque luego suspiró, triste. Lo había leído con su voz. Ella también encontraba linda su voz, y la extrañaba demasiado.

-...Seguro les agrada Finnick...-ella creyó haberlo pensado, pero la verdad es que lo dijo, en voz baja, pero con voz finalmente, y Wade lo escuchó.

-No creo. Digo, no sé la verdad, pero no te quites el crédito. Este pescado no lo conseguí yo...-señaló el par de truchas que había pescado la chica con su red. Ella sonrió, pero sabía que aquello era condescendiente. Él que merecía esos regalos era él, no ella, y él estaba en su derecho de estar molesto. Casi que lo hubiera preferido, la adrenalina de una discusión hubiera disipado la culpa que sentía.

-...Te mereces el mundo, Wade Seaver. Y obviamente, te mereces regalos...-él chico solo la miró, sabía saber qué decir, antes de que cada uno volviese su atención a la cena.

Habían hecho una pequeña fogata para asar el pescado, y esa misma luz tenue Annie aprovechó para volver a acomodar sus provisiones, la mitad de cada uno en una respectiva mochila para evitar confusiones. La chica notó como guardo algunas moras extra en su mochila, pero no dijo nada. Ella había dicho que se merecía el mundo, y lo había dicho en serio, ¿Qué no se iba a merecer comida extra?

-Pues mientras estemos juntos, lo que sea que te beneficie me ayuda, y viceversa...-ella solo asintió, mientras que el joven tomaba una de las mochilas para usarla de almohada. Annie, como la noche anterior, se acomodó al lado de él para aguantar la noche fría y, sin nada que anudar, empezó a peinar los oscuros cabellos de Wade entre sus finos dedos, arrullándolo, distrayéndose para no quedarse dormida.

¿Por qué no podía tranquilizarse? Confiaba en Wade... ¿Verdad? Él no había hecho nada en contra de ella, y, al contrario, la había cuidado desde siempre, protegiéndola y haciéndole compañía, consolándola y manchando sus manos de sangre con tal de que estuvieran sanos y salvos. ¿Por qué no confiar en él?

Contracorriente | La Historia de Annie Cresta y Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora