Agradecer

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-Creo que quiero ser mentora este año.

- ¿Crees que quieres?

-Nadie puede realmente querer serlo: quise decir que elegiré ser mentora este año, a menos que tengas algo que decir que pueda hacerme cambiar de opinión- Finnick se limitó a asentir, pues si bien no deseaba verla atormentada por los Juegos, supuso que era algo inevitable a largo plazo. Objetivamente, nada impedía que Annie saldara un poco su deuda.

-No: sirve que no nos separamos en el verano- Annie sonrió un poco mientras se abrazaba más a él, delineando distraída los pocos lunares adornando su piel dorada, costumbre que le copió tras tantos años de sentirlo recorrer sus pecas con cariño, ya fuera con sus manos o labios...

Odiaba reconocerlo, pero Meghan no se equivocó al advertirle que las sus separaciones intermitentes se volverían más insufribles ahora que eran amantes en toda la extensión de la palabra: jamás lo admitiría en voz alta, pero su cuerpo lo extrañaba de manera distinta, más intensa y ferviente, de modo que separarse de él por días o semanas era un pensamiento insoportable para ella, y sospechaba que para Finnick era similar, a juzgar por cómo no se separaba de su lado cada que volvía de sus viajes al Capitolio, en especial cuando hacía escala en el alejado, y siempre nevado, Distrito 7.

- ¿Johanna será mentora este año?

-Lo más probable es que sí: creo que pretende acabar con sus años obligados lo antes posible, decisión que no puedo criticar sin ser hipócrita. Será un año... interesante. Siempre lo son, de cierto modo, pero con ustedes como mentoras...

-...Las favoritas del Presidente Snow en un mismo lugar por días o semanas, lo sé. Será un milagro si salimos vivas de allí...

-...Por suerte, no creo en casos imposibles y se me dan bien los milagros: todo saldrá bien- garantizó con más seguridad de la que sentía, sin saber si trataba de calmarla a ella, o a sí mismo-. Ahora, necesito que me prometas que seguirás mis consejos, no porque tengas que obedecerme- aclaró con rapidez, recordando sus palabras la noche de la inundación: no deseaba volver a hacerla sentir pequeña o irrespetada con sus palabras o actos-, sino porque tengo más experiencia en cómo manejar las situaciones en el Capitolio, y solo veo por tu bien- Annie asintió, agradeciendo otra vez a su suerte por tener a Finnick de su lado.

-Por supuesto, pero tendrás que soportar que no me separe de ti en ningún momento cuando estemos en el Capitolio...- le advirtió en tono burlón, aunque no estaba exagerando: la capital era un lugar tenebroso lleno de malos recuerdos y peligros, no quería estar sola. Él solo le sonrió antes de besarla, juntando su frente con la de ella una vez se separaron...

-...No sé si no te has dado cuenta, pero siempre me gusta tenerte cerca: cuanto más cerca, mejor- dijo mientras acariciaba sus caderas, sonriendo al verla tan sonrojada: era adorable.

-Hay que levantarse, Finn.

- ¿Por qué? ¿Tenemos algo que hacer antes de la junta anual, bonita?

-No, pero es temprano, hay demasiada luz...- explicó tímidamente, sin mirarlo a los ojos.

-...Entonces, ¿solo podemos estar juntos de noche en la oscuridad, amor? - bromeó un poco antes de acariciarle la mejilla con cariño, tranquilizándola-. Porque si ese es el caso, está bien para mí...- le aseguró un poco más serio, pues lo último que quería era incomodarla...

-...No es eso. Es sólo que todo esto es todavía nuevo para mí...- le recordó tímidamente, dejando su lugar sobre él para volver a su lado, disfrutando sus suaves caricias a su costado. Conocía esa sensación, significaba que estaba a salvo: con él, siempre era así. Finnick entendía hasta cierto punto: la intimidad era algo que conoció recién junto a Annie-. Además, es hora de almorzar: muero de hambre- agregó risueña, sacándole una sonrisa.

Contracorriente | La Historia de Annie Cresta y Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora