Contracorriente | La Historia de Annie Cresta y Finnick Odair

¿Indefensa?

- ¿No eres muy joven para beber así?

- Déjame ver si entendí, niño bonito: ¿soy lo suficientemente mayor para matar gente en una maldita arena, pero demasiado joven para beber?

- ¡Exactamente, Jo! ¿Qué es eso? - preguntó Finnick al notar los palitos sobre la mesa. Johanna, a pesar de estar molesta por las observaciones de Finnick sobre sus hábitos y el estúpido apodo, sonrió mientras explicaba.

-Un juego de casa. Le estoy ganando al viejo, por eso está tan callado. Sólo ríndete de una vez, Blight- lo empezó a fastidiar, haciéndolo bufar mientras pegaba un trago a su cerveza.

-Cállate, mocosa.

-Mira, Odair, si te da un poco de tranquilidad, soy legal desde hace meses- bufó Johanna al notar los ojos verdes del rubio sobre su copa. Jamás pensó que el juerguista de Panem fuese tan santurrón-. Quédate y juega, o vete- Finnick disimuló su sorpresa ante el tono mandón de Johanna y tomó asiento, sonriente. Le agradase o no la actitud tan descarada de la chica nueva era lo de menos: igual tenía que llevarse bien con ella aunque fuera solo durante el viaje.

-Si me enseñas a jugar, con gusto me uniré- la chica sonrió, y sin mayor aviso a su compañero, quien parecía estar planeando su movimiento, quitó todos los palillos de la mesa para empezar a repartir de nuevo, ganándose una maldición entre dientes-. Meses atrás dijiste: ¿nos perdimos tu cumpleaños, o tuviste la misma suerte que yo y te hiciste legal en los juegos?

-Eso debe apestar mucho, Odair. Afortunadamente no: se lo perdieron. Cumplí 18 años cuando llegué a casa- Finnick asintió con interés mientras la chica empezaba a explicarle las reglas del extraño juego del 7, a la vez que Blight pedía una cajetilla nueva a uno de los avox en el sala. El rubio solo esperaba que Johanna no fumara como su mentor, quien parecía incapaz de forzarse a estar centrado y lo menos viciado por el bien de ella-. ¿Entendiste?

-Eso creo. Veamos- los "anfitriones" le cedieron el primer turno, y de ahí los 3 empezaron una partida tranquila conversando trivialidades de la fiesta y preguntándole a Finnick sobre el 4, distrito que no pudieron visitar a su gusto por los protocolos estrictos de la gira. Johanna parecía especialmente curiosa por la idea de playa, y no era para menos, pues su boscoso distrito norteño distaba mucho de las costas del sur. Su entusiasmo casi infantil le dio ternura, y por lo mismo dijo-. Te prometo que algún día te llevaré a la playa.

- ¿Se nos permite viajar a otros distritos aparte de la gira?

-No pensé que te importaban las reglas.

- ¿Me importan las reglas? No, pero no quiero que me maten. Blight no ha parado con las amenazas de muerte desde que abandoné la arena. ¿Es cierto, o solo me esta fastidiando? Porque él me odia.

-No te odio, Jo: solo eres sorprendentemente molesta independientemente de las circunstancias, y no tengo paciencia para los niños. No es personal.

- "No es personal"- arremedó Johanna antes de volver su atención al rubio-. Si tú romperás las reglas para llevarme a playa, deberías ir al 7 para que te enseñe a patinar en el hielo. Me tendrías que enseñar a nadar si de verdad piensas cumplir tu promesa, pues asumo que nadar en el mar es diferente a hacerlo en un río.

-Abismalmente diferente, y yo siempre cumplo mis promesas. Aceptaré tu oferta: cuando fui al 7, casi muero al caer en un lago congelado. No quiero que vuelva a suceder.

-Los lagos congelados son una causa común de muerte entre los niños estúpidos en casa- afirmó Johanna, haciéndolo carcajear-. ¿Ves? Él no me encuentra molesta, amargado.

- ¡Por supuesto que lo hace! La cosa es que Odair es una persona sociable y un hipócrita: no será antipático sin importar cuánto lo intentes- Johanna le hizo un gesto de manos obsceno antes de seguir con el juego. Finnick, entretenido con el constante pelear entre Blight y Johanna, apenas y hacia intento de mediarlos, aguantando las constantes burlas de la chica hacia él con una sonrisa, respondiendo ocasionalmente con el mismo humor irreverente de Johanna.