El enemigo de mi enemigo

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-Hacía mucho que no usaban el clima como arma, ¿O tu recuerdas otra ocasión, Claudius?

-No soy tan viejo, Caesar. Ver nieve me recuerda a Año Nuevo en verano...

-... ¡Ya lo sé! Aunque bueno, ellos no parecen disfrutarlo tanto...

-...Pero bueno, ¡Allá ellos por no encender un fuego!


Finnick rodó los ojos. Vaya forma de narrar la muerte de un chico por congelamiento durante la noche, cuando empezó a nevar. Nevó. Para muchos, incluyendo sus chicos, sería la primera vez enfrentando la nieve en general, peor aún en tan precarias condiciones... ¿Y así se atrevían a decir que incluir mares y playas era injusto? No le extrañaba que tuvieran el significado de la palabra distorsionado, pero igual se indignó. Por la cara de sus compañeros, no era el único. Incluso los de los distritos nevados parecían molestos, pues sabían perfectamente lo difícil que era sobrevivir sin fuego en esas circunstancias.

-Es morir de frío, o dar su ubicación a los profesionales con el humo- resumió Beetee de forma sombría, antes de irse a su trabajo. Al igual que a Cosima, lo veían útil por su inteligencia, pero él era más fiel a su distrito y se dedicaba a la tecnología. Finnick envidiaba ese destino, pero con su secundaria trunca, su inteligencia no era algo comerciable o a envidiar. Si acaso su astucia...

Su frustración casi le hizo olvidar lo evidente: las muertes se acelerarán con la nevada, y los juegos, en consecuencia, acabarían un poco más rápido, lo cual era un alivio. Al menos eso le decía la lógica. Y, lógico o no, él esperaba estar en lo cierto.

A pesar de que lo intentaba, se notaba que Annie no estaba bien allí. Nadie lo estaba, pero en ella resultaba más evidente que en los demás, y eso que los viciosos siempre daban de qué hablar.

Annie "hablaba sola". O bueno, cuando se alteraba, se "calmaba" sola, peinando su cabello como cuando trenzaba sus redes...pero a veces lo decía en vez de solo pensarlo. Eso tras horas de absoluto silencio. Y aunque solo ocurrió una vez, todavía se hablaba de la vez que rio de la nada, pocos segundos después de un cañonazo que la sobresaltó por el volumen de la bocina. No la culpaba por encerrarse en el piso 4 hasta nuevo aviso.

Él también tuvo una época de hablar solo tras su tiempo en la arena. Estar más de una semana solo y sin poder hacer mucho ruido por miedo de atraer depredadores u otros tributos (lo mismo) le afectó, y en más de una ocasión Mags lo atrapó murmurando sinsentidos en su cuarto, interrumpiéndolo para conversar, fingiendo demencia en cada ocasión para no avergonzarlo más de lo que ya se sentía. Él tuvo el privilegio de vivir eso por un breve periodo de su vida, y en privado. Su Annie, no.

Además de eso, seguía algo agitada por el incidente en los aerodeslizadores. Si era sincero, él tampoco había pasado la página del todo. Lo que ella tenía en miedo y nervios, él lo tenía en rabia y desconcierto por la rareza de la situación en general...




-A veces las personas hacen cosas buenas simplemente porque les apetece hacerlo. Deja de partirte la cabeza con eso...- le pidió Annie al verlo meditabundo. Hablando volvió a salir el tema de Plutarch Heavensbee, y ella cometió el error de mencionar sus ganas de agradecerle-...además, me dio buena espina. Lo sentí sincero...

-...Quisiera pensar como tú, pero no me cuadra. Aquí nadie hace eso, menos con nosotros- aseguró él, incapaz de compartir su buena fe. Quería, pero no podía.

Contracorriente | La Historia de Annie Cresta y Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora