Apenas Finnick puso un pie sobre el piso 4 pudo sentir la tensión asfixiante en el lugar. Algo no iba bien, y el silencio no le consolaba en lo mínimo. Los avoxes hacían sus tareas sin siquiera mirarlo, evitándolo, y no había señal de nadie más en la sala.
- ¿Mags? ¿Sena? - llamó, extrañado. Si bien ya había oscurecido, no era tarde, y ninguna de las dos solía acostarse temprano-. ¿Las has visto, Diana? - preguntó Finnick a la avox más cercana, la única que no había fingido bien su indiferencia, algo asustada. Antes de que la chica pudiera hacerle una seña, fue interrumpida por la seseante voz de un hombre, quien parecía llegar del balcón.
Snow.
Era impresionante como él, un hombre de apariencia tan debilucha y avejentada, podía imponer aún más que cualquier otro, más fuerte, más joven, armado. Finnick comprendía que era el poder: de nada servía la fuerza o el ingenio sin el poder. Odair sabía que, técnicamente, podría matarlo sin mayor complicación en ese instante y ganaría... ¿Pero y luego qué?
Ese poder quedaría suelto para que alguien más del Capitolio, probablemente elegido por el mismo Snow como precaución, tomase su lugar, y él, por su atrevimiento, terminaría muerto. Y aunque le era imposible imaginar un ser más ruin que Coriolanus Snow, no quería tentar la suerte y que los demás pagarán por ello.
Por más cruel que fuera, Snow era dueño de sus vidas por el poder que tenía, y sabía que él solo, con tantas personas a su cuidado, no podía hacer nada para cambiarlo.-Buenas noches, señor Odair. Me preguntaba cuánto tardaría en llegar, ¿Qué lo tiene tan ocupado, si se puede saber?
-Nada relevante, señor Presidente. Disfrutando mi tiempo libre, cumpliendo mis obligaciones...
-...No sabía que disfrutase de pasar tiempo en el hospital...
-...No, pero es parte de mis obligaciones. Me preocupé cuando no le dieron de alta al día siguiente...
-...Queríamos estar seguros de que no se hubiese hecho daño con su peineta. Truco ingenioso, si le soy sincero. Una trampa ingeniosa...
-... ¿De qué habla, señor Presidente? - cuestionó, realmente confundido. El anciano parecía impasible mientras que sacaba la peineta de una bolsa de terciopelo que llevaba consigo.
-Verá, señor Odair, la peineta tenía algunos detalles bañados en veneno de pez roca, nativo del 4, ¿O me equivoco? - señaló las puntas de la misma-. Quien la hizo fue inteligente: el veneno está lejos del cuero cabelludo, impidiendo que las puntas ponzoñosas pincharan la cabeza, pero letal para quien quisiera robarlo. En personas estables, el veneno no hubiera sido tan rápido, pero en tributos famélicos...Muy inteligente...
-Señor, ni Annie ni yo teníamos idea...- empezó, helado, solo para ser cortado por el Presidente, quien, a pesar de todo, seguía tranquilo. Eso lo asustaba aún más.
-...No se preocupe, señor Odair. El veneno no es su estilo, ya lo sé, y sospecho que la señorita Cresta no la hubiera regalado a su compañero de saber que estaba envenenada...-comentó, quitándole peso-.O quizás sea mejor actriz de lo que imaginamos: las chicas dulces son las peores, después de todo. De todos modos, es nuestra vencedora, y el espectáculo debe seguir...
-...El doctor me comentó que no es prudente darle de alta aun...- trató de defender, pero con menos seguridad o fuerza que antes. Sabía que estaba caminando en una cuerda floja, no quería presionar de más.
- ¿En serio? A mí no me dijo nada. Además, mi gente ya espero demasiado por su espectáculo. Sería una injusticia hacerlos esperar más, ¿No cree, señor Odair?
-Como usted diga, Presidente Snow.
-Devuélvale su peineta a la señorita Cresta por mí, señor Odair. Estoy seguro que alegrará verla de nuevo. Buena noche- sin más, el hombre se dirigió al ascensor, abandonando el piso y el edificio en cuestión de minutos.
Finnick no se sintió tranquilo hasta ver su coche partir, y segundos después, Mags y Sena bajaron de sus respectivas habitaciones, la anciana apurándose a checar que Finnick estuviera bien. El rubio puso buena cara antes de tranquilizarlas, dando las buenas nuevas sobre Annie. Ambas mujeres escuchaban con atención el relato de Finnick, sentadas frente a la chimenea e inquietas, deseosas de saber el porqué de la visita del Presidente.
ESTÁS LEYENDO
Contracorriente | La Historia de Annie Cresta y Finnick Odair
FanfictionLa vida de Annie se quiebra cuando su nombre sale el día de La Cosecha. No tiene nada a su favor. Nada, excepto él: Finnick Odair, su mentor. ⚠️Advertencia: Esta historia contiene temas sensibles como representaciones gráficas de violencia, sexual...