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Hablando objetivamente, Finnick podía admitir que solo era cuestión de tiempo antes de que sucediera algo así: los distritos profesionales habían monopolizado la Cornucopia desde su inserción a los juegos, y tras el éxito de Johanna al tomarla el año pasado, era una consecuencia natural, lógica y esperada que otros distritos intentaran hacer lo mismo...

Dicho eso, y como miembro del partido de los distritos profesionales, el cambio en la dinámica de los juegos lo preocupó y enfureció terriblemente: no era conveniente para el 4. El beneficio de otros significa tu ruina: esa era una regla en la arena, una crueldad que por años los benefició a ellos, pero temía que ya no fuera el caso. 3 muertes en la masacre de la Cornucopia, 2 de ellas de profesionales, el chico del Distrito 1 y la chica del Distrito 2...

"Al menos nuestros muchachos están a salvo", pensó Finnick aliviado al ver a Cala perderse en el bosque, envuelta por la espesa niebla, huyendo del baño de sangre antes de que la alcanzara.

El otro muerto fue el chico del 7, atacado hasta el borde de la muerte con cuchillos frente a su compañera de distrito, quien solo pudo palidecer mientras la sangre manchaba el césped a pocos metros de ella. Caroline, Finnick recordó que Johanna había mencionado ese nombre, parecía al borde del llanto, e ignorando todo sentido de supervivencia, avanzó a donde el joven agonizaba, agachándose a su lado para tratar de calmarlo antes de terminar el trabajo y rebanar su cuello, acabando con su lenta agonía de desangramiento. De sus labios parecieron brotar disculpas, pero fueron tragadas por el tercer y último cañonazo...

-Vete ahora, maldita idiota- oyó decir a Johanna, claramente ansiosa por las acciones de su tributo. Era imposible no velar por la vida de un menor a tu cuidado, no teniendo un sentido de empatía. Johanna, a pesar de lo dañada y furiosa que estaba, no era un monstruo, de modo que no le extrañó verla tan preocupada a pesar de sus crueles palabras.

El chico del 11, Cedar, se dirigió directamente a Caroline, y todos los que miraban la escena desde sus televisores esperaban lo peor: con su imponente altura y su evidente fuerza, estaba claro quién ganaría en una pelea entre ellos, incluso con el beneficio de un cuchillo.

-Puedo ser útil- dijo la chica al notarlo, mirándolo directamente a los ojos. Si temía por su vida, no lo evidenció, pues habló con firmeza al proponer-. Este es un bosque. Conozco los bosques, y por más que tengan la Cornucopia, tendrán que salir tarde o temprano. Seré útil.

-"Útil"- repitió el chico, su tono incierto. Su compañera de distrito, una chica de 17 años llamada Hayley, lo llamó desde la Cornucopia, claramente enojada-. ¿Qué pasa?

- ¡Está casi vacía! - se quejó en voz alta, maldiciendo su suerte. Una vez afuera, ella lo vio con la rubia, haciéndola entornar los ojos-. ¡Si vas a matarla, hazlo ya! ¡Necesitamos un plan! - reprendió sin misericordia alguna antes de volver a entrar a la Cornucopia, dejándolos a solas.

Aprovechando la distracción del moreno, quien se había girado para ver a su compañera, Caroline trató de alzarse y apuñalarlo, pero fue demasiado lenta, de modo que no solo no lo logró, sino que terminó lastimándose. Cedar no tardó en contenerla, tomándola con fuerza y soltando el arma blanca lejos de su alcance. La rubia definitivamente estaba en problemas.

-"Puedo ser útil", dijiste- ironizó, antes de preguntar-. Lo hiciste para evitarle el dolor, ¿no? - señaló con la cabeza el cuerpo del chico en el suelo. La rubia asintió, demasiado nerviosa para hablar. Cedar podría matarla con sus propias manos en cualquier momento, así que no es de extrañar por qué el miedo en sus ojos-. Solo porque eres bonita. Sé útil y vete, ahora.

No esperó ni un segundo después de que él la soltó antes de correr hacia el bosque, escondiéndose en la niebla, ignorando la carcajada socarrona del chico al verla huir..."Idiota", pensó Finnick, y a juzgar por la expresión de Johanna, no era el único. Si Cedar sobreviviera en la arena, definitivamente sufriría la rabia de Mason por su tributo...

Contracorriente | La Historia de Annie Cresta y Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora