Las secuelas

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-Si hubiera ido con Sol, las cosas serían diferentes.

-Si hubieras ido con ella, los 3 estaríamos muertos- Annie no tuvo que preguntar a qué se refería al incluirse, pues por más que no le gustara el porqué, era evidente: Finnick se daba por muerto sin ella-. Fue mi culpa, de todos modos: entre los dos, yo soy quien debe torturarse con "hubieras".

-Hiciste lo correcto.

-Fue estúpido, y al final, también fue inútil: Johanna no murió, pero te juro que está deseando haberlo hecho- "Dispararon a una bebé", pensó, todavía horrorizado por la visión. Él fue quien se encontró con el pequeño cuerpo en la cuna primero, y también fue quien se encargó de consolar los gritos de odio, rabia y dolor de Johanna al presenciar a sus parientes muertos. Los mataron a todos: a los señores Mason, a sus hermanos, desde la mayor, que ya era una joven esposa y madre en el momento del siniestro, hasta los más pequeños, de 13, 6 y 4 años, y ni su yerno, cuyo único pecado había sido casarse con su hermana, ni su sobrina de solo meses se habían salvado de aquel final atroz. Finnick decidió no indagar en qué había perdido Blight por haber ayudado a Johanna, pues su corazón ya almacenaba demasiada culpa, demasiados muertos inocentes por su causa, como para manejar bien uno más, del mismo modo que evitó contarle a Annie de los mórbidos detalles sobre el final de su "Gira de la Victoria", pues sabía bien que la imaginación de su amada no necesitaba de más inspiraciones violentas para atormentarla en sueños; bastó con contarle a grandes rasgos el relato de sucesos desafortunados para justificar su ausencia prolongada más de lo esperado-. Con suerte, ese muchacho evitará que haga locuras...

-Ojalá, Finn. Ojalá- se limitó a responder, sabiendo bien que nada de lo que pudiera decir lograría confortarlo.

Los dos llevaban días llorando la partida de Sol, incapaces de creer del todo que había muerto siendo tan joven, completamente sola, de una manera tan cruel e injusta. Finnick se sentía como un fracaso: años atrás le había prometido a Sol que estaría a salvo, y ahora su acción le trajo la muerte. Había sido su mentor, aliado y amigo... ¿cómo podría perdonarse a sí mismo el haberle fallado? Había puesto a Johanna, una perfecta desconocida, en primer lugar, y esas fueron las consecuencias. Francamente, estaba sorprendido de que Annie estuviera sana y salva más allá del daño emocional, y lo mismo podía decir de todos sus seres queridos. Trató de jugar al héroe, solo para obtener la muerte de muchos inocentes...

-Toma: debes estar cansado- Annie le ofreció una taza de té y galletas de azúcar, sirviéndose un plato mucho menos dulce para acompañarlo frente a la chimenea-. Ojalá pudiera decir que estoy sorprendida por la decisión del alcalde. Tienen suerte de tenerte.

-¿De qué me sirve la fuerza si no es para usarla? Reconstruir es hasta entretenido, créeme que no me cuesta nada hacerlo, más si es con River. Mover a la gente de la orilla a un lugar más seguro significa menos dinero para sus bolsillos: claro que le importa un carajo al señor Aishelle. Ahora, a largo plazo, moverlos es más barato que reparar su casa cada vez que venga un terremoto o una tormenta a destrozarlo, pero nuestro alcalde es estúpido: no puede verlo. Tu papá solía sugerir eso, ¿no?

-Todos los años- confirmó Annie, suspirando con añoranza al recordar a su papá. Cómo sabía Finnick eso era irrelevante: él sabía mucho de muchas personas, y Annie trataba de seguirle el paso -. Yo sé que no actuaba bien y que muchos lo consideraban malo, pero tampoco era un monstruo.

-¡Ey, cuando lo conocí era un gran hombre! Además, un hombre malo no hubiera sido capaz de criar a buenos hijos: tú y tu hermano son muy buenas personas, y no lo digo porque te quiera. Te adoro, en parte, por lo gentil que eres- la chica lo besó suavemente por sus dulces palabras, dejándose no cuestionarlas. Necesitaba creerle: su padre había sido un buen hombre, y no se buscó su terrible, injusto final. Sus padres fueron ambiciosos, sí, pero únicamente por amor a sus hijos-. Debes estar cansada también, amor, y mucho más que yo.

Contracorriente | La Historia de Annie Cresta y Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora