Bruma invernal

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-No sabía que te interesaran los libros...-Finnick se sobresaltó al ser descubierto curioseando, haciendo reír a la veinteañera en la cama-. ¿A qué hora te levantaste? ¡Es muy temprano!

-Me levanto con el sol...-bromeó mientras se acercaba como ella pedía, dejándose besar.

-No pero ya en serio, ¿Por qué tan temprano? ¡Es sábado!

-Lo mismo se podría decir de ti...-cambió de tema con facilidad: todos en el Capitolio adoraban hablar de sí mismos.

-...Me dio frío sin ti...-él quiso rodar los ojos ante lo ridículo del comentario, pero sabía que no debía-. ¿De verdad te tienes que ir? - preguntó con un puchero, poniéndolo nervioso.

Esa era una pregunta capciosa y cruel: él no decidía eso, lo hacía ella, y ella lo sabía. Lo último que quería era tener que pasar un día más lejos de casa, de Mags, de sus amigos...de Annie...pero, al final del día, ella era la de la última palabra.

-...Me temo que en casa también me necesitan...

- ¿No eras huérfano?

-Mags me adoptó para ayudarla en casa- para nadie era secreto la predilección de la mentora con él, así que no tenía que mantenerlo en secreto.

- ¡Aparte de guapo, gentil! Eres perfecto, Finnick Odair...-halagó. Si le hubieran dicho a su arrogante ser de 14 años que se llegaría a hartar de los cumplidos no se lo hubiera creído, pero tras años de adulaciones vacías, ya lo habían cansado-. El tridente fue la mejor inversión que mi familia pudo haber hecho...

Antes atendía al enfermo del padre, pero ahora que era mayor y no le interesaba, quedó a disposición de su esposa e hijas. Aquel tridente de oro que recibió en la arena, más que salvarle la vida, lo había condenado a una deuda impagable con ellos...

-Nos vemos, Trixie- le besó la mano con caballerosidad antes de largarse rumbo a la estación, no sin antes pasar a dormir y cambiarse a su apartamento, demasiado cansado y asqueado como para aguantar un viaje en esas condiciones.

Él no disfrutaba de madrugar, simplemente no podía descansar con un extraño, demasiado temeroso de qué le pudieran hacer mientras dormía, sin ser capaz de advertirlo o defenderse. Él no era de los que se tropezaban con la misma piedra dos veces...o al menos intentaba no serlo.

- ¿Qué ocurre, Sena? - preguntó al teléfono, preocupado de ver la llamada perdida.

-Nada, solo te quería avisar que por órdenes de Crane iré una semana antes a visitarlos para confirmar que Annie pueda presentarse al Tour de la Victoria sin provocar más escándalos...

5 meses. Ya era diciembre. Desde hacía tres meses que llevaba esa ajetreada rutina de ir y venir del Capitolio al Distrito 4, de dividir su tiempo entre sus clientes y sus seres queridos, de escaparse con Annie cuando podía. 5 meses con Annie devuelta en su vida...

-...Gracias por avisar...-se limitó a responder con educación.

-...Espero que entiendas lo importante que es que esté bien, Odair...

-...Ajam...

- ¡Pueden matarnos!

-Nos vemos, Sena...-la mujer trató de agregar algo más, pero Finnick cortó la llamada, harto de que le recordasen lo obvio.

Él ya sabía que todo debía salir bien...saldría bien.

El teléfono sonó otra vez, fastidiándolo.

- ¿Qué? - respondió irritado, consiguiendo de la otra parte una leve exclamación de sorpresa. No sonaba a Sena. Se sintió algo avergonzado por la brusquedad, y aclarándose la garganta se apuró a decir-. Lo siento, ¿Quién habla?

Contracorriente | La Historia de Annie Cresta y Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora