Fuerza

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Cala pensó más rápido que Cedar, lanzando su brazo para alcanzar el cuchillo, aprovechando su posición sobre él, ya que lo había derribado, apuñalándolo en el ojo antes de que pudiera siquiera gritar o intentar defenderse...

El aullido de dolor en carne viva que gritó el chico silenció la sala de apuestas, y pareció quebrar los nervios de Cala, que empezó a temblar y llorar mientras intentaba desencajar el arma del ojo derecho, siendo empujada al suelo bruscamente por Cedar en su lugar. Qué tan a propósito había sido el empujón o no le fue una incógnita, pues el moreno se retorcía de dolor en el suelo mientras trataba de hacer algo por su ojo mutilado, gimiendo y llorando, alaridos que se tornaron desgarradores una vez consiguió su objetivo, arrancando el ojo en el proceso. Cala observaba la escena con terror, alternando la vista entre el cuerpo moribundo de Cedar y su mano ensangrentada, manchada con la sangre de su primera víctima, consecuencia de haber reclamado tan cruelmente su ojo oscuro...

- ¡Podrías haberme matado! ¿Por qué simplemente no me mataste, maldito monstruo? - bramó entre sollozos, tratando, pero fallando, de levantarse a buscarla. El dolor era tal que le impedía hacer algo más que sufrir, su ojo izquierdo estaba tan cegado como el derecho, que yacía en la hierba destrozado e irreparable...

Los nervios de Finnick estaban al límite. Había pasado de darla por muerta a tener fe en su destino y temer por ella en cuestión de minutos: ¿por qué no había huido todavía? Si alguien estaba cerca de ellos, era cuestión de poco tiempo antes de que llegaran y la mataran, guiados por el ruido, eso sin contar a los posibles animales salvajes que los alaridos pudieran haber despertado: la espesa niebla no ayudaba a poder prevenir ataques por sorpresa, y aunque correr a ciegas en la neblina no era la mejor opción, tenía que admitir, que era todo lo que Cala podía hacer con tan pocas opciones.

"Toma el cuchillo, mata al tipo si sientes lástima por él, y luego vete", pensó Finnick enojado: no podía realizar un movimiento tan cruel como sacar un ojo y luego actuar como inocente, demasiado asustada para defenderse o huir, pues no resultaba creíble. Sabía que era una reacción legítima de su parte: Cala probablemente ni siquiera pensó cuando lo apuñaló en el ojo en lugar de matarlo de un solo corte, como hubiera sido inteligente hacerlo, de modo que la sorpresa por sus cruentos actos era de esperarse, en especial en una joven dulce como ella que jamás había mutilado a alguien, o pensado en hacerlo. Pero la gente del Capitolio no creerá eso.

La gente del Capitolio era incapaz de actuar como humanos, siempre crueles y frívolos, y, por supuesto, eran incapaces de entender los sentimientos humanos, en especial los de aquellos nacidos en los distritos que tanto repudiaban. Solo sabían esperar cosas de ellos: sustento, por el modo en que explotaban sus tierras, entretenimiento, ya sea con sus cuerpos, talentos o vidas, y una forma de satisfacer su sed de sangre a través de los más jóvenes. Para ellos, Cala no era una joven llena de emociones: era un personaje de su reality show favorito, y dado a sus mermados intelectos, Finnick sabía que entre menos complejo e interesante fuera, mejor oportunidad tenía de ser favorecida por los patrocinadores, incluso si fuera por mero interés en usarla más adelante. Era enfermizo, pero no tenía mejores alternativas, y Finnick, por el momento, solo podía enfocarse en mantenerla viva...

No iba a someterse a la tortura que era preocuparse personalmente por un tributo, no otra vez. Sólo Annie, su dulce amor, había valido la pena ese dolor de corazón...

Cala, un poco menos temblorosa que antes, se dirigió hacia el cuchillo ensangrentado, apenas estremeciéndose al ver el ojo, antes de tomarlo, apartar el miembro cortado y sin muchos más miramientos, procedió a apuñalar al agonizante muchacho hasta escuchar el rugir del cañón, anunciando su deceso. "Ahora vete...".

Se lastimó durante el apuñalamiento: era fácil notarlo por la forma en que se masajeaba la muñeca izquierda en busca de atenuar el dolor, y Finnick solo pudo agradecer que la chica fuera ambidiestra, una habilidad extraña que, aunque poco promocionable, era útil para la supervivencia...

Contracorriente | La Historia de Annie Cresta y Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora