Pensamientos inquietantes

166 11 4
                                    

-Hiciste más que yo estos días.

-Sería la primera vez- respondió Annie tímidamente, encogiéndose de hombros-, y no fue nada particularmente útil, en realidad. Lo único bueno es que pude salir de los problemas que creé sin tantas consecuencias- insistió, y por su tono, Finnick supo que sería inútil tratar de convencerla de lo contrario: sólo quería ser escuchada, no corregida, y él no había estado allí como para poder hablar del tema.

La dejó dibujar tranquila con sus tarareos ocasionales mientras él intentaba seguir leyendo, distrayéndose con las tiernas expresiones que Annie hacía al concentrarse en su trabajo, preguntándose si siquiera era consciente de que las estaba haciendo.

Le contó sobre su visita a los Seavers, sobre cómo el gemelo de Wade, Zale, le había suplicado que lo matara en un intento suicida fallido, agravando la herida sin cicatrizar que la muerte de Wade había creado en el alma de Annie; sobre el tiempo que pasó con Tiberius, Mags e incluso Gina, la esposa de Tommy, que había insistido en presentarle a sus hijos, hasta que Annie decidió volver a ser una ermitaña, con la excepción de su hermano...con quien no había hablado en días, incluso desde antes de su regreso. Habían tenido una pelea: eso es lo que él sabía.

Marlowe vivía en la casa de los Cresta, y Annie se había quedado con él, lo que nunca sería una queja para Finnick, pero le preocupaba, porque Marlowe, con todo y sus defectos, era la única familia que tenía Annie, al menos consanguínea, y para él era evidente el dolor que Annie estaba sufriendo por su ausencia, a pesar de sus esfuerzos por aparentar bienestar.

Aunque también conocía a su chica, su "No me gusta enojarme" Annie Cresta, así que sabía que, si ella había elegido abrazar esos sentimientos en lugar del perdón, como siempre, debía tener una buena razón para ello. Y fuera lo que fuera, la ira de Annie se extendió a Meghan, pues era la primera vez que no la visitaba en tanto tiempo. Casi empezaba a extrañar a la rubia entrometida, por mucho que lo odiara...

-Quería preguntarte algo- preguntó después de un largo rato de relativa quietud-. Sobre algo que me dijo Tiberius-empezó, consiguiendo que Finnick cerrara su libro para mirarla atentamente, entre curioso y confundido-, acerca de Peggy y Francis...

"¿Por qué no me sorprende?", pensó enojado, preguntándose qué tendría que pasar para que Tiberius superara eso. Al menos Annie no parecía horrorizada, así que supuso que no habló tan mal de él... o Annie no le creyó. Eso era más probable.

-Lo que quieras saber, amor- respondió suavemente, sonriendo cuando ella se levantó del sillón para sentarse junto a él en el sofá de dos plazas, apoyando su pequeña figura en la de él, acurrucada a su costado-. Solo pregunta.

-Parece creer que le dijiste a Peggy que engañara a Francis para que saliera de la plataforma antes de que sonara el gong... ¿eso es cierto? - preguntó sin mirarlo a los ojos, y Finnick supo que estaba nerviosa. ¿Nerviosa por qué? ¿Sobre lo que pudiera responder? ¿Realmente lo creía capaz de engañar a un niño para que se suicidara?

-Le dije a Peggy que no lo hiciera porque pensaba que era solo un mito y temí que quisiera comprobarlo consigo misma: jamás imaginé que su intención era usar a Francis de conejillo para saber si era real o no. Eran aliados, y el mocoso era un niño: no pensé que tuviera esa frialdad...- Finnick se sentía culpable al hablar mal de su fallecida Peggy, pues a final de cuentas había sido una más de sus tributos y merecía su respeto, pero tampoco le mentiría a Annie por defender a una muerta. Annie suspiró con alivio, abrazándolo con fuerza desde el costado, y aunque ese dulce gesto siempre lo reconfortaba, hasta cierto punto, no pudo evitar sentirse un poco ofendido por ese suspiro. ¿Realmente lo creía capaz de hacer algo así?

Contracorriente | La Historia de Annie Cresta y Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora