Más vale mal conocido...

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Annie despertó para encontrarse con que estaba sola, recordándole a como solía amanecer durante el Tour de la Victoria a pesar de recordar perfectamente haberse ido a dormir acompañada.

Finnick, como casi siempre, se había despertado antes que ella y no había tenido el detalle de levantarla para poder despedirse en el andén. Supuso que para él había sido suficiente despedida su tarde en la playa, su noche conversando, tontos y enamorados, hasta que el sueño los venció...pero ella si hubiera deseado verlo una vez más, incluso si la dejaba llorando sola en la estación como la última vez que tuvo que decirle adiós.

"No es un adiós. Volverá. Fue un hasta pronto...", pensó, tratando de ignorar ese pesar en su corazón al imaginar lo contrario.

La negatividad era ahora una sombra conocida, siempre arrastrándose hacia ella, con ganas de ahogarla. La soledad era una ilusión que la torturaba: odiaba estar sola pero no soportaba las multitudes, y siempre se sentía acompañada y observada por entes que no la dejaban descansar. Soñar era un recordatorio constante de quién había muerto para que ella estuviera allí: del cuerpo sin cabeza de Wade descansando en su regazo, del cuerpo de Marina cubierto de nieve y pájaros, de los cuerpos desaparecidos de sus padres, sin la mano derecha... y el único que podía tranquilizar su mente y su corazón estaba en un tren en ese momento, a punto de ser torturado por el bien de los demás, incluida ella...

"¿Quieres morir?"

"No esto otra vez...", pensó ella, escondiéndose debajo de las sábanas, como si eso pudiera refugiarla de esa molesta voz, distorsión de la propia con la de sus seres fallecidos. Era inútil: todo estaba en su mente, de la cual solo escaparía una vez, y sería permanente...

Era una pregunta válida, supuso. La última vez respondió que no, y quería seguir diciendo lo mismo...pero claro, la última vez no tenía las muertes de Kyle y Marina haciendo peso sobre sus hombros. En ese entonces, aunque presente, todavía no reconocía del todo la profundidad de sus sentimientos hacia Finnick, su amor con complejo de salvador, aquel chico que se desvivía por otros, y a quien solo se le había complicado la vida desde que volvieron a cruzar caminos... ¿Qué tan más miserable lo había hecho con su amor?

"¿Quieres morir?"

Finnick no la dejaba pelear con él sus batallas, o devolver de algún modo la inmensa deuda que tenía con él por haberla salvado de lo que debió ser una muerte segura en la arena...ella debió haber muerto...

"¿Quieres morir?"

¿No era el amor acerca del sacrificio? ¿Qué clase de perra egoísta era por dejar que lo lastimaran por su bien? ¡Todos los que alguna vez lo habían amado eran una forma de que Snow lo lastimara! ¿Cómo no podía ver eso?

"¿Quieres morir?"

Ahora que él estaba lejos, no sería tan difícil. Digo, formas de hacerlo le sobraban. Todavía le quedaba un bote entero de pastillas, y los cuchillos estaban afilados. Era tan irrelevante que, si se cortaba en esa casa en ese instante, tardarían días en notarlo. Arrojarían sus cenizas al mar, con su familia, y todo terminaría para siempre... ¡Tal vez parte de ella podría estar en una linda urna y todo, junto a su hermano, si es que no la rompía en sus borracheras!

"¿Quieres morir?"

El hibrido de una risa y un llanto se escapó de su garganta, horrorizada por lo rápido que ese espiral de malos pensamientos la había llevado a contemplar lo que, hasta ese punto, solo realmente contempló durante sus días en el hospital, cuando creyó que no volvería a ver a nadie amada, solo a doctores: el suicidio.

Contracorriente | La Historia de Annie Cresta y Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora