Razón

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Annie despertó sobresaltada por la imagen de los restos de sus padres, notando una vez se calmó que no estaba en el sofá en el que se había quedado dormida. Tampoco estaba en la habitación que le habían asignado apenas llegaron al tren (la misma que Mags había ocupado el año pasado), sino que en la habitación de Finnick, quien se encontraba despierto y leyendo algo. Le parecía increíble que ya iba para el año de la primera vez que estuvieron juntos en ese tren. Todo parecía tan reciente...pero no lo era.

- ¿Qué hora es? - preguntó ella mientras bostezaba. Finnick despegó la mirada del libro para verla, sonriendo: era adorable. Jamás creyó llegar a describir así a alguien, pero la palabra surgía con naturalidad en su mente cada vez que la veía. Era hermosa, bonita...pero de manera conmovedora, a diferencia de él, quien solo sabía despertar deseo en los demás. Él hubiera preferido el encanto de Annie. Quizás, solo quizás, el mundo hubiera sido más amable con él de ese modo.

-Las 11. Llegamos en 1 hora. ¿Qué soñaste?

-Con mis padres- Finnick tembló un poco al recordar la escabrosa imagen de sus manos mutiladas en la caja roja. No, ni siquiera con el encanto de Annie el mundo era amable. La vida era cruel con todos por igual...menos con el Capitolio.

- ¿Quieres hablar de eso?

-No realmente- se estiró en la cama, quitándose la modorra de encima-. No cambia nada. Están muertos porque yo los maté...y nada de lo que me digas me hará cambiar de opinión...- aclaró al ver que quería hablar, su voz neutra a pesar de lo perturbador en sus palabras. Finnick bufó, molesto.

-Culpándote solo le quitas responsabilidad a Snow - se limitó a decir, consiguiendo que ella se encogiera de hombros.

"Como si importara, no paga", pensaron los dos, disfrutando el silencio que se formaba entre ambos. No era incómodo para Finnick, quien solía encontrarlo de ese modo con cualquier otro, como tampoco era proclive a azuzar alucinaciones, como resultaba en el caso de Annie cada vez que se encontraba sola desde la arena. Era solo eso, silencio. Paz tras tanto ruido absurdo.

- ¿A qué hora te levantaste?

-A las 6, más o menos...- la chica sintió pereza de solo oírlo.

-... ¿Por qué lo haces? No hay nada que hacer tan temprano...

-Hábito viejo, supongo. Me conviene. No me gusta ser el último en despertar cuando estoy con desconocidos, no vayan a hacer algo mientras duermo. Mags me contó que su compañero en los juegos trató de matarla mientras dormía: supongo que el relato contribuyó a mi paranoia...

-...El primero en levantarse y el último en irse a acostar...-comprendió Annie, encontrando la idea tan astuta como triste. Era triste que tuviera miedo hasta de dormir. Él asintió mientras tomaba asiento en la cama cerca de ella-. Yo no trataría de matarte mientras duermes...- lo tomó de la mano, sacándole una sonrisa.

-...Lo sé. Tú no me harías daño...-respondió él con seguridad, besándole el dorso con cariño-. De todos modos, levantarse temprano tiene sus ventajas. El amanecer es lindo...- dijo mientras que se acercaba a tontear con sus mechones cobrizos. Él parecía obsesionado con su cabello, y ella se quejaría de no ser porque ella encontraba igual de entretenido despeinar el suyo.

-...Me hubieras despertado. Debió ser aburrido estar solo y en silencio con tal de no despertar a alguien en tu cuarto, si no que molesto...

-...No, tranquila. Tenerte en mi cuarto no es ninguna molestia, y dudo que algún día lo sea. Parecías estar soñando, no creí que fueran pesadillas...-se disculpó por no haberla despertado antes del sobresalto. Ella negó con la cabeza.

Contracorriente | La Historia de Annie Cresta y Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora