Amor

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Si alguna vez te han roto el corazón

Y tú, tan triste, lloras del dolor

Si es así, escúchame:

Nunca te cases con un hombre de tren

Te hará perder la cabeza sin querer

Puedes caer en un vaivén...



Annie escuchaba con amargura esa vieja canción mientras trataba de no evidenciar su mal humor, recordando como Tiberius le advirtió algo similar meses atrás, y como lo ignoró. En esos momentos, sentada mientras todos bailaban en la cena por la Gira de la Victoria de ese año, en verdad se cuestionaba si había hecho mal al tomar tan a la ligera sus palabras.

Llamó al número misterioso días atrás, y la respuesta que obtuvo la perseguía desde entonces...

...

-¿Hola?

-¿Quién es? ¿Quién te dio mi maldito número?

-Yo...- tartamudeó Annie, lo que sólo hizo que la otra persona al teléfono resoplara molesta.

- ¿Eres del Capitolio? Sabré si mientes, así que ni lo intentes.

- ¡No! - contestó rápidamente-. Comprueba el número. Es del 4.

- ¿Del 4? Sólo conozco a una persona del Distrito 4 y no es tan estúpido como para llamarme a un teléfono normal. ¿Eres tonta? Pensé que su asistente sería más inteligente.

- ¡No soy su asistente! ¿Quién te crees para hablarme así? ¿Quién eres?

-Tú me llamaste: en todo caso, la que debería presentarse eres tú, pero descuida, no me interesa saberlo. Se amable y dile a Odair que tendré que asistir el Tour de la Victoria: le explicaré el motivo en persona, pero prefiero advertir pues no quiero tomarlo desprevenido, en especial porque me veré en la necesidad de no soltarlo por el resto del viaje, si sabes a lo que me refiero. Prometo ser más interesante que sus amantes del Capitolio. ¡Adiós! - antes de que Annie pudiera responder algo más, la mujer colgó, dejándola con un nudo en la garganta y temblando de rabia: era un milagro que Finnick no se encontrara en la casa, de otro modo, la chica no hubiera podido controlar su rabia celosa y le hubiera reclamado...

...

En su lugar, y aprovechando que la reconstrucción de sus hogares se dio con relativa rapidez debido a su posición "privilegiada" de vencedores, Annie decidió volver a su casa junto a su hermano, quien la recibió de buena gana y sin preguntar el motivo de su regreso. Finnick lo encontró extraño, mas no se quejó, seguramente contento de verla en paz con Marlowe, algo extraño entre ellos. Su actitud tan calmada respecto a su mudanza le hizo saber que, por algún motivo fuera de su comprensión, Finnick tenía la conciencia tranquila sobre sus actos, y ese razonamiento fue lo único que la mantuvo cuerda durante la cuenta regresiva de cuándo llegaría el tren al Distrito, y con él, la mujer insolente de la llamada...

Aquella mujer insolente resultó ser Johanna Mason, única vencedora del Distrito 7, quien fiel a su palabra, reía y bailaba colgada del cuello de Finnick, regodeándose con las miradas curiosas sobre ellos, ajena a las ganas que tenía Annie de ir a abofetearla. "Técnicamente puedo hacerlo: soy la vencedora loca, nadie se extrañaría si soy la que provoca un escándalo", lo consideró por unos segundos antes de desistir, aceptando una segunda copa de Posca mientras los miraba. Al no ser su asistente, Annie no le contó sobre la llamada, de modo que no le advirtió de Johanna ni sobre su cercanía: su reacción, el dejarse hacer y deshacer por esa mocosa irreverente, era Finnick respondiendo a sus avances, y eso le molestaba aún más que la actitud de la muchacha. Una cosa era que Johanna actuara así, pero él no era libre para actuar de ese modo, y aunque una parte de ella sabía que no era muy diferente a lo que hacía en el Capitolio cada que marchaba, era diferente verlo por sí misma. El 4 era su hogar, y odiaba sentirse tan humillada en su hogar, frente a su gente...

Contracorriente | La Historia de Annie Cresta y Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora