Motivaciones

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"Maldita sea...", pensó Finnick, igual de expectante que el resto en la sala. Él, a diferencia de los demás, no estaba emocionado por la idea de una confrontación entre Marina y Johanna, al contrario, temía.

Por un lado, Marina probablemente creería, como todos, que Johanna sería fácil y no la atacaría con la precaución debida, y él sospechaba que no era el caso. De tener razón, sería algo a muerte, y él no quería que Marina muriera, como tampoco hacía paz con la idea de que Johanna fuera su primera víctima, de entre todos los que pudieron serlo. La chica le agradó, y aunque su tributo era Marina y desde luego estaba de su lado, no quería ver a Johanna morir así.

Al juzgar por el temblor y la expresión preocupada de Annie, estaba pensando algo similar.

Todos estaban en el borde de sus asientos, nerviosos, esperando a que Marina decidiera atacar, o a que Johanna notase la compañía. Eventualmente, ocurrió lo segundo.

Ambas chicas se miraron aterradas, claramente inseguras por cómo proceder, pues no se atrevían a ser la primera en atacar. Finnick no las culpaba, después de todo, ninguna era una asesina. Marina, asustada al notar el cuchillo en la mano de Johanna, lanzó el suyo con intención de herirla, pero el arma se clavó unos centímetros lejos de ella, encajándose en el tronco a milímetros de su rostro.

-Maldita sea- Annie escuchó a Finnick murmurar entre dientes, frustrado, y ella entendía su nerviosismo. Marina ahora estaba indefensa, desarmada. Johanna, en cambio, tenía 2 cuchillos. Por más débil que fuera, tenía la ventaja.

Johanna parecía conmocionada. No era para menos, estuvo a poco de perder un ojo, como mínimo. Finnick maldecía con impotencia al ver que Marina no se movía, igual de paralizada que Johanna, pero ella por miedo.

-Vete- dijo Johanna después de un rato, su voz algo temblorosa.

- ¿Qué?

-Deja tu mochila y lárgate, antes de que cambie de idea. Sé que no puedes trepar, ya lo hubieras hecho. Yo puedo, y tengo mejor puntería que eso. Lárgate, ya.

Marina, demasiado asustada de tentar su suerte, hizo lo que le dijo, aprovechando para tomar algunas cosas pequeñas de la mochila y esconderlas rápidamente en su chamarra, antes de irse rápidamente, maldiciendo por su fallo.

- ¡Marina! - se giró por reflejo, solo para brincar del susto al ver el cuchillo caer, clavándose en el pasto frente a ella-. Toma. Tampoco te dejaría sin nada en el bosque. No soy un monstruo como tu amigo...

- ¡Vete al diablo! - la insultó, tomando el cuchillo rápidamente antes de seguir su camino.

Johanna solo se carcajeó un rato, antes de bajar con precaución a tomar lo que había obtenido. Al parecer, y a pesar de haber salido ilesa, ella consideró que el árbol ya no era tan seguro, pues emprendió camino por rumbo contrario al de Marina, alejándose en silencio.

-Bueno, estuvo cerca. Ahora la matará el hambre o el frío- a pesar del tono cínico, Annie sabía que era una fachada para su frustración. Finnick debía sentirse demasiado impotente, viéndola sin poder ayudar. Ella también se sentía así, con la diferencia de que ella no tenía ese sentido de protección tan marcado como él rubio.

A ella la atormentaba su empatía y culpa, pero a él, además de lo anterior, lo atormentaba su instinto de querer pelear batallas ajenas y cuidar al prójimo. Ese mismo instinto lo tenía desviviéndose por la gente del muelle, sus amigos, Mags, todos sus tributos, y ella. Últimamente, Annie encabezaba esa lista, y eso la atormentaba. No dejaba de preguntarse qué tan sencilla sería la vida de Finnick si ella hubiera muerto en su momento...

Contracorriente | La Historia de Annie Cresta y Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora