Peligro innecesario

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- ¡Feliz cumpleaños, Finnick! Y que la vida te regale muchos años más - fue lo primero que escuchó una vez se dignó a levantarse, y si bien las felicitaciones nunca le habían encantado, no se atrevería a ser grosero con Thomas Dawson. La mueca de Sena le hizo saber que aquello era información nueva para la escolta. "Con lo entrometida que es, que raro que no lo supiera", pensó, pero claro, saber su cumpleaños no era un chisme jugoso o una información útil para chantajearlo como para memorizarlo: ¿de qué le servía acordarse de algo tan insignificante sobre alguien no querido?

-Muchas gracias, y deseo lo mismo para ti, para ambos- agregó por compromiso, pues si bien la mujer no era de su agrado, tampoco pretendía desearle el mal, mucho menos públicamente-. ¿Cómo van nuestros chicos? ¿Ha habido novedades?

-Para bien o para mal, no. Ambos están bien, separados, pero bien. Todo ha estado muy tranquilo- resumió escuetamente, y Finnick estuvo relativamente satisfecho. Por más que él deseara que los juegos acabarán rápido, sabía que la falta de noticias casi siempre era buena señal. De haber muertos, se sabría-. Mags llamó. Pensó que te levantarías temprano como acostumbras, pero me pidió no despertarte. Te felicita mucho.

- ¿Esa mujer no tiene nietos a quien cuidar? - comentó Sena despectiva, irritando a ambos.

-Esa mujer es amada por todo el Distrito, y algunos tenemos suerte de ser queridos por ella. Me hubieras levantado: hablar con Mags jamás podría fastidiarme...

- ¡Hasta crees que iba a ignorar una petición de Mags! Quiso regalarte unas horas más de sueño, y francamente las necesitabas tras tantas noches de desvelo. Ahora, si quieres hablar con ella, no dudo que conteste a su hijo preferido- sin excusarse mucho más, Sena se levantó de la mesa, claramente fastidiada-. ¿Cuál es su problema?

-No soporta a Mags porque, a diferencia nuestra, ella no disimula que le es repelente.

-Y no la culpo: debe ser fastidioso ver a una mujer de su edad coquetear tan cínicamente con un jovencito como tú. A ningún padre le agradan los asaltacunas: Mags solo te defiende- Finnick asintió con un dejo de tristeza: ella siempre trataba de protegerlo, pero la verdad era que los alcances de Snow eran inmensurables, y nadie podía protegerlo de él, ni siquiera el amor de madre-. Si deseas hablarle, mi teléfono está siempre disponible. No soy tan importante, dudo que a alguien le interese escucharme- ofreció con su característica amabilidad. Finnick le agradeció mientras asentía, aceptando la oferta. Conversaron de trivialidades mientras desayunaban, desde tonterías que habían visto en el Capitolio de las que no se pudieron reír por educación durante esos días hasta anécdotas de casa, ambos añorando su distrito costero a pesar de tan solo llevar lejos una semana.

-... ¡Ay, mi pobre Leo! Por suerte es un joven inteligente y pudo dedicarse a algo más mental que físico, pues siempre ha sido un torpe, ¡jamás ha podido pescar! Cuando su nombre salió en la urna, Gina casi se desmaya: no sabes cómo le agradezco Tiberius haberse ofrecido ese año. Es un buen chico, hombre ya- Finnick sonrió por compromiso, pues Ward no era de sus personas favoritas en esos momentos. Leo era mayor que él, de la edad que tendría Sol, y pese a su torpeza física y naturaleza tímida, era de su agrado, pues heredó la amabilidad de su padre-. Mi Gina, ¡cómo desea ver a nuestros hijos casados! Pero le he dicho que no es bueno presionarlos.

-En eso concuerdo contigo: tiempo al tiempo. Supongo que es natural en las madres querer ver realizados a sus hijos, y para muchos eso es sinónimo de matrimonio e hijos- si bien Finnick no tenía mucha idea de esos temas, siempre conseguía adaptarse a su interlocutor.

-No la culpo, para nosotros lo fue. También quiere a Annie de nuera- comentó risueño, sin saber lo imprudente que resultó decirlo frente a Finnick, quien hizo su mayor esfuerzo por disimular su molestia-. Es una niña dulce, pero ni siquiera le ha hablado más allá de un par de saludos durante las fiestas. Se nota que es muy tímida, aunque contigo se lleva bien.

Contracorriente | La Historia de Annie Cresta y Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora