Sangre en el agua

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5 días.

Los Juegos ya se habían prolongado 5 días, de los cuales 3 habían sido en completa inactividad. Y sí, gran parte de la culpa caía en Annie, quien seguía aferrada a su efectivo escondite, siguiendo el consejo de Finnick. No quería que la atraparan.

Tampoco es que tuviera mejor plan como alternativa: su cabeza estaba demasiado turbada como para hilar algo coherente. No ayudaba mucho el hecho de que el hambre y la sed la mantuvieran en un estado más cercano a la muerte que a la vida.

-No le dieron ni un tercio de lo que mande...- Meghan observó cuando le mandaron la comida y el agua. Aquello parecía un almuerzo, no algo para durar días. Finnick no lo había cuestionado, después de todo, creyó que viniendo de un Distrito ya era mucho que lo hubieran mandado en primer lugar, y que seguramente era todo lo que pudieron costear.

No era suficiente.

Hacer durar un pequeño almuerzo y una botella de agua tres días parecía una tarea casi imposible para alguien ya famélico, pero era lo que Annie había hecho para aguantar, no teniendo el valor de asomarse a buscar algo más abajo. Menos después de que Acacia, cansada y armada con un hacha, hubiese decidido acampar en la sombra debajo de su árbol-escondite, dejándola atrapada en la copa a la espera de que no la encontrase. Las apuestas ahora eran sobre en cuánto tiempo tardaría en notar a la personita escondida entre las ramas sobre ella, lo cual tenía a los pocos partidarios de Annie con los nervios a flor de piel. Un movimiento en falso, un ruido pequeño y la descubría, y no se necesitaba ser adivino para saber que no acabaría bien para la pelirroja.

-Voltea arriba, maldita sea-escuchó a Blight algo impaciente, mientras que Olivier, otro mentor del 7, observaba con él a la joven iniciar un fuego. El aroma a comida que no podía tocar debió ser una tortura en sí mismo para Annie, quien observaba con soslayo la carne y el agua, incapaz de bajar a reclamarla.

Uno pensaría que Annie aprovecharía para matarla mientras dormía, o que simplemente huiría lejos aprovechándose de ese estado de inconsciencia, sin embargo, Annie no hizo nada, amaneciendo junto con ella al día siguiente, siendo inadvertida por la chica del 7, quien simplemente siguió su camino en busca de tributos para matar.

Annie dormía, más no descansaba. Annie comía, pero no mataba el hambre. Annie no tenía control de su cuerpo y de su mente a la vez, y conforme pasaba el tiempo, más sentía que esa marea de locura incontrolable la ahogaba, dejándola fría y catatónica, como una muerta en vida en el fondo de un mar negro interminable...

El estado físico y mental de Annie en declive no era un misterio para la gente viéndola tras sus pantallas, sino que, al contrario, era tema de discusión para muchos que creían, se había vuelto loca...

¿Qué le pasa? ¿Por qué no actúa? ¿Con quién habla? ¿Por qué no se mueve? ¿Por qué tiembla? ¿Qué mira tanto?

Finnick escuchaba todos y quería golpearlos, después de todo, no podía siquiera pensar cómo es que había gente tan insensible. Loca, de todo lo que pudieran andar inventando, llamarla loca....

Tener miedo era una reacción natural. Llegar al grado de paralizarse del miedo, también. No era algo que naciera de la supervivencia, y eso era porque Annie no había sido una sobreviviente antes de todo aquello, ni había entrenado como una. Era una chica normal, dulce e inofensiva para empeorarlo, que había sido arrojada a una masacre cruenta en menos de una semana. Habían decapitado a su amigo frente a ella, su sangre manchando su cabello, piel y ropa desde hacía días... ¡Y se atrevían a llamarla loca por estar traumada, catatónica de miedo! ¡Por ser normal!

"Su muerte ya va retrasada, es muy aburrida..."

Aburrida. Se merecía morir por eso, por aburrida...El mundo se podía ir a la mierda si ella se moría por aburrida.

Contracorriente | La Historia de Annie Cresta y Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora