Contracorriente | La Historia de Annie Cresta y Finnick Odair

Desde adentro

Con su suerte, ella había esperado un desierto.

August había estado de acuerdo, o eso pareció, pues como recuerdo le dio una simple aguja de pino. "Para que no extrañes tanto...", le dijo, o algo similar. No lo recordaba muy bien, si era sincera. Había estado demasiado conmocionada como para prestar atención más allá de sus brazos, de su abrazo, de su llanto. Johanna ni siquiera recordaba la última vez que había llorado antes de eso.

6 veces.

Ella no pedía teselas ni nada por el estilo, así que su nombre tan solo había estado 6 veces...

Ella tenía conocidos a quienes les faltaban dedos en el cuerpo para contar las veces en que su nombre estaba en la urna...y aun así fue ella, quien solo tenía el mínimo para su edad.

Su vida era chiste de mal gusto...aunque bueno, la arena fue una ventaja, dentro de todo lo malo. Quizá no era idéntica al 7, pero que fuera un bosque ya era algo bueno.

Para bien o para mal, su padre le había enseñado desde muy niña lo básico para sobrevivir una noche en el bosque si es que un día llegaba a perderse...ahora solo debía hacer durar esos conocimientos lo que fuese que durasen los juegos.

La decisión de jugar el papel de tonta e indefensa fue anti-intuitiva, pero decidió que, si le había funcionado a la del 4 el año anterior, podía servirle a ella.

Claro, la diferencia radica en que, mientras que la pelirroja era realmente tonta y débil, ella no. Johanna era perfectamente capaz de enfrentar a cualquiera que se atreviera a querer hacerle daño, y estaba dispuesta a salir de ahí viva, cueste lo que cueste.

Había conseguido un cuchillo de uno de los cuerpos, no recordaba quien. Eso, y la mochila que alcanzó a tomar antes de correr a esconderse, eran sus herramientas, y eran más que suficientes.

Resolvió en trepar a uno de los árboles para dormir y refugiarse de cualquier posible animal, relegando el saco de dormir al papel de una manta improvisada. Si bien resentía no poder usarlo, no quería arriesgarse a los depredadores. No sabía si la arena usaría animales mutos ese año...pero no quería descubrirlo.

Jugar a la tonta, llorona y débil quizás le costó puntaje y patrocinadores, pero también la mantuvo lejos de la vista de los profesionales, quienes se fueron a yugular con los de puntajes medianamente altos o decentes.

Le dolió el orgullo al tener que aguantarse las ganas de lanzarles un hacha a la cabeza cuando se rieron de ella y su "terrible puntería" durante sus prácticas y sesión privada...y ahora solo deseaba poder arrancarles la sonrisa de la cara a cuchillazos. Quizás no era un hacha, pero podría apañarse con eso.

"Espero que Phil no deje que Jenny vea esto...", pensó mientras jugueteaba con el arma, preocupada por su sensible hermana mayor y su futuro sobrino o sobrina. La pobre casi se desmayó en media plaza cuando la cosecharon, y la última imagen que tenía de ella era hecha un manojo de nervios y llantos, apenas contenida por sus padres y esposo para que no asustara de más a sus hermanos pequeños, quienes no comprendían del todo las reacciones de los adultos. No estaba bien que se estresara tanto en su estado.

De todos modos, no la culpaba: ella también habría entrado en crisis si Jackie hubiera sido la elegida en su segundo año. Claro, solo que, en vez de gritos y desmayos, Johanna se hubiera ofrecido...y sabía que, si Jennifer hubiera estado en edad, lo hubiese hecho por ella. Si August hubiera podido, hubiera tomado su lugar, eso también lo sabía...

...Sí, había valido la pena hacerse pasar por una cobarde enclenque.

Ella no tenía que demostrarle nada a nadie: la gente que la conocía ya sabía de lo que era capaz, y los que no le eran irrelevantes. El factor sorpresa también la ayudaría en caso de tener que enfrentarse a alguien: el o la pobre infeliz que lo hiciera esperaría una debilucha, no a ella.