- ¿Hola?
- ¿Annie?
- ¿Finnick? ¿Estás bien? - preguntó preocupada, lista para tomar el próximo tren al Capitolio si lo necesitaba.
Era casi medianoche y él sonaba alterado, lo cual no ayudaba a sus frágiles nervios. El rubio limitaba sus llamadas a lo mínimo indispensable por cuestión de seguridad (temía que los teléfonos de los Cresta estuvieran intervenidos), pero incluso en esos casos, él solía hacerlo en horas convenidas, no tan tarde. Tenía que ser una emergencia.
-Sí, amor, solo... quería comprobar que todo estaba bien. Perdón si te desperté.
-Sabes que nunca estoy dormida a esta hora- lo calmó-, pero sé que no es sólo eso- ¿Cómo podía leerlo tan bien por teléfono? O era bastante intuitiva, o lo conocía muy bien. Finnick pensó que era una combinación de ambas cualidades, pero no sabía qué tan conveniente sería a largo plazo-. Estoy segura de que podemos hablar de eso una vez que vuelvas, ¿cuándo será?
-Gracias. Espero que pronto, pero aún no lo sé- la escuchó suspirar. Odiaba darle malas noticias, pero no le mentiría-. No pasará mucho tiempo, lo prometo- bueno, tal vez una pequeña mentira para endulzar la situación no le haría daño. Él buscaría el modo de que fuera realidad-. ¿Y qué estabas haciendo?
-Nada en realidad: pensar, supongo. Tratando de aceptar el mañana...- no pretendía que sonara tan dramático, pero, ¿cuándo había dicho algo normal? Por eso la gente la encontraba rara, incluso antes de la arena.
-Sé que va más allá de eso, amor, pero que mañana solo sea tu cumpleaños, ¿sí? Las divagaciones nocturnas simplemente te hacen pensar en cosas del pasado, normalmente las malas- hablaba por experiencia-. ¿Vas a hacer algo para celebrar?
-Algo así: Meg y Marlo me van a hacer una fiesta, pero es una sorpresa- medio bromeó, haciéndolo reír-. A Meg le pareció prudente advertirme un poco: no sé si sentirme agradecida u ofendida por eso. Es decir, lo entiendo: soy una ermitaña, pero, aun así, me gustan las buenas sorpresas. Si vinieras, sería una buena sorpresa: imposible, pero buena.
-La mayoría de las cosas buenas son imposibles-Annie sonrió con tristeza: con mucha menos frecuencia que ella, pero él también tendía a dramatizar sus emociones. Supuso que la diferencia era que él sabía socializar, y ella no-. Feliz cumpleaños, Annie- notó la hora en el reloj: era medianoche, ya el 10 de septiembre.
- ¡Ya tengo 19! - fingió entusiasmo-. O algo así, fui prematura: ni idea de si funciona distinto- eso sí le sacó una carcajada: Annie a veces era tan irreverente, siempre lo había sido. Aunque era una buena pregunta: no sabía la respuesta tal cual.
-Supongo que lo es: puede que haya sido temprano, pero sigue siendo el día que naciste.
-Es verdad. Al menos te hice reír con eso: odio que te preocupes por lo que pasa aquí. Te prometo que estamos bien, solo te extrañamos. Yo estoy "bien", solo extrañándote. Preocúpate por mantenerte a salvo y volver con nosotros, conmigo.
-Te amo.
-Yo también te amo.
-Diviértete en tu fiesta, ¿de acuerdo?
-Lo intentaré, lo prometo. Me voy a dormir, ¿sí? Intenta dormir un poco también. Descansa, y cuídate.
-Igual. Nos vemos pronto, lo prometo.
Una vez que colgó, Finnick tomó una gran bocanada de aire. Bien, ella estaba bien. Su pequeña "cita-no-cita" con Sladek y su curiosa charla criminal con Heavensbee no había llegado a oídos inoportunos, y más importante aún, no había tenido consecuencias en sus seres queridos. Todo estaba "bien", o al menos, igual a como era antes de que supiera sobre los rebeldes.
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Contracorriente | La Historia de Annie Cresta y Finnick Odair
FanficLa vida de Annie se quiebra cuando su nombre sale el día de La Cosecha. No tiene nada a su favor. Nada, excepto él: Finnick Odair, su mentor. ⚠️Advertencia: Esta historia contiene temas sensibles como representaciones gráficas de violencia, sexual...