Maremoto

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Finnick se lo había buscado si tenía que ser honesto, pero eso no lo hacía más fácil de soportar.

Debería haber adivinado que si Aria y Annie no estaban invitadas a la reunión, esa era razón suficiente para no ir, pero River insistió y se sintió mal por decir que no: supuso que años de servicio en el Capitolio lo habían condicionado a nunca decir esa palabra, por más que deseara hacerlo.

En ese momento estaban "La Sirena Mutilada", una taberna de mala muerte que, a pesar de su espeluznante nombre, estaba bastante animada ese viernes por la noche. Finnick sabía que hubo un tiempo, no hace mucho, en el que funcionaba como un burdel no oficial (después de todo, había visto a la madre de Aria entrar y salir del edificio varias veces durante todos esos años), pero afortunadamente las restricciones cada vez más estrictas en el distrito habían vuelto inviable ese modelo de negocio, limitándolo entonces a un lugar donde los pescadores, marineros y demás gentío iban a distraerse tras largas jornadas de trabajo bajo el sol, o de lo que fuera que los aquejaba. ¿La prostitución desapareció? No, pero de todos modos los problemas nunca desaparecen en Panem. Se volvió más discreto y ajeno, lo cual Finnick agradecía amargamente, pues no deseaba estar en sitios así en casa: demasiado tenía con la decadencia del Capitolio.

Además de River, unos excompañeros y amigos de su temprana adolescencia los acompañaban, y aunque le dio gusto saludarlos, Finnick hubiera preferido charlar en cualquier otro sitio, sin tener que aguantar sobrio sus comentarios desatinados en su embriaguez.

Como hombre, lamentablemente podía decir, sin temor a equivocarse, que la mayoría de las veces cuando los hombres se reúnen y no hay mujeres amadas alrededor, hacen y dicen estupideces a sus espaldas. Él lo había hecho, por eso le constaba, aunque sus estupideces eran bastantes diferentes a las del promedio: casi logró que él y sus seres queridos fueran asesinados debido a su comportamiento "rebelde" en el Capitolio una o dos veces, en cambio Peter prefería coquetear con una de las meseras apenas minutos antes de anunciarles que estaba comprometido con una tal Marissa, quien claramente merecía mejor que terminar anclada a ese idiota, fuera quien fuera. La mesera, a pesar de mantenerse gentil, parecía pensar lo mismo que él sobre Peter, el idiota. Finnick cortó esa incómoda escena pidiendo algo con amabilidad, cosa que la chica agradeció mientras se alejaba rápidamente de la mesa. Finnick jamás entendería porque las personas se comprometían si no pretendían ser fieles, leales, ¿no era ese el punto de hacerlo?

- ¿Qué más podía hacer? No había otra forma de que me dejara ir más lejos con ella: no matrimonio, no sexo, y estoy cansado de deambular buscando un acostón, ¡más si va a ser con una cualquiera! - River tuvo que mirarlo desde su extremo de la mesa para recordarle que no valía la pena pelear antes de que Finnick se mordiera la lengua por el bien de la paz. Tenía razón, pero igual era molesto-. No es que Finnick pueda identificarse, por lo que sé...

- ¿Qué sabes tú, Pete? - si bien su tono continuaba tan casual como lo había sido durante toda la noche, River sabía mejor que creer esa fachada. Estaba enojado, y bastante. "Maldito Peter, ¿por qué tenías que colarte?", lo maldijo, listo para frenar cualquier pleito.

- ¡Ninguna mujer te pondría esa mierda de excusa! - el resto del grupo asintió con él, algunos alegremente borrachos, otros con un dejo de envidia en su voz-. Amenaza, más bien. Lo que hacen por anclar a uno...eres afortunado, Odair. ¡Por Finnick!

Todos alzaron sus tarros, y Finnick, sin saber qué hacer, solo se dejó halagar por los hombres, tomando nota de todo lo que soltaban en su estado de ebriedad. Quizás alguna de las obscenidades que confesaban le servirían de algo después...aunque lo dudaba...Maldita sea, ¿cuál era su obsesión con el sexo?

Quizás él era el raro ya que a nadie más parece molestarle el tema. Probablemente él era el problema, dadas sus circunstancias. Si la vida era buena, él era el único en el grupo obligado a estar con extraños desde los 14... Ahora con 20 y con más "amantes" que años vividos, estaba harto de ese aspecto de la vida, tan ajeno al concepto de amor que él conocía.

Contracorriente | La Historia de Annie Cresta y Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora