Entrevistas

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Annie se dejaba vestir, peinar y maquillar sin decir nada, moviéndose a como su equipo le indicaba que hiciera, queriendo salir del paso lo más rápido posible. La agobiaban sus palabras, rápidas e incesantes, a las cuales solo atinaba a asentir desinteresadamente, sin escuchar realmente que querían decir...

-Luces preciosa, Annie.

- ¡Seguro te llevas el corazón de alguien esta noche!

- ¡Aunque una sonrisa no te caería nada mal, rojita!

Annie esbozó un intento de sonrisa antes de voltearse, enfrentando su reflejo. 

Era mucho más sobrio aquel atuendo que el del desfile, pero en la moda del Capitolio eso no era mucha diferencia. 

Llevaba un vestido bordado en perlas, el escote caído en v haciéndola sentir de repente incómoda con el cabello alzado, pues sería incapaz de disimularlo. El corte sirena resultaba apropiado dado al apodo tonto que los medios le habían dado, pero también sumaba, junto al escote en la espalda, a las cosas que la hacían sentir demasiado expuesta ante extraños. Lo único que realmente disfrutaba de su arreglo, lo único que le confortaba un poco, era la peineta de su madre, la cual combinaba con las perlas de su vestido y resaltaba entre el tono rojizo e intenso de su cabello.

- ¡No sabía que en los distritos tuvieran baratijas tan lindas! - las ligeras palabras de Dhama eran de mal gusto, pero Annie decidió no tomarlas muy a pecho.

- ¡No la llames así, Dhama! Además, ¡es el 4! Seguro les sobran perlas,  ¿o no?

-No dirían que nos sobran, la mayoría llegan aquí. Y, de todos modos, no son tan comúnes...

-... ¡Ven! ¡Les dije que se veía lujoso, inusual! ¡Lo bueno es que en el Capitolio hay!

Annie se volvió a morder la lengua para no puntualizar lo desubicado de sus palabras. No tenía punto, no entenderían. Portia, quien todavía arreglaba algunos detalles de la bastilla, permanecía callada, si era por prudencia o concentración le era desconocido.

- ¿Y Cinna? - le preguntó después de un rato, la ausencia del hombre le había llamado la atención desde el momento en que se adueñaron del cuarto.

-El solo venía a ver este año, querida. Ver es la parte linda del trabajo- "...a nadie le gusta la parte dura",  murmuró entre dientes antes de volver a su tarea. Annie no sabía que podía ser duro en diseñar atuendos, pero tampoco tenía curiosidad en el tema-. ¡Listo! Te ves preciosa, pero las perlas más lindas son las de una sonrisa a la cámara, ¿está bien? Caesar está acostumbrado a lidiar con toda clase de personalidades, así que tranquila: no te dejará quedar mal.

La rociaron con un perfume dulzón al cual había agarrado gusto durante aquellos días antes de dejarla salir del camerino.

-Wow...-dijo Wade, avergonzándose un poco, sacándole una risita a la chica-. Nada mal, Cresta. Aunque eso sí, no te lo hicieron muy apto para el aire acondicionado...

-...A ti también te dejaron guapo, Seaver. Te peinaron y todo- él chico frunció levemente el entrecejo: a alguien no le había gustado su arreglo.

-Parezco un idiota. Lo peor es que al parecer es un estilo popular-apuntó disimuladamente a unos hombres que conversaban, ambos con ese mismo tupé-. Pudo ser peor: los amenacé con herirlos si acercaban las tijeras como querían hacer en principio...

-...Que feo caso...

-...Aunque sobreviviera, no habría forma humana de regresar a casa sin ser blanco de burlas si me llegan a ver así...

Contracorriente | La Historia de Annie Cresta y Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora