De repente, no sentía frío. De hecho, todo lo contrario. Quería quitarse la chamarra.
- ¿Wade? - susurró, mirando a ambos lados, sorprendida de haberlo escuchado. No fue él. Era obvio, estaba muerto. Era una lechuza ululando. A pesar de ser temprano el sol no salía, y el frío iba en aumento. Había querido guardar la comida, pero tenía tanto frío, y el saco y la chamarra hacían tan poco por ella...se sentía entumecida, lenta y torpe. Apenas podía pensar, y ahora creía que alucinaba.
Si el viento empezaba a golpear con más fuerza, Marina pensaba que saldría volando. ¿Era normal tener tanto frío que sentías que la nieve y la escarcha quemaban?
Un paracaídas descendió lentamente, sorprendiéndola. Finnick. ¿Cómo podía verla, débil y temblorosa y seguirle ayudando? De verdad lo había juzgado mal.
-Gracias- se atrevió a decir en voz baja, tomando el termo de sopa caliente.
Lo has hecho muy bien, Marina. Annie dice que es normal que empieces a sentir calor, pero no es real, no te quites nada.
Quédate donde estás. Johanna te encontrará. No le hagas nada, escúchala.
Cuídate las espaldas.
-F
Annie...aun ahora, que ya no tenía por qué fingir preocupación, buscaba ayudarla. Casi podía verla leyendo libros sobre climas fríos y sus malestares, tratando de encontrar algo útil antes de que Finnick mandará el termo. De verdad deseaba poder disculparse. Sabía que Wade, estuviera donde estuviera, no estaría orgulloso del modo en que había tratado a su última amiga, su aliada...
¿Johanna? ¿Por qué tenía que escuchar a esa maldita del 7?
Finnick debía tener algo entre manos, pero le daba desconfianza. ¿Estaba tan desesperada como para hacerle caso?
La respuesta era sencilla: sí. A ese punto, era morir asesinada o de frío, y prefería correr el riesgo con Mason que enfrentarse a la dura noche fría, sola...
-Wade...te necesito...
Finnick esperaba que todo saliera bien, o al menos, trataba de convencerse de que era posible.
Trixie era tan privilegiada como estúpida, así que no fue difícil convencerla de volver a patrocinar a Marina. Odair asumió que eso era lo más cercano a amabilidad que obtendría de ella. Claro, si se podía llamar amabilidad a concederle un "favor" e inmediatamente darle la orden de verla en un antro para retomar donde lo habían dejado la última vez...
"¿No tiene otra cosa que hacer además de enfiestarse, drogarse y coger?", pensó Finnick con disgusto, respondiéndose asi mismo rápidamente: "Claro que no". Siendo hija de un político-empresario de la talla de sus padres, ella jamás tendría que mover un dedo para conseguir algo. Todo le era entregado en bandeja de plata, platos de oro...
Esclavos de oro...Él, el sol del 4, el del tridente dorado. Beatrix y sus hermanos obtenían lo mejor, siempre.
-No tienes que evitarme. Sé a dónde vas- escuchó la pequeña voz de Annie tras de él- La sopa no es gratis...- su tono no era acusador. Nunca lo era, realmente. A lo mucho, había tristeza, por él, por ambos.
Finnick, en efecto, había tratado de evadir a la pelirroja, pues no se sentía orgulloso de lo que iba a hacer. A pesar de sus circunstancias, e ignorando su racionalidad sobre ellas, él todavía sentía que la estaba traicionando. Él no era buen material para pareja simplemente porque no podía ser fiel, no mientras dormía con otros y negaba su amor por Annie, quien se quedaba sola.
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Contracorriente | La Historia de Annie Cresta y Finnick Odair
FanfictionLa vida de Annie se quiebra cuando su nombre sale el día de La Cosecha. No tiene nada a su favor. Nada, excepto él: Finnick Odair, su mentor. ⚠️Advertencia: Esta historia contiene temas sensibles como representaciones gráficas de violencia, sexual...