Una promesa

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-Siempre me asusta cómo, teniendo tantos problemas reales de los que preocuparse y temer en el Distrito, la gente todavía elige estar nerviosa por los fantasmas, la mala suerte y las maldiciones. Es ridículo- Thomas se encogió de hombros mientras le servía una taza de té humeante. El mayor había ido a la cocina a servirse algo para el insomnio cuando se encontró con que Finnick estaba en las mismas, leyendo en la estancia de madrugada. Sin querer despertar a ningún avox tan tarde, Dawson preparó el té para ambos-. Gracias.

-No hay de qué. Mira, entiendo tu punto, pero a la vez, el 4 siempre ha sido supersticioso: es parte de su encanto- respondió Thomas quitado de la pena, haciéndolo bufar-. Por otro lado, basta con conocer a Annie un poco para darse cuenta de que es una niña encantadora cuyo único "defecto" es ser demasiado tímida y ermitaña. Si la conocieran más, seguramente dejarían de culparla de esos males: el culpable es otro. Sé que debe ser en especial frustrante para ti escucharlo, con eso que son cercanos- en cualquier otro momento, Finnick hubiera respondido evasivamente o a la defensiva, pero debido a la hora y a la buena reputación del tranquilo hombre frente a él, solo asintió. No era una amenaza.

-Siempre es nuestra culpa cuando las cosas van bien y cuando las cosas van mal: fue demasiado optimista de mi parte pensar que Annie sería la excepción a la regla.

-La gente cree cosas, Finn: hemos tenido vencedores cada década, sí, pero la mayoría de las veces, después de un vencedor, los demás mueren. Fui el vencedor de los 35º Juegos del Hambre: después de mí, todos murieron. Cuando Eddie ganó el 52, todos los demás murieron: él fue el vencedor odiado por eso. "Uno por década", la gente comenzó a bromear sombríamente, pero luego llegaste tú, en el 65, y despues de ti estuvieron Tiberius y Sol, en el 66 y 68, y pues fue un cambio bienvenido: más allá del ego de ser profesionales, tener un vencedor es un niño muerto menos en el 4 cada año...

-Pero al final es lo mismo: si solo había un vencedor por año, morían 19 en la década independientemente- a excepción de en el segundo Vasallaje, donde murieron el doble en un año. ¿Qué debían esperar el siguiente Vasallaje, a solo 3 años de distancia? ¿Cómo podría ser más cruel que los Vasallajes anteriores? Finnick no quería siquiera imaginarlo...

-Sí, pero supongo que era más fácil ofrecerse voluntario con la esperanza de ser el ganador de la década que saber que ya había alguien más con ese título: si el ganador llegaba en los primeros años, la gente asume que los próximos años serían de muertes. Tu victoria fue muy celebrada por tu edad, y la de Tiberius por ser la primera y única victoria en racha que hemos tenido. Sol no fue en racha, pero fue en la misma década, seguidilla: fue esperanzador...

-...Y cuando ganó Johanna, mató las esperanzas de nuevos vencedores, porque ya está la vencedora de la década: Annie, la del 70, la que golpeó al presidente, para terminar de condenar el asunto- terminó Finnick por él, sorprendido de cómo alguien con tan bajo perfil y buen corazón como su Annie podía generar tanta controversia simplemente existiendo...

-Tú lo dijiste- respondió él, claramente molesto por el tema, antes de agregar con calma-, pero al menos, guste o no a la gente, Annie está con nosotros, y estoy seguro como digo de que es querida en nuestra isla, nuestra casa- y por eso le agradaba Thomas: era de los pocos que parecía no haberse amargado en lo absoluto tras su experiencia en los juegos, siempre despreocupado y gentil con el prójimo. Era fácil olvidar que, como la mayoría de los vencedores, aquel amable hombre padre de familia y esposo era un asesino de los Juegos.

-¿Cómo lo haces?- el mayor lo miró fijamente, confundido, y Finnick dudó un momento antes de explicarlo: hizo la pregunta, bien podría obtener la respuesta-. Para vivir como vives, ¿cómo lo haces?

-Trato de ser agradecido- dijo mientras terminaba su taza de té-. Sí, los Juegos del Hambre no deberían existir, pero existen y no puedo hacer nada para cambiar eso: estoy agradecido por los sobrevivientes y por ser de nuestro Distrito, que es, por mucho, uno de los más afortunados. Ninguno estamos bien del todo, pero hemos formado una pequeña comunidad confiable en la Isla, algo no tan común en otros distritos, y no tenemos que lidiar con los traumas de la arena en completa soledad como es el caso de otros. Tengo a Gina, el amor de mi vida, quien me dio el mejor regalo, mis cuatro hijos, y gracias al Distrito de voluntarios en el que vivimos y a que nunca llamé la atención de Snow, ninguno tuvo que pisar la arena de los Juegos a pesar de que sus nombres sí llegaron a salir en las urnas. Todo lo que sufrí en los Juegos y después de ellos se compensa con la vida digna que les pude dar a mis hijos en la isla: aunque odies escucharlo, tú aún eres un niño, Finn, pero te prometo que si un día decides tener hijos comprenderás lo que te digo. Da igual que tan abnegado seas, a partir de que los tienes tu vida ya no te pertenece, pues ahora mi vida son ellos: si mis niños están bien, todo está bien. Es como tener a tu corazón, pero ahora vive fuera de ti, crece y es asombroso. ¿Cómo no voy a ser feliz? Mi amargura no hace ningún bien a nadie, en cambio mi bienestar da paz a mi familia. Sé que probablemente no querías esa respuesta, pero esa es la verdad- terminó de enumerar sus razones, a la vez que Finnick confirmó lo que sabía de ese hombre: Thomas Dawson era una persona sencilla, y su felicidad basada únicamente en su familia y entorno, ajena al horror en Panem, era prueba clara de ello...

Contracorriente | La Historia de Annie Cresta y Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora