Acción - Reacción

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Los días habían trascurrido con normalidad, cada vez menos estresantes conforme se adaptaban a la rutina: levantarse, desayunar bien, ir a entrenar, comer bien y ducharse, bajar a lecciones de supervivencia de su elección, entrenar un rato más, subir a cenar y preparase para irse a la cama temprano, púes en la mañana habría que madrugar. Era cansado, sí, pero era sencillo, en especial para Annie, quien siempre había sido alguien muy disciplinada. Tener al ocurrente Wade Seaver de compañero en el proceso también ayudaba bastante a mantener la moral arriba aun con aquella rutina tan tediosa. Rutina que extrañó el día en que anunciaron que sería la sesión privada con los vigilantes. No se sentía ni remotamente lista para enfrentarlo.

-¡Suertudos los del 12! Les toca últimos...- se quejó Wade en el camino. Annie recordaba a los del 12: delgados, pálidos, que pese a tener casi su misma edad podía pasar por alguien menor. Eran la imagen de todo menos la de alguien afortunado.

-No digas esas cosas. Aunque sí, tampoco me hace gracia ir tan pronto. Tengo nauseas- él chico la miro con pena, sin decir nada. También parecía nervioso.

-Sin ofender, pero ojalá sean tradicionales y vayan las damas por delante...

-...Caballeroso cuando le conviene, señor Seaver. Casi me sorprende...

-¡Solo decía! Aunque ya veo que no- murmuró una vez llegaron al salón de espera, callándose al instante. Faltaba el chico del distrito 1, Onyx, y todos guardaban un silencio sepulcral.

Lanzaría cuchillos. De todo lo medianamente presumible que había practicado, era lo que mejor le salía. Por más buenas que fueran sus redes y trampas, dudaba de su capacidad de causar impresión alguna. Según Finnick, de eso se trataba aquello: causar impresión, darles algo que los convenza a elegirte, de ayudarte a salir con vida.

-Suerte- susurró quedamente a Wade antes de que se fuera. Los minutos en los que esperó su regreso fueron los más largos de su corta vida hasta el momento, el tic tac del reloj taladrándole los oídos en aquel callado cuarto. Estaba tan concentrada en no llegar a morder sus uñas a la cutícula cuando de repente sintió a alguien tomarla del hombro. Wade ya había salido. Era su turno.

-Te irá bien. Solo finge que no están allí- le aconsejó antes de irse. Si fuera a su piso o a el centro de entrenamiento le era desconocido e indiferente. Inhaló hondo y se encaminó obediente a donde ya la esperaban.



-¿Cómo creen que les haya ido?- cuestionó Enobaria harta del silencio. Era aburrido, más sabiendo el potencial de pelea que traía el tener a Cashmere, Brutus, Gloss, Finnick, Chaff y Haymitch en un mismo cuarto. El bar era el hábitat natural de los dos hombres, pero después de un día largo a todos se les antojo un trago. Se notaba que los querían fuera.

-Es de mal gusto que preguntes eso, Golding. Si quieren presumir de sus engendros, háganlo en otro lado-exclamó Chaff de mal humor, claramente alcoholizado. Finnick se ponía en sus zapatos, después de todo, el 11 tenía una nena de 13 y un niño de 11 ese año. Si tenían suerte, seria rápido e indoloro.

-¿Y por qué deberíamos irnos nosotros, Mitchell? Ya se empinaron medio bar. Vayan a embriagarse a otro lado, seguro tienen guardado de sobra-"Es lo único que saben hacer bien" terminó de decir entre dientes, antes de continuar su margarita. Finnick quiso decir algo al respecto: irse para dejar a los hombres en paz y quitarle esa bebida a la supuesta embarazada, pero claro, Cashmere siguió hablando-.Yo creo que a Gemma le fue bien. ¿Y el tuyo, hermanito? ¿En qué acordaron?

-El insistió con el mazo. No lo culpo, es impresionante, pero bueno, solo espero que en la cornucopia pongan mazos este año. No son mi fuerte, asi que no supe como aconsejarle...¡No como Brutus, que es su arma! ¿Cómo están los suyos, chicos?

Contracorriente | La Historia de Annie Cresta y Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora