Agosto

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El verano se acercaba a su fin con la llegada de agosto: el aire salado del frío mar y los largos días de sol poco a poco iban menguando conforme se aproximaba el otoño, caracterizado por mareas cálidas en contraste con las temperaturas frescas y nubarrones de tormenta.

De acuerdo a Finnick, el otoño era mucho más bello en los distritos boscosos, donde los árboles cambian el color de sus hojas a tonos rojizos, cafés y naranjas, creando hermosos paisajes de naturaleza muerta. "El tono me recuerda a ti", le confesó con una timidez que le extrañó hasta que aclaró que así fue siempre, incluso antes de su reencuentro, 2 años atrás, "No mentí cuando dije que no te olvidé", le dijo haciéndola sonreír, y Annie le aseguró lo mismo, pues era la verdad.

"Le recuerdo la belleza muerta, él me recuerda al mar". Con ese pensamiento Annie se despojó del vestido que llevaba sobre el bañador, dejándolo cerca de la orilla, y entró al agua, caminando con calma hasta que sus pies dejaron de tocar el suelo y comenzó a nadar. No tenía un objetivo en particular más allá de alejarse de todo: desde hacía días se sentía observada hasta por los cocos en las palmeras, y aunque momentos de paz como el presente le hacían ver lo delirante que era ese pensamiento, no podía evitarlo. Le recordaba estar en la arena, pero incluso entonces nunca fue tan patológicamente consciente de las cámaras grabando todos sus movimientos como lo era ahora que tan solo era una cruel alucinación...

"Wade me ayudaba a olvidarlo", pensó mientras aceleraba su nado, odiando todo ruido a su alrededor, pues solo le dificultaba más concentrarse en la complicada tarea que era recordar sus momentos en la arena, con Wade, desde hacía meses...

Era algo que le avergonzaba reconocer, por tanto casi nunca lo mentaba: ya fuera culpa de su mente traicionera o alguna consecuencia de su tiempo medicada, o de su tiempo internada, Annie encontraba complicado recordar a detalle gran parte de lo que ocurrió durante el verano de sus juegos. Era confuso, como si hubiera sucedido hace mucho tiempo en lugar de casi dos años, y tratar de recordar dolía casi como olvidarlo todo. Solo Finnick sabía de su problema, pero a veces casi parecía envidiarle su olvido. El único que tal vez podría entender por qué le molestaba era Marlowe, pero no era una opción a quien acudir por el momento. Como alejarse nadando no parecía suficiente para Annie, se sumergió en el mar...

Sabía que nadaba en un cementerio eterno, que las cenizas de muchos, entre ellas las de sus padres, se mezclaban con la arena del fondo, sin embargo, el silencio absoluto junto con la bellas figuras que la luz formaba a su alrededor la hacían sentir curiosamente a salvo a pesar de saber perfectamente que el mar era tan o más traicionero que las personas: estaba en su naturaleza, mientras que en las personas, era una elección. Algunos hombres, como Snow, simplemente elegían ser serpientes, y era precisamente de sus ojos viperinos de lo que Annie estaba huyendo en esos momentos: sus ojos, y todo lo que sus malditos juegos habían traído a su vida, fuera bueno, como Finnick, o malo, como todo lo demás.

Allí era ingrávida como el aire, simplemente flotando hasta perderse en el mar azul, y su cuerpo parecía ignorar la necesidad de oxígeno y descanso a favor de la paz de las profundidades. Casi se sentía como una auténtica sirena, dispuesta a olvidarse de sí misma en el mar que casi la había matado más de una vez. En eso era como Marlowe, a quien le encantaba navegar a pesar de su buen juicio, o los deseos de sus padres por vivir vidas más sencillas. Su familia siempre encontró su destino en el mar, ya fuera vivos o muertos. ¿Qué tan lejos podría llegar nadando?

- ¡Ven, Cresta!

La voz de Wade sonó distorsionada por el eco del agua, pero de alguna manera lo escuchó. Sabía que no podía ser real, pero eso no le impidió intentar buscarlo, sólo para ver peces y un azul interminable rodeándola. Aparte de los peces, estaba sola.

Contracorriente | La Historia de Annie Cresta y Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora