Niebla

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- ¿Cómo fue tu arena? - le preguntó Marc a su mentor en el comedor, captando el interés de todos. Thomas suspiró, tomando un largo sorbo de su té antes de contestar.

-Una promedio: un bosque con pradera. Creo que la parte más aterradora fueron los ciervos: fueron modificados para ser agresivos, y a diferencia de los ciervos normales, esos mutos eran carnívoros. Afortunadamente para mí, era un tonto que no conocía a los ciervos y, por tanto, asumí que eran agresivos desde el principio y no me metí con ellos. Algunos murieron intentando cazarlos - narró Dawson con simpleza: si el recuerdo de sus juegos le pesaba, no lo evidenció-. Y por eso, niños, les daré un consejo: no se vayan de frente con los mutos, que por más animales que parezcan, no lo son. Lo único vivo y real en esa arena son ustedes.

Ambos, Marc y Cala, asintieron y agradecieron el consejo del mentor mayor, antes de seguir desayunando en silencio, meditabundos. Ya en soledad con su mentor, Cala se animó a preguntarle a Finnick algunas cosas sobre arenas, angustiada.

- ¿Qué haré si la arena es muy diferente a casa?

-Te adaptarás: la mayoría de las arenas son muy diferentes a casa, y aun así tenemos vencedores que logran sobreponerse a su medio- respondió sin rodeos. Realmente no había forma de consolarla en ese aspecto: él no podía prometerle que la arena estaría a su favor, pues nadie más que los vigilantes sabían qué deparaban los juegos ese año-. Lo único que puede hacer es estar preparada para lo peor. ¿Cuál sería la peor arena para ti?

-Una helada, como el año pasado -respondió rápidamente-, o un desierto. Solo los conozco por nombre: no tengo idea de qué se hace en sitios como esos- se quejó.

-Entonces la tarea de hoy es buscar entre todos los archivos de supervivencia de la zona de entrenamiento algo respecto a esos biomas. Si te sirve de algo, casi nunca repiten tema consecutivamente: no creo que sean otras montañas nevadas- aunque a como era Crane, seguramente volvería a usar la tortura psicológica en sus juegos.

A Johanna la torturó haciéndola convivir con cadáveres congelados por días y colocando una Cornucopia fácil de convertir en un horno humano: la forzó a matar a todos con tal de salir de esa situación lo más rápido posible...y no dudaba que sus juegos mentales sólo fueran de mal en peor con el tiempo. El tipo era un desalmado.

Pero claro, Cala no necesitaba saber eso: ya tenía mucho porqué preocuparse como para sumar la posibilidad de tortura psicológica en los juegos a sus temores...

-Si eso es lo que quieres que haga, lo haré- respondió ella con mansedumbre, confiando plenamente en su joven mentor-. ¿Algo más que creas que debo hacer?

-Practica para tu sesión privada con los patrocinadores: si realmente quieres jugar en solitario, no tendrás la Cornucopia, lo que significa que los necesitarás mucho- Cala asintió, y sin decir mucho más, Finnick la dejo en la sala de entrenamiento con una sonrisa conciliadora a sus nervios y palabras de aliento-. Cualquier cosa con la que necesites ayuda, aquí estoy contigo, ¿está bien? - ella asintió, sonrojada, antes de ir a la estación de supervivencia a hacer lo que su mentor había encomendado...

-Te pasa cada año, ¿no? - la voz de Johanna lo sobresaltó desde atrás, haciéndola reír-. Lo siento, rubio. No fue mi intención- se disculpó desvergonzada.

- ¿Qué me pasa cada año, Jo? - a Finnick le hizo gracia el evidente fastidio que le provocaba ese apodo, por más que ella trataba de disimularlo: su temperamento era un cerillo que se prendía y quemaba a la mínima chispa, indómito incluso para ella.

-Tus chicas se enamoran de ti: esa no puede ni disimularlo- respondió como si fuera evidente-. ¿Me recuerdas como se llamaba? - preguntó curiosa.

Contracorriente | La Historia de Annie Cresta y Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora