Agridulce

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Por más que ambos quisieran quedarse en la soledad de su playa, la realidad es que tenían que volver a la isla: desde el hecho de que había gente esperándolos allí, quienes se extrañarían de no verlos, hasta el hambre, pues ninguno tenía con qué pescar y ni nada que desayunar para compartir.

-... ¿Y ahora qué? - preguntó Annie en voz baja, relajada por como Finnick se entretenía con su cabello, acariciándolo y peinándolo con delicadeza mientras se acurrucaba. Él siempre era así con ella, incluso desde antes de que los juegos la quebraran...

- ¿Y ahora qué? - replicó él, aunque sonó más a una pregunta retórica. Él parecía dubitativo, y tardó en responderse-. Ahora mejor volvemos a casa, y haremos lo que tú quieras...-Annie lo miró confundida.

- ¿Lo que quiera? - él asintió, suspirando-. ¿Qué quieres tú?

-Estar contigo. No tener que volver al Capitolio...-confesó con simpleza-. Pero, como te imaginaras, es imposible.

-...Si Snow ya me está usando para amenazarte, ¿Qué tanto puede empeorar lo que hagamos?

-No sé y no quiero averiguarlo, además, no es como que pudiéramos estar juntos de todos modos: yo apenas paso tiempo en el 4, y con la vida que tengo-puso una mueca, recordando las pocas veces en que habían ido juntos al distrito. La gente solo asumía por asociación que se dedicaban a lo mismo. Annie merecía poder recuperar algo de su vida anterior, de las oportunidades que tenía en su vida anterior. ¡Ella quería trabajar con niños, maldita sea! ¿De qué le serviría asociarse con gente de vida decadente como él y la mayoría de los vencedores?

-...A mí no me importa- lo cortó, tomándolo por sorpresa-. Lo segundo, me refiero. Te vas mucho tiempo, sí...pero lo que estás puede ser suficiente. Y sobre lo otro...ya me llaman y me tratan como loca: francamente no creo que se pueda poner peor, e incluso si sí, no es peor que lo que viví estas semanas. Me sentí... abandonada- terminó después de un rato, tratando de calmarse, pues no quería remover esa herida-. Y ahora sé que no me abandonaste, lo contrario- aclaró ella al ver la expresión culpable en su rostro-, pero a eso suena lo que sugieres...

-...No quiero dejarte- aclaró él, mirándola a los ojos-, pero tampoco quiero complicar más las cosas. Al menos tú aún podrías tener una vida normal...-insistió él tratando de ser noble, acariciándole la mejilla, pero no sonaba convincente. Era claro que Annie no le estaba creyendo.

- ¿Cuándo tienes que volver? Al Capitolio.

-En 3 semanas, eso si no me llaman antes- la chica sintió un nudo en el estómago al escucharlo. No sabía que era peor: haberlo dejado ir sin saber qué le ocurriría, o tener que dejarlo ir ahora que sabía el infierno que le iban hacer pasar. Si pudiera cambiar su lugar y ahorrarle el dolor, lo haría-. No estoy herido...-dijo a la defensiva, aun algo incómodo con generar lástima. Él sabía que en sí lo que Annie sentía no era lástima como él la entendía, pero aun no sabía lidiar con eso.

-Lo siento- ella no había querido ofenderlo, pero era difícil no tener compasión, no querer abrazarlo-. Pues haremos lo que queramos estas 3 semanas. Ninguno de los dos jamás podrá aspirar a una vida normal, al menos merecemos eso...

Finnick sabía que tenía que ser la voz de la razón: negarse, pedirle mantenerse como amigos y, con el tiempo, distanciarse con la esperanza de que Snow perdiese interés en ella...pero era tan difícil negarse cuando la tenía allí, en sus brazos, tan enamorada como él, y dispuesta a seguir a su lado a pesar de todo el riesgo. Él ya la había hecho sufrir mucho con sus ambigüedades, y no quería ser la causa de su dolor, incluso si este era por su bien.

-Si así lo quieres, que así sea- ella sonrió levemente, gesto que convirtió en risa cuando él empezó a besar su cuello descuidadamente, haciéndole cosquillas.

Contracorriente | La Historia de Annie Cresta y Finnick OdairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora