T1C12: Endoscopía Uretral.

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Tras la visita inesperada, Abiatti amaneció en su cama, desnudo, maniatado y con varios envases de medicamentos sueltos por toda su alcoba. De inmediato se preocupó, pues no sabía lo que había pasado.

—¡Diablos! Estoy encuerado... ¿Por qué?. —miró a su alrededor. —¡Me duele el pene! Creo... —Entró en pánico. —¡Mierda! ¡Creo que fui abusado sexualmente!

Al mirar la forma en que estaban puestas las ataduras, simplemente tiró de ellas y se liberó.

—Me siento extraño... ¡Me duelen las dos cabezas!

Se vistió y llamó a los cuerpos policiacos. Pasaron sólo 3 minutos, pues la comandancia más cercana, la de la colonia Exauntaus, se encuentra hacia el sur, llegando directo por la calle Dyumai Ca' Orimk y girando a la derecha por Siempreviva, para incorporarse al nodo vial Rovolado-Nosé Tarwenüng, para, de está manera, llegar al edificio. Al arribar los oficiales, Abiatti les dijo lo que pasaba y que no recordaba nada de lo sucedido.

—Me siento sucio, general Anaxímenes.
—No se preocupe, Abiatti, haremos una profunda investigación en su habitación.
—¿Les demorará mucho?
—Eso depende.
—Es que debo llevar a mis hijos a una cita.
—Creo que debería posponer la cita de sus hijos.
—No puedo, no quiero desilusionarlos.
—Está bien. Tardaremos lo que tengamos qué tardar, pero en cuanto sepamos algo le avisaremos.
—Gracias, general.
—Para servirle, señor Abiatti.

Abiatti se preparó rápido y fue directo al 702 para avisarle a sus hijos sobre la inminente salida a la cita.

Por otra parte, el día empezaba bien para Yeret, quien estaba observando las noticias, con la novedad de que la razón de la falta de chorizo durante las últimas horas se debió a un señor local que coleccionaba y consumía este tipo de comida. Se abarcó el tema debido a que una persona hizo público el origen del problema. Resulta que esta persona siguió y miró de cerca al responsable, de modo que pudo ver algunos de esos momentos en que se abasteció únicamente del mentado embutido —ofreciendo sumas exorbitantes, en caso de que le fuese negado el producto— y lo cuál explica, a su vez, por qué hace aproximadamente 2 meses hubo una carencia de prosciutto y jamón serrano... ¡Me pregunto quién habría sido! Pues, obviamente se trata de Tsháhirzkat, solo que no se mencionó su nombre dizque para proteger su identidad.
Una vez vista la noticia, Yeret se puso a reír, y es que tenía mucho sin escuchar una noticia con un trasfondo absurdo o surreal. Luego de desayunar un pastelillo de queso acompañado de Mocca, mientras se ponía una chaqueta de tela de gamuza de tonalidad violácea, Yeret recibió una llamada de su hermano. Contestó la llamada de inmediato.

—¿Bueno?
—Hola —Saludó Abiatti con la voz algo apagada.
—¡Hola, tarado!
—¿Te puedo pedir un favor?
—Espero que no involucre a alguien que te guste.
—No, descuida. Llevaré a mis hijos a la residencia de un cazatalentos.
—¿¡A poco tienen talento esas cosas?!
—Oh, manis, no seas así. Xu Wang podría ser comediante y Feng Li podría ser...
—¿Maquillista?
—Auxiliar en el set.
—Ah, bueno.
—Tengo que decirte algo... Me pasó algo terrible.
—¿Se te rompió una uña?
—Mira, lo que te quiero decir es... —La voz de Abiatti empezaba a temblar.
—¿Ajá?
—Alguien abusó de mí.
—¿Qué?
—Hermana... Tengo huellas de violación...
—¿Te arde el recto?
—No me violaron por ahí. Hasta tengo signos de abuso en mi miembro, me duele mucho. Ni siquiera siento que estuviera allí.
—¡Haha!
—Esto es serio, hermana.
—Oh, perdón. Es que andaba cagada de risa por una noticia que salió. La ciudad, el día de ayer... se quedó sin chorizo... —Contó Yeret seria y luego se tornó risueña. —¡Igual que tú!. —Yeret empezó a reír mucho.
—Hermana... Por favor. No me siento bien.
—Bueno, ya. Lo siento. Sabes que es "bromis".
—No sabes lo mal que me siento. Primero lo de Fer, luego esto... ¿Qué viene después?
—¿Deseas que vaya a tu casa a vigilar el trabajo de los investigadores?
—Si no es mucho pedir...
—No. Ya veo que me necesitas...
—Te lo agradezco mucho.
—Sabes que siempre estaré allí para ti.
—Y yo para ti...
—Por eso te adoro. Espero que le vaya bien a tus hijos.
—¡Vaya, primera vez que te oigo hablar bien de ellos!
—Son mis buenos deseos... No te acostumbres.
—Bueno. Ahí te encargo. Buenas gracias, muchas tardes.
—"¡Ayós!".

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