Era una tarde templada, el sol era fuerte pero fue inmediatamente disipado por una gigantesca nube que daba un hermoso aspecto a dicha tarde. Pasaban ya de las 5 PM, Gabozaki estaba en su casa observando un programa deportivo, Cemanol veía el resumen de lucha libre, y Yeret, la hermana de Abiatti, leía las notas rojas de un diario mexicano al que está suscrita, tolerado por su mente mediante su sensibilidad morbosa al amarillismo de los medios. Su tranquilidad era envidiable, excepto cuando la nota era sobre un feminicidio, un asalto, entre otras cosas que tanto quisiéramos todos que no se dieran lugar en la vida. De hecho, alguna vez pensé al respecto: "Oigan, criminales, existen demasiadas enfermedades mortales ¡Que nos maten ellas, no ustedes!".
Ella era todo un enigma. Durante mucho tiempo no supo lo que era estar soltera, su vida en la transición de la pubertad a la adultez se resumía en "novio tras novio". Todo aquello era bueno hasta que los problemas empezaban, puesto que duró casi 6 años con un sujeto que la manipulaba psicológicamente, de modo que su actuar ante las represalias de los hombres se volvió más vivaz, inteligente e incluso, drástica, pero eso sí, correcta. Muchas mujeres le pedían consejos, lamentablemente a ella no le agrada mucho todo eso de hablar para los demás, pues ha vivido muchas experiencias con gente desagradable al momento de querer hablar en el pasado. Sin embargo, para familiares, amigas (muy pocas) e incluso unas cuantas desconocidas, ha tenido la amabilidad de dar su humilde opinión, una cátedra para las que defienden a los machistas, un consuelo para las vejadas, un eco de las que ya no están con nosotros.
A la par de la hora en que Yeret descansaba con su periódico semanal, Fer y Abiatti estaban en serios aprietos justo en ese lapso. Martín observó el momento preciso en el que Fer demostró afecto a Abiatti como agradecimiento, cosa que hizo encender sus alarmas internas.
—¿Qué crees que haces? —Salió Martín furioso detrás de un Tráiler estacionado.
—Oh, Martín —habló Fer asustada.
—¿Martín? —Abiatti estaba confundido.
—¡Los estuve observando, malnacidos!
—No es lo que crees, Mar...
—¡Silencio, bastardo! —Interrumpió Martín a Abiatti. —No quiero oírte... En cuánto a ti, Fernanda. ¿Cómo osas hacerme esto?
—¿Hacerte qué?, estoy muy agradecida con él por darme un regalo genial, algo que tú no pudiste darme durante todo el tiempo que tuvimos de relación. Él merece más que un abrazo y un beso en la mejilla, pero es lo menos que puedo hacer. Y por cierto, no te estoy siendo infiel, pero sí, sí planeaba huir de ti, eres un hombre terrible.
—Sí, eres un...
—¡Calla, cagada! —Volvió a interrumpir Martín a Abiatti, intimidándolo al grado de hacerlo ocultarse detrás de un árbol. —¡Siempre estuve sospechando de ti, cara de mierda! Eres tan próximo a ella. No quieras defender lo indefendible, Fer.
—¿Qué es lo indefendible? ¿El hecho de que me quisiste forzar a tener sexo?
—No desvíes el tema.
—No desvío nada. Para mí, el tener sexo por primera vez, es algo que debe de ser reflexionado, analizado y por supuesto, debe ser de consentimiento mutuo, así como dialogado con suma antelación, pero para ti no es más que otra cosa fácil.
—Es que... Es nuestra luna de miel, los recién casados hacen esas cosas.
—No exactamente, puede ocurrir antes, puede ocurrir después, pero siempre debe haber mutuo acuerdo. Debe ser consensuado, por las dos partes. Y te reitero, Martín. No te soy infiel.
—Ven conmigo, Fer, debemos seguir en lo que estábamos —Exclamó Martín mientras intentó tomar a Fer de la mano de forma violenta.
—No, Martín, lo que debe ser es que me aparte de ti. No pasaron ni siquiera 24 horas y acabas de mostrarme tu peor faceta. ¡Cambiaste! Para mal... Estoy muy decepcionada de ti. Siempre fuiste tan bueno conmigo, no me imagino lo mucho que te costó actuar como el chico perfecto, ya vi que eres un imbécil... Adiós.
—¡Sí! ¡Ahí te ves, cabeza de res! —Berreó Abiatti con ánimos de burla.
—¿Te irás así sin más? ¡Vuelve! ¡Fernanda! —Gritaba Martín furibundo y desesperado.
—¡Calla, Cagada! —Contestó Abiatti a Martín, devolviéndole su previo insulto.
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Zwölfmex
Humor¿Te gustan los finales non sequitur? A nosotros tampoco. Prepárate para las divertidas, algo extrañas y a veces románticas aventuras de un cuarentón soltero al llegar, con sus primos y su hermana, a la capital de un país hasta ahora desconocido. Pas...