T2C9: Ojos color galaxia

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Évverimkjai saltó del sofá donde duerme, pues alguien comenzó a golpetear la puerta. Era un repartidor de flores. Aún con la mirada típica de alguien que se acaba de levantar, las recibió. Con Tipton roncando y la televisión que permaneció toda la noche encendida en un canal local, dando un infomercial sobre una freidora de aire genérica, Évve se puso a leer la nota que traían las flores consigo. Era un ramo de Crisantemos, la flor nacional. La nota decía:

"Para el ser más especial del cosmos. Espero verte pronto y salir a ser nosotros mismos y amarnos sólo como nosotros podemos. Eres mi antimateria".

La nota olía a colonia de importación. La mujer se confundió bastante, pues está segura de que nadie que conoce le enviaría eso. No pensó en Tipton, pues... ¿Quién querría salir con un viejillo rancio? —o al menos eso fue lo que pensó—. Entonces, recordó de inmediato a Tipton Jr. "¡Su esposa le envió un ramillete de Crisantemos! ¡Qué romántico!", pensó.

Aún así no estaba totalmente convencida de que sea realmente eso. Estaba confundida aún, así que, a la primera persona que se lo ocurrió interrogar, fue a Prádylai, su ex.

Desaliñada y ojerosa, tocó el timbre. Prádylai abrió la puerta y, vistiendo su conjunto para dormir, que distaba de un Babydoll negro casi transparente, antifaz de encaje y un par de flats, hizo que Évve casi se sacara los ojos. A decir verdad ella se sentía totalmente intimidada. Transcurrieron unos segundos incómodos en los que ninguna de ellas pudo decir algo hasta que Évve mencionó lo del ramo.

—Yo no te envié nada. No sé de qué hablas.

Respondió Prádylai, fotofóbica y adormilada, y enseguida azotó la puerta con tal de ya no ver a la chica. Évve se había encerrado solo en esa opción y no podía pensar con claridad en qué otras personas pensar para saber si alguien de ellos fue quien envió el ramo. Entonces recordó que en efecto puede ser que el ramo sea para Tipton Junior.

Alan Tarim, aún en recuperación, observaba una revista deportiva local, con algo de dificultad por su mano vendada. Una de las enfermeras le pidió que se alistara, pues tendría visita esa misma tarde. Primero entró el Dr. Fenebro para retirar el vendaje de su mano y determinar si quitarlo definitivamente o si dejarlo unos días más. Tal parece que la mano de Alan ya está lista. Al poco rato llegó Tsháhirzkat con unas flores. El médico aún no se iba, pero pudo notar que a Tarim no le agradaba mucho que Gáranikh estuviese allí.

En cuanto el equipo médico dejó el cuarto, Tsháhirzkat dejó las flores en el jarrón de agua que acababa de pedir Alan para beber y sentó sus pompas como si nada en la camilla.

—¿Cómo va todo, Tarim?
—Meh.
—Oh.

El silencio incómodo se hizo presente. Tsháhirzkat miraba al techo y Tarim hojeaba rápido su revista. Una de las enfermeras pudo sentir desde afuera la gran tensión que había entre estos dos sujetos, hasta que otra enfermera la jaloneó y le dijo "¡Deja de chismear, metiche!". Tsháhirzkat pensaba en qué decir para romper el hielo, pero parecía más difícil que un exámen de ética para un misántropo.

Évverimkjai regresó a su casa. Al ya ser algo tarde, entró en preocupación, pues Tipton no había despertado aún, cosa que normalmente hace incluso desde temprano. Recordó los problemas de apnea de sueño de Mistáhirolz y temía que el señor Tamarov sufriese el mismo mal. No obstante, al ingresar a la habitación del anciano, este se encontraba despierto, con los ojos muy abiertos y con grandes ojeras. Entonces, la chica estaba ahora preocupada por saber qué era lo que pasaba con él. Antes de que el señor se diera cuenta de que ella estaba allí, había pronunciado un nombre varias veces, como si dicho nombre implicase un recuerdo inquietante.

—Návidai. —miró a Évve. —¡Pasa, linda!

Antes de siquiera desearle los buenos días ella le preguntó si estaba bien. El pobre anciano mencionó que no pudo dormir esa noche ya que de repente le llegaron muchos recuerdos melancólicos que le provocaban sensaciones y emociones desagradables. Tipton Grande no quiso ahondar en ello. Évverimkjai se sentó con él y tomó su mano, como aquella vez que el viejo se dispuso a servir de su consuelo. Le estaba regresando el favor. Tras un silencio breve, Évverimkjai se percató que ya era casi mediodía.

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