T3C5: Salvando al Soldado Pourway

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Era una mañana color cian. El aroma de las eveas y las tuyas le daban un toque forestal al calor de la ciudad. Más estipes que casas. Más pinos que centros comerciales. Más encinos que rascacielos. A veces los desbalances son en realidad una bocanada de oxígeno fresco y revitalizante.

Tarim despertaba de su coma inducido. Sus signos vitales estaban mejor, su ictericia desapareció y, mediante una abdominocentesis, su preocupantemente abombada barriga se redujo hasta marcarse sus costillas. Aún estaba desnutrido, pero al menos su piel ya no lucía entre pálida y verdosa. Un agente de la ICKS, Púlzarij Meráuenai, esperó la indicación de entrada de parte de los camilleros, y es que tenía cosas qué informarle al enano, breve y concisamente.

—Alan Tarim Duramarám.
—Sí, señor.
—Le tengo noticias sobre su demandado.

Tal y como lo habían considerado antes, Tsháhirzkat logró que su sentencia fuera prisión domiciliaria, pero gracias al documento otorgado por Jorge, esto sería por sólo 1 año. Tiempo después sería trasladado al Centro Penitenciario de Zwölfmex, en la colonia Meter Khan, donde pasaría prácticamente los años que le queden de vida. Tsháhirzkat también fue obligado a darle una indemnización muy abultada a la familia Agshaganov, así como a las decenas de miles de ciudadanos que fueron afectados por la desaparición de las empresas.

Mientras al enano le explicaban su nueva odisea, Abiatti llegaba campante a la explanada del club con una gran sonrisa, Carlos Costa de inmediato sintió que no era normal en una persona generalmente seria. Fue con él tras llamar su atención.

—Señor Abiatti, se me hace tan extraño mirarlo tan jovial. ¿Qué le hicieron?
—Conocí a la mujer más neréidica del cuarto mundo.
—¡Carajo, Pourway! ¿Qué esto tiene qué suceder a cada rato? Has estado desdeñado por... cómo 8 mujeres desde que te conocí.
—No debería de tomarle importancia, señor Costa.
—¡Debería!
—¿Cómo va todo con Layla?
—No debería de tomarle importancia, señor Pourway.
—¡Ah, ahora resulta!
—Seremos padres.
—¡Oh, no!
—¿Qué pasa?
—¡Eso significa que tendré qué subirle el sueldo!
—Bendita Ley de subsidio para la crianza.
—¡Los recortes!
—Se le borró la sonrisa, señor.

El sólo pensar de vuelta en la crisis económica de su triada empresarial, logró que Pourway bajara de su nube, a través de un anquilosante sentón luxador de cóccix. Carlos lo miró callar, se dirigió a su morada con su esposa y, una vez sentado en su sillón especial, se sirvió Bourbon y encendió el televisor.

—¿Está todo bien, bebé?
—No me digas bebé, Layla. Se me hace ridículo. ¿Qué tal "Máquina sexual"?
—Uh, está mejor.
—¡Ah! Y sí, estoy bien. Me subirán el sueldo en cuanto el embarazo llegue a término.
—¡A mí también!
—Magnífico.
—¿Ya pensaste en nombres para nuestro hije?
—¿Hije? ¿Qué no detestabas el lenguaje inclusivo?
—Sí, pero aunque a la RAE le rompa las bolas, al desconocer aún el sexo de nuestro incoming baby, lo más apropiado es referirnos al producto con expresiones neutras.
—Cariño, puedes usar "Infante", "Bebé"...
—¿No que no te gusta que te digan bebé?
—Ya no hablamos de eso, chiquita. En fin... A... a parte, todos los nombres noséanos son universales.
—Es que quería ponerle algo más... occidental.
—Me encanta Shútzmarikh.
—Si es niño, Icant. Si es niña... Ennedette.
—Lees mucho a Karen Delgado¹.
—¡Yo quería una escena de sexo entre Sharp y Kai!
—¡No he llegado a esa parte, cállate!
—Calma. No es ninguna parte, es sólo algo que quiero que pase y no más no.

Mámilai Arimari Kozubt Zuzuba, como todo un entusiasta de las artes plásticas, paseaba en el museo Eksh Térra, cerca de la plaza Kránztek. Su esposo, Evaristo Kúranderzk, sujetaba un folleto guía, y, mientras el juez degustaba su helado de chongos zamoranos, recibió una llamada de Tarim.

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