Cemanol volvía del super. Al tener el resto del día ocupado, se vio en la necesidad de realizar las compras a una velocidad inhumana. Con lo equivalente al volumen copeteado de dos carritos de compras llenos, abarrotando la cajuela de su Sedán, el larguirucho señor Cruz sentía el inminente peligro de volcarse, cada vez que daba vuelta en cualquier intersección. Tenía una junta a la qué asistir, por lo que no podía perder más tiempo. Como de manera usual, procedió a estacionarse. Sin embargo, estaba tan nervioso y apresurado que ni siquiera se tomó la molestia de fijarse en los espejos retrovisores. Justo esa mañana, Gabo hacía acto de aparición. Como parte de una sorpresa, decidió visitar a su primo Abiatti en su día tan importante. Lo que el hombre de fuerza sobrehumana no esperaba, era el ver cómo era que su hermano mayor cometía una atrocidad grave al volante.
A la par que esto sucedía, Abiatti trataba de decidir sobre qué desayunar, cosa que había olvidado ya en las horas anteriores. Eran como las 11 de la mañana. Abrió su alacena y esculcó desesperadamente.
—Carajo... Ya me había acostumbrado a estar sólo. ¡Ésta mujer se acabó mis galletas! Me vendría de maravilla un platito de Corn Pops pero ni siquiera eso me dejó. Ahora que nos casemos le tendré qué imponer límites.
Siguió esculcando, hasta sacar una bolsa de galletas del fondo.
—¡Sólo tengo de las galletas esas del payaso! Llevan caducadas desde el 21 de noviembre del 2010¹, pero ni siquiera se ven mohosas. ¡En fin! ¡Rico es el sabor de mi infancia!
Entonces, Yeret entró inadvertidamente a la casa reconstruida de su hermano mayor. Su encomienda era darle un aviso al caput briophyta², esto porque, como es bien sabido, Pourway suele olvidar algunas cosas, y el aviso en sí es de algo que él, se supone, ya debe de tener en cuenta.
—¡Hermano! No olvides que hoy es la inspección de Durámztek. Yo lo estaré supervisando, así que, en caso de que esto termine tarde, espero que no te enojes si me pierdo tu boda... —Yeret observó el desayuno de su hermano. —¿Estás comiendo de las galletas esas del payaso?
—Sí. No recuerdo su nombre. La bolsa está borrosa.
—Yo tampoco recuerdo el nombre, lo que sí recuerdo es que el abuelo las traía mucho a finales de los 2000.
—Sí, por eso conservo ésta bolsa. De milagro pude leer la caducidad. Éstas galletas resultan ser más viejas que tu hija.
—Yo que tú no me comería eso. Seguro te dará chorrillo.
—Bueno fuera, no tiro un cake hace días. ¿Quieres una?
—Extraño su sabor, pero no para tanto.
—¿El de mi cake?
—¡No, perra! El de las galletas.
—Ah, pos sí.Yeret se fue un tanto incómoda. Sabía que tenía cosas que hacer pero recordar el nombre de las galletas que consumía su hermano le inundaba la mente de suspenso. Sabía que tenía qué averiguarlo para estar tranquila. En el mismo instante en que ella abandonaba el 701, Méristak Jrzovich entraba, y se miraba un tanto cansado.
—Señor Pourway. Se hace tarde para la mini reunión que tendremos para ver lo del dinero. Apresúrese, por favor. Ya puedo sentir la suavidad de los billetes.
—Sí, doctor. Ya casi termino mi desayuno. Nos vemos en el anfiteatro del bosque a la 1 PM.
—¡No más! Si se tarda le voy a decir palabrotas... ¡Palabrotas fuertes!Tras acabar su añejo almuerzo, Abiatti empezó a sentir leves algias características del tenesmo fecal. Se apresuró en ir a su baño para dejar caer el cilindro de mole.
Cemanol, accidentalmente, rayó el auto que tenía tan sólo a un lado. Rápidamente bajó de su coche a ver qué sucedía. Se llevó una sorpresa desagradable.
—¡Oh, no! ¡Es el carro de Gabo! ¡Me va a cortar la verga! Tal vez deba hacer una maniobra... ¡Ya sé! Retrocederé y huiré, metiéndole quinta velocidad, nitro y reversa con giro...
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Zwölfmex
Humor¿Te gustan los finales non sequitur? A nosotros tampoco. Prepárate para las divertidas, algo extrañas y a veces románticas aventuras de un cuarentón soltero al llegar, con sus primos y su hermana, a la capital de un país hasta ahora desconocido. Pas...