La procrastinación es un elemento común en los miembros de la familia del Señor Abiatti. Si bien las llamadas eróticamente inusuales continuaron, nadie se ha dado a la tarea de dar con quién o quienes sean los responsables, mucho menos, esas dos personas que ya estaban metidos en dicho asunto, Gabo y Abiatti. A pesar de no confirmar nada aún, Abiatti sigue creyendo que la persona que hizo la llamada tenía un acento idéntico al de los chinos, haciéndoselo saber a todo hombre que se topara. Abiatti, al conocer de los idiomas y dialectos por pasatiempo, difícilmente puede confundir acentos, así que en efecto sabe que es chino mandarín, el idioma más hablado del mundo actual, el usado en las provocadoras llamadas, o al menos, ese acento.
Ahora, vayamos con Fer y su príncipe azul que se convirtió en un misántropo, una vil máquina de celos. Pasaron los días y llegó uno especial, el día de la boda entre Martín y Fer, quien para entonces empezaba ya a dudar de si realmente quería contraer nupcias con un imbécil. Luego de lo vivido con sus amigos, después con sus primos —en una visita que hicieron estos últimos hace una dupla de atardeceres— y hasta con sujetos absolutamente desconocidos, a Fer lo único que le quedaban eran muchas preguntas qué hacerse. De hecho, llegó un momento en el que ella simplemente ya no podía verlo de la forma en la que solía hacerlo. Es ya el día en que Fer se casará, y ya todo está listo. La ceremonia se llevará en el colosal Templo LaVey (para fieles satanistas y uno que otro ateo que quiere un digno matrimonio "a la iglesia"). Cabe destacar que Fer eligió el lugar y la terraza para el evento, pero no todo está definido, pues la pobre chica aún tiene bastantes interrogantes en su mente.
Luego de platicarlo con su mamá y Paola, su hermana mayor, Fer acordó prepararse para la boda, no posponer nada, ella confía aún en su novio y está segura que Martín cambiará.Por otro lado, Abiatti, al enterarse de esto y a pesar de sentir algo de envidia por la suerte de Martín, desea prepararle un gran regalo a Fer quien, a fin de cuentas y después de todo, fue su mejor amiga durante mucho tiempo y que por ello, le tiene mucho cariño. Sólo puedo pensar ahora en una cosa: ¡Oh, por favor, Abiatti! ¡No seas tan tonto! Pero bueno... Allá va él y su amor imposible, Made in Nunca Jamás.
Llegó la tarde, hora del matrimonio en el Templo, sin embargo, las cosas están muy curiosas con Cemanol y su esposa Polly, ya que él tiene algo planeado para el bromista telefónico.
—¡Nadie me engaña! Si recibo esa llamada tan sexógena y sialogoga, quien lo haga la pasará muy mal. He estado aprendiendo un largo y muy extenso repertorio de insultos en 5 idiomas diferentes, me la van a pelar. —Advirtió Cemanol sosteniendo una hoja de cuaderno de raya con sus apuntes.
—Pero, amor, esa es una estupidez. Con todo respeto, tu hermano y tu primo están hechos unos chihuahuas coléricos. No pueden tomarse esto tan en serio. —Tranquilizó Polly a Cema.
—Calma, puchunguita. Tomarnos en serio las cosas es para lo que estamos hechos.
—Bueno, sólo te recuerdo que tienes esposa y tres hijos hermosos. No vayas a cometer una locura.
—Te digo que te calmes. Nada malo pasará. —Afirmó Cemanol. En eso, sonó el teléfono de su casa. —¡Oh, el teléfono! —brincó Cema para descolgar el alámbrico. —¿Hola?
—...sé que es muy tarde para esto, pero, me gusta el sexo...
—¡Tamadā! (Algo así como "Chinga tu madre" pero en Mandarín) —Interrumpió Cema.
—Más respeto, por favor, sólo soy una pobre jovencita.
—¿Pides respeto buscando follar por teléfono? ¡No me jodas!
—Lo siento mucho, Señor Kazmo.
—¿Qué? ¡Te sabes mi nombre! —Su cara de impacto, más allá de ser graciosa, denotaba un enorme grado de confusión. —¿Por qué sabes mi nombre? ¡Dígamelo! —Le colgó la llamada— ¡Ah, maldita sea!
—Cálmate, César, por lo menos ya sabes que quienes hacen las llamadas saben muy bien a quién se las gastan.
—Hey, es cierto, se lo contaré a Gabo y a Abiatti. ¡Se van a quedar queriendo saber más!
—¿Y me dejarás aquí sola? Los chicos no están. Tal vez debas de quedarte aquí conmigo y mis manos mágicas.
—Luego, chiquita... —Tomó Cemanol su gabardina y un sombrero— Tengo cosas qué hacer. —Salió con prisa y azotó la puerta. Polly se quedó sola.
—Está bien, vete, pero el día que quieras que te haga un favorcito de esos que tanto te hacen ver estrellitas ¡me negaré rotundamente!
ESTÁS LEYENDO
Zwölfmex
Humor¿Te gustan los finales non sequitur? A nosotros tampoco. Prepárate para las divertidas, algo extrañas y a veces románticas aventuras de un cuarentón soltero al llegar, con sus primos y su hermana, a la capital de un país hasta ahora desconocido. Pas...