T4C18: Impío.

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          Tras una semana llena de fiestas, consumo hipercalórico y una que otra pizza entregada con algo de demora, Gabozaki y su hijo regresaron a los Estados Unidos, más que nada para llegar a tiempo a la asamblea general de la WWE que se celebraría en la sede de Los Angeles. Arribando ese sábado en la tarde, dio aviso a su primo Abiatti, a su hermano Cemanol, y a sus padres, Gaby y Román. Lo ocurrido con Makov no afectará su reputación, pues prácticamente no se sabe de eso en el ojo público. La parte de la historia que no se contó, es que Kolev intentó poner una demanda, aún sabiendo que no iba a proceder por su deteriorado estatus actual. Gabo también empezaba a sentirse con la agenda muy apretada, pues su breve respiro de las lonas se vería afectada por el evento Extreme Rules, y tendría dos partidos con el Mázklen Spórtif a la semana siguiente por fecha doble. Empezaba a cuestionarse si realmente podría con eso, o si tanto su físico como su tiempo no rendirían lo esperado. A decir verdad, el sentir ya era pesado. La había pasado muy bien en Nosé. Era un muy merecido descanso. Hacía falta quedarse un poco más pero Randy fue muy determinante. Gabo Jr, por su parte, también lucía un tanto intranquilo, puesto que acababa de ser inscrito a un nuevo colegio. No cabía duda de lo mucho que estaba de nervios, pues el siguiente lunes sería su primer día en una escuela gringa, en donde no tiene idea de qué es lo que se terminará por enfrentar. Son dos contra el mundo, su mundo. Mucha presión en muy poco tiempo. ¿Quién de ellos explotaría primero?

          Pyotr caminaba nervioso por los pasillos de su casa. Aquella noche en el antro fue muy reveladora para él. Sus amigos, Tzuckzenztek, Xao Ló y Laos Pígga le tuvieron mucha confianza, y ellos depositaron sus energías en el ruso para que todo saliera bien. La primera en aparecer fue su madre, quien realmente no estaba nada preparada para lo que iba a escuchar.

—Mamá... Buen día.
—¿Te pasa algo? Porque luces como cuando quieres orinar, apurado, sudoroso y bailarín.
—No, no. Es que... Digamos que tuve una especie de epifanía en la fiesta a la que me invitó Fender.
—Bien, entonces... Cuéntame. Se ve que quieres sacarlo de tu sistema.
—Oh, vaya que sí. Sentí mucho agrado el estar rodeado de hombres, alegres y capaces de todo. Bailando, cantando, contando babosadas, partes cruciales de su vida, experiencias sexuales. ¡Buff!Honestamente sentía que necesitaba eso. Conocí a tres tipos maravillosos de los que me convertí en amigui.
—¿Amigui? Eso suena gay. —comentó Bianka, asustada.
—Lo es.
—¿Entonces ahora convivirás con gays?
—Pues sí, es que... ¡Vaya! Jamás me había sentido tan liberado. Ellos me entendían. Ni siquiera creí que fueran eso hasta que Turtis, ex pareja de todos ellos, me dijo que le ayudara en algo. Hubo una confrontación y tuve qué ir a calmar a Turtis, pero de la nada me besó y... Sentí cositas que jamás había sentido.

La señora Maximov cambió su rostro, más que nada sorprendida, y a la vez, mortificada. Su rostro perdió algo de color y sus ojos lucían saltones, como un par de huevos duros.

—¿¡Qué tú qué!? ¡Besaste a un hombre! ¡Oh, por dios!
—Sí. Es eso. Fue maravilloso. De hecho fue mi primer beso. No sé cómo decírselo a mi padre.
—Pues. Honestamente no sé cómo se lo tome, pero yo, al menos, le digo adiós a la esperanza de ser abuela. Al fin y al cabo eres mi hijo. Así te tengo qué aceptar. Todo gay y eso.
—Me da miedo que se moleste o que se decepcione de mí. Así como seguramente lo estás.
—No lo estoy, solamente no seré abuela y ya.
—Claro que puedes serlo. Existe la adopción. Y si el problema es la consanguinidad, pues está la fecundación in vitro y la subrogación uterina.
—Bueno, tienes un punto. Entonces sí hay esperanza.
—Entonces... ¿Me apoyarías en decirle a mi padre?
—Dile tú, lo mejor que puedo hacer es darle pistas.
—¡No, no! Está bien. Yo le digo... Deséame suerte.
—Cuenta con eso, hijo.

Pyotr, tras la charla con su madre, se fue a su cuarto, e intentó llamar a Fender, pero este no le respondió, pues este se encontraba ocupado, en la casa de su padre, con varios de sus hermanos al rededor. De hecho, platicaba con su hermano Roger, y le extrañaba que este estuviera tan alegre.

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