T2C12: Anastasio

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Carlos había estado siendo acechado por un Abiatti centrado patológicamente en una búsqueda con el propósito de resolver prácticamente todas sus dudas con respecto a la mudanza de Hannibal al club. El señor Abiatti parece no percatarse que Hannibal está emparejada con Fréddem, pues cree que el casi veinteañero podría ser su hijo. Sin indagar más, Abiatti decidió prepararle un pastel a Hannibal como una cortesía de bienvenida. Mientras tanto, Carlos murmuraba molesto después de terminar una llamada con el susodicho. A parte, cada día de su vida personal estaba inmersa en un vaivén de emociones y sentimientos poco saludables. Layla Myánkareq, su esposa, una muy bella mujer, quien es apenas 5 años menor que él, es toda una carga, o al menos eso parece. Layla quedó mal tras una caída brutal en medio de una práctica de equitación. Las secuelas fueron Amnesia de corto plazo, Convulsiones muy frecuentes, dislexia, alucinaciones auditivas, acúfenos, y un leve estrabismo.

Aún así, y a pesar de lo antes dicho, es bastante inteligente y, aunque olvida muchas cosas de su día a día, aún puede ejercer la medicina veterinaria, junto con su colega Janpol, primo de Gabo y Cema. Ambos forman parte del gran equipo de médicos de la Clínica Veterinaria 5, perteneciente al ИНСА (INSA, Instituto Nacional de Salud Animal), división de Hospitales y Clínicas. Dicha clínica es la más grande del área metropolitana y una de las más grandes de Nosé, sólo por debajo de la Clínica Veterinaria 11 en Pixburgo y el Hospital de Medicina Veterinaria de la Universidad Internacional de la Península de Oryentir, en Oryentir.

Layla no está muy cuerda, y a veces se la pasa diciendo frases sin sentido. Es realmente difícil para Carlos que alguien con estos problemas sea parte de su cotidianidad.

—Querida... ¿Recogiste la correspondencia?
—Llegó ayer.
—Entonces sí.
—No, ahí la dejé.
—¿Por qué no la tomaste? He estado esperando el recibo del teléfono.
—Me gusta cómo se ve allí, me recuerda mucho a nuestra boda.
—Cariño, no tuvimos boda. Nos casamos al civil.
—¡Llevabas un atuendo espectacular! Te lo confeccionó el mismísimo Jean Philippe¹.
—Ahá.
—Recuerdo que le tiraste el ponche a una señora antes de dar el gritó de Año Nuevo. ¡Buenos tiempos!
—¿Ni te acuerdas de cuando te caíste a fuera de la casa de tu mamá?
—¡Eso no pasó! Mamá es muy comprensiva. De hecho el ponche de anoche estuvo delicioso.
—Ayer no bebimos ponche, amor. Fue atole de plátano.
—¡Tú dirás lo que quieras, pero el moho de la alfombra es Anastasio!

El pobre hombre está desesperado y probablemente esté considerando pedirle el divorcio. No obstante, siempre que desea hablar de eso, Layla le desvía el tema... Involuntariamente, por lo que lleva 2 años resignado. Claramente no es feliz y es por eso que también decidió ir a terapia con Žepherinyo, llegando en poco tiempo a la clínica mental donde suele atender, no sin antes haber apartado una cita.

A Layla le tocaba descansar ese día, por lo que se quedó en casa e invitó a unas amigas a una reunión, con botanas y algo de bebidas. Mientras el señor Costa no estaba, armó una especie de reventón con música de post punk local. Entre sus amigas estaban 5 colegas del trabajo, Iris y su hermana Amir, Kyatlina, su mejor amiga y madrina de su boda, llamada Zenit Ram, y un par de conocidas de esta última. A pesar de lo grandioso que pudiera resultar, parecía más una peda banquetera². Las mujeres presentes tocaron temas bastante banales, pudendos, o simplemente vacíos. Layla no se sentía muy cómoda, pero al ver que una de sus amigas desenfundó un Stolichnaya, miró la botella con gran detenimiento. Al primer trago que le sirvieron, la señora de Carlos empezó a beber desmesuradamente.

Mientras esto sucedía, Carlos esperaba su turno, no impaciente pero sí algo fuera de sí. Se escuchó la puerta rechinar y salió Amer, con una especie de sonrisa genuina pero no muy marcada. Žepherinyo sólo dijo en voz fuerte "Siguiente".

Carlos se presentó pero, su concepto de "Ayuda psiquiátrica" está algo... Mal.

—Bueno, señor Costa, cuénteme... ¿Qué sucede con usted?
—Mi esposa es una carga. Realmente ya no la soporto. Pero siempre es lo mismo cuando quiero pedirle el divorcio. Me desvía del tema o no dice nada. ¡No la entiendo! ¿Qué es lo que tengo doctor?
—A ver. Vaya más despacio. No soy un telépata, tampoco un tipo que a las tres palabras ya le tiene una solución. Los profesionales de la salud mental no somos quienes anden arreglando la vida a quien sea. Somos apoyo, somos ayuda.
—Señor, perdone. Es que...

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