T1C13: Lujos sin tapujos.

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          Era ya un nuevo día, liderado por un Sol brillante, azotando las ventanas del lado sur, y Nara yacía sola, en su cama, tocándose con mucha ligereza, aumentando la intensidad poco a poco, recordando cada centímetro que recorrió —ilegalmente— y cada segundo de diversión y disfrute absoluto con el otrora indefenso cuerpo de Abiatti, cosa que, por cierto, no pudo hacer cuando fueron novios en el lejano 2012, no por la edad, sino por la distancia, pues Nara solía vivir en el estado mexicano de Tamaulipas, al norte, y Abiatti en Jalisco, en el Occidente.

Cerca, muy cerca de llegar a un muy húmedo multi orgasmo, la puerta sonó con mucha violencia. Un acelerado "¡Señorita Aquino, es la policía municipal!" se oía en la puerta. Nara se vistió de inmediato y abrió dicha puerta. Mientras Padresanto le ponía las esposas y le leía sus derechos, ella estaba impactada y muy confundida. No dejaba de preguntarse ¿Cómo descubrieron su ADN en el cuerpo de Abiatti? Nada de lo que Nara planeó podía fallar. Le lavó la boca, ¡Muy bien! Le lavó el pene por fuera, ¡Mejor! Pero... la larga y estrecha uretra del señor Abiatti debió ser tomada en cuenta. En ella se almacena orina, fluido seminal y prostático, espermatozoides, algo de células muertas, residuos propios de la micción, e inclusive fluido vaginal o excremento (para los que les encanta dar por el Anastasio sin lavado y sin protección).

          Abiatti pasaba un rato agradable con sus amigos, Noé y Vanya, este último ya en su reciente faceta de "fantasma". De un momento a otro, Abiatti, con basta confianza, decidió hablar sobre lo que le había ocurrido justo la noche anterior.

—... Sí, esta misma tarde iré a interponer la demanda. —Dijo Abiatti, sosteniendo los hombros de los chicos mientras ellos yacían sentados.
—¡Maldita! Sabía que tramaba algo. —Reclamó Noé.
—Cielos, pude darme cuenta pero tuve qué hacer algo por encontrar a una tía mía. —Comentó Vanya, quien se culpaba un poco.
—No se preocupen, chicos. No siempre nos podremos ayudar los unos a los otros. —Calmó Abiatti a sus compas.
—Pues de no saberlo, a saberlo y no hacer nada, claro está que "ahí se ve"¹. —Habló Noé, estaba desconcertado.
—Claro. —Apoyó Abiatti.
—¿Podríamos acompañarte? —Preguntó Vanya a Abiatti.
—No es necesario... —Respondió Abiatti— pero puedo mantenerlos al tanto de cada avance.
—Me parece bien, sirve que no se me va lo de la semana en el bus. —Dijo Noé mientras se tocaba rápidamente los bolsillos.
—¿Aún no consiguen un auto? —Interrogó Abiatti.
—Vanya no podría manejar, la gente creería que el auto se va manejando sólo y yo sufro episodios de histeria al volante.
—Sí, Abiatti. Cuando aún estábamos en México, Noé estuvo cerca de pasarse un tope, y ¡Cielos! ¡Empezó a gritar como niña!
—Oye, no fue tan así, Vanya.
—¡Ah qué caray! Pero si eres visible, Vanya, y eres táctilmente identificable. Invéntate una mejor excusa.
—No sé manejar. —Dijo Vanya.
—Me parece lógico. —Apoyó Abiatti.
—¡Oh, lo es! —Vanya intentó convencer a Abiatti.
—Puedo llevarlos a una agencia. ¿Qué marcas les gustan más?
—VUHL, Lamborghini, Mastretta, Mercedes Benz, Bugatti... —Contaba Vanya.
—No tenemos suficiente dinero para un Bugatti, Vanya, de hecho también quería un auto como ese. —Confesó Noé.
—Es para un vehículo de uso cotidiano, no uno de colección —Dijo Vanya.
—Pues estaría bien vergas un Veyron de uso cotidiano —Añadió Noé.
—Los llevaré a Ñókzem. ¡Es más! Yo puedo obtener el vehículo, así no tendrán qué gastar nada. —Abiatti deseó apoyar a sus amigos.
—¿Ñókzem? ¿Es una marca local? —Dudó Noé.
—Sí, es como el extinto Geo, fabrica puros modelos ya existentes en su versión más económica. —Explicó Abiatti.
—¡Es la pinche primera vez, Vanya, que veo a Abiatti adolorido del codo!

Ante la ocasión en que Abiatti quiere apoyar con un producto de dudosa eficiencia, Noé está muy sorprendido.

—¿Esperan que yo les compre un auto carísimo?

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