T4C1: Imaginantes.

1 0 0
                                    

          Mañana calurosa en Colima, a pesar de estar rodeada la colonia de puro bosque. Había mucha nostalgia, regocijándose ventajosa en el pecho de Gabozaki. El recuerdo del abuelo Rick era intenso, y su cuerpo aún batallaba contra los desmanes que salieron como bestias tras el insólito alivio ejercido por las fuerzas extremas de Jarkarian a razón de su Carcinoma Epidermoide Pulmonar. Lo malo aquí es que, según lo estipulado por Papvoloutróbulous A, no es una cura vitalicia. El carcinoma puede volver, no necesariamente el mismo, pero sí que puede ocurrir nuevamente una invasión letal, que sea tan agresiva como un chihuahua rabioso y tan imparable como los bateos de Canseco. Pero recordar a Rick Pourway, facilitador de aquella última vacación en la casa ubicada en el desarrollo Terraplena, en el lejano 2013, puso muy sentimental a Gabo. De todos los nietos del abuelo Pourway, el hermano menor de Kazmo era el más allegado, el más cercano. Tras las dificultades suscitadas entre Román y Gaby, sus padres, desde muy pequeño, Gabo fue criado por sus abuelos. Por lo tanto, le tocó tener una gran infancia, al lado de sus primos Abiatti y Yeret. La relación entre ellos era sin duda muy estrecha, y con el abuelo Rick, la relación era comparable con la de un padre y su hijo. Abiatti no pudo evitar darse cuenta de que su primo se miraba triste, por lo que se acercó a él para tratar de consolarlo.

—Me siento igual, no creas. —puso su mano Abiatti, sobre la escápula de su primo, quien estaba recargado en la valla del balcón del duplex.
—Vayamos al súper y luego a la playa. Se me antojaron unos ostiones.
—A ti no te gustaban los ostiones.
—Las cosas cambian. Necesito proteína para volver a formar mi musculatura... Y quiero distraerme un poco. Extraño mucho al abuelo.

En segundos, y cargados de cosas, prepararon el auto para salir a carretera. El sol era intenso, y el calor muy sofocante. Acabaron el agua que llevaban consigo y tuvieron qué conseguir más.

—¡Maldito calentamiento global! Ahorita deberíamos estar muriéndonos de frío.
—Es la costa, Abiatti. No esperes mucho.

Instalaron su gran sombrilla, cerca de unos baños públicos y una gran palapa. La arena lucía clara, y los pequeños malacostráceos la usaban como choza. Tanto Gabo como Abiatti, yacían enteramente invadidos por los más dulces recuerdos. Abrazados por el agua del imponente Océano Pacifico, nadaban hacia lo más profundo que permitiesen sus conocimientos en natación, apneísmo y talasología. Los pecesillos rozaban sus piernas, como las algas y la espumosa sal. Se aprestaron a nadar hasta la termoclina, pero el mar picado les advertía con grandes olas que mejor nadaran hasta la última bolla. El mar de Manzanillo suele ser tranquilo, por lo que ambos estaban, en realidad, muy extrañados, por la agresividad con que rompían las olas.

Duraron en el agua hasta que sus pieles quedarán tan arrugadas como enrojecidas, aludiendo al bermejo atardecer que se dejaba vislumbrar entre el horizonte. Antes de tomar la decisión de salirse, Gabo miró su reflejo en el agua, y no era él como es actualmente, sino que, muy en cambio, era su rechoncho rostro de cuando tenía 14 años. Abiatti salió por un momento para beber algo de Dr. Pepper. A lo lejos miró a su primo, mirando al agua con detenimiento, como si sus ideas estuviesen flotando a la par que el zooplancton —y los microplásticos—.

El día llegaba a su fin, y los primos se dirigían de nuevo a la planta alta del duplex. Tras cenar pan con leche chocolatada, encender como 5 ventiladores, y hacer los catres, se dispusieron a dormir. Abiatti se movía mucho, pues es realmente incómodo dormir en un catre viejo y rechinador. Hacía más ruido que una pareja de recién casados en su luna de miel. Gabo pudo conciliar el sueño, y esto sin problemas. Su fase REM apareció espontáneamente, hasta lo envidio. En su mente, un sueño se presentaba como una cinta vieja, aludiendo a recuerdos de su niñez y adolescencia. Se reproducía una mezcla entre un sueño nuevo y un recuerdo casi borroso, en el que chapoteaba alegre en una pequeña alberca inflable, seguramente, a la edad de 3 años. Luego, se imaginaba flotando en un salvavidas rosado, como cuando lo llevaron a un balneario en Ajijic, por allá de los 8 años. Finalmente, se soñaba ya de 13, casi 14, internándose en el mar cálido y pacífico de Manzanillo, con su abuelo esperándolo en la orilla, y su primo Abiatti, tan lejos, dentro del océano, como acostumbra. Sin embargo, y con una repentinidad rotunda, estaba no más él. Solitario. El agua se calmó por completo, como si no estuviese en el mar, sino en una pileta, o incluso un vaso de agua. Miró hacia abajo y se miraba a sí mismo, pero como es actualmente. Su reflejo se diluía con las ondas en la superficie, y se convertía en su ex-esposa, Angéllika. Ella lloraba arrepentida. Tras diluirse también, apareció el reflejo de su abuela materna, Lore Kaztel de Pourway, con los brazos extendidos, sintiendo estos rodeando su torso, con todo el amor que siempre le hizo sentir, y que le regaló incondicionalmente. Al final, apareció en el reflejo su abuelo materno, Rick Pourway, repitiendo unas palabras que jamás olvidó cuando este las pronunció, estando serio, como siempre.

ZwölfmexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora