T2C16: El Pendrive

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Hannibal reflexionaba el hecho de que su ex, Abiatti, haya estado constantemente cerca de ella. Posiblemente sabe qué pasa en su cabeza y está dispuesta a evitar cualquier contacto fuera de lugar, puesto que, al fin, su estancia en el club no correría peligro de ninguna manera. Había qué mantenerse con la mente despejada, pues llegó el día en que tanto ella como su pareja Fréddem, se someterían a una intervención quirúrgica muy importante. Se encuentran en la sala de espera del hospital privado Yaroslav Kráterix, ansiosos, pero firmes. Fréddem sería el primero en ser intervenido, y después ella.

En el marco de un día fresco, muchas nubes y ventiscas tímidas, Nara y Noé caminaban como un bello par de noviecitos. Tan inocentes (salvo por Nara) y primerizos (salvo por Nara). Ah, y vírgenes (Salvo por Nara). La confianza entre ambos era insólita, sin duda se les veía bien juntos, pero tanto Kganeesha como Ktarkĭĭ se sentían realmente confundidos, y hasta decepcionados por la forma en que se dieron las cosas.

—Lo siento Kganeesha, será muy tu amiga, pero ya de plano, no puedo entenderla.
—¿A caso dije que yo también? ¡Su formas de ver todos es una mierdas!
—Está totalmente loca. Ni siquiera está tomando en cuenta nuestros consejos.

Fer y Arelly también los miraban, desde lo lejos.

—Esa puta loca casi me parte la madre por él (Abiatti), como para que acabe yéndose con el pobre tonto que es Noé. Me da pendiente que lo vaya a lastimar, él es todo un corazón de oro, y su fragilidad es mayor que la del viento.
—En cuánto la vi entrar a mi casa supe que no iba a salir nada bien. Nadie me avisó que entraría a mi casa ¿A caso se les olvidó a todos que ella estaba decidida a partirme la cara hace tiempo? Me tuve qué aguantar el coraje. Y sí, tienes razón. Noé es demasiado blando para alguien tan desdichada.

Abiatti, quien también vio a Nara y Noé a lo lejos, sólo se limitó a festejar.

—¡¡SOY LIBRE, HIJOS DE PERRA!!

Mientras esto ocurría, Prádylai decidía visitar a Kyatlina, tras unos días de no poder verse. Había habido unos avances sumamente discretos pero que mantenían con una gran emoción a la chica de 38 años. Titubeaba un poco antes de hacer sonar el timbre. Revisaba constantemente si no estaba despeinada, si contaba con inoportunas lagañas, con saliva seca en los queilos labiales, sudor y sebo, ropa bien acomodada y limpia, y que no se le vaya a trepar algún artrópodo. Su última visita progresó bien, y llegaba la hora de verse de nuevo y tener una plática amena y entretenida.

Al abrir la puerta, se encontró con una mujer preciosa, todo un portento, de esas chicas que los héteros misóginos dicen "¡Qué desperdicio!, ¿Por qué tenía qué ser lesbiana?". La verdad es que se esforzó mucho para embellecerse única y exclusivamente para ella. Sus labios eran un fénix y su cabellera era un río Nilo en sus etapas más embrionarias. Su escote era pronunciado y su conjunto tenía una apertura que dejaba ver toda su espalda. Prádylai presentaba una sutil lubricación, que de no ser por sus nervios, sería una auténtica laguna vulvar. Lo más increíble del caso radica en la vestimenta usual de Kyatlina, la cuál dista de ser muy cubierta. Algo así como Daria Morgendorfer pero sin enseñar las rodillas. Al trabajar en el campo de la química, de vez en cuando se le ve con sus gafas contra corrosivos. Ya era una mujer preciosa pero hoy se lució. Prádylai, babeando por donde mea, trató de romper el hielo tras un minuto de sabrosearla, como una BigMac a manos de un obeso.

—A... A... ¿A dónde vas a ir?
—Contigo... Prádylai.
—¡Oh! Es... Es cierto.

Prádylai no se arregló mucho, por lo que ahora se sentía muy dispareja. Trató de pensar en qué hacer para verse semejantes. Entonces, se hizo un delineado rápido y descubrió sus brazos usando su chaqueta de cuero negro como un accesorio y no como abrigo. Aún así, a Kyat no le importaba mucho el cómo se veía, es obvio que Prádylai le encanta, vista algo elegante o no.

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