T4C17: Repartiendo Vergazos.

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          El conformismo es una toxina con un alto poderío que se propaga de una manera cínica, pero, a pesar de todo, sutil. El hombre común se doblega ante una enfermedad tan oportunista como lo es esta, sin siquiera darse cuenta que, precisamente, ha dejado doblegarse, y es que todos nos imaginamos una vida llena de control sin saber que, quienes han sido altamente controlados, somos nosotros mismos, por gente que está en la cima, hablando de poder, deslindada de lo que ocurra en este plano riesgoso como lo es el de los que estamos abajo, desnudos, carentes, pero muy renuentes. Hemos caído en el conformismo de muchas maneras, y una de las más usuales radica en que nos hemos estado preparando para simplemente buscar un éxito sin mucho esfuerzo, sin méritos. Ya cuando tenemos dicho mérito, muchos nos quedamos con lo primero que nos caiga, a tal grado, que nos vemos muy convencidos, con una ilusión de realización que permea en nuestras mentes y socava nuestra concepción de lo que es el éxito en sí, creyendo de la manera más inocente, que estamos realizados. Cada día es más difícil obtener casa propia, un trabajo bien remunerado —que no implique matar o joder a los demás— y hasta familia y amigos que no tengan una visión netamente materialista. Los medios de comunicación siguen vendiéndonos lo que siempre se ha venido interpretando como una vida plena y cómoda, y, a fin de cuentas, la gran mayoría de la gente sigue buscando este estilo de vida porque así se sigue enseñando, que es como creen que debe de ser. Vemos esto a menudo en la propia casa, en la escuela, en los comercios. Hasta esta misma obra sirve como ejemplo de las idealizaciones guajiras y fumadas de lo que es la vida ideal. Nos conformamos con lo que ganamos pero sabemos que queremos más. Nos conformamos con lo que tenemos aún sabiendo que queremos poseer más. La mayor parte de las ideas de vida plena fueron impuestas por la globalización engringada o eurocentrista, y sus propuestas capitalistas de dominar el entorno. La concepción occidental del éxito es escabrosa, pero las demás culturas y sus concepciones —puede que no todas— siguen basadas en un cierto estereotipo banal de lo que es la riqueza y, como lo es siempre, sólo unos cuantos la alcanzan de verdad, y hasta sin ese esfuerzo que todos los demás ponemos día con día, para seguir añorando cosas que puede que jamás lleguen. Así es esto.

          Pyotr Gramyov conversaba con Abiatti, en el restaurant del club. Al parecer, no logró convertirse en el patrón del gran canal CDC, pero sí logró obtener un puesto importante. Abiatti sentía que Pyotr había caído en ese lío conformista, pero respeta su decisión de seguir por separado.

—Entonces, Kalinko... ¿Ya no eres el ayudante de nadie?
—¡De nadie! Soy mi propio jefe. Yo administro mis propios recursos. Es genial. Definitivamente tengo mucho qué agradecerle a Alan.
—Me imagino. ¿Qué pasó siempre con Fender?
—Es el nuevo vocero del también nuevo patrón.
—¿Ah shí?
—Sí. Lo es.
—¿Y quién es ese nuevo patrón?
—No lo sé. No me ha tocado conocerlo. Dicen que es medio pesado.
—¿Y qué tal la paga?
—Oh. Aún no me dijeron nada de nada. La firma del contrato es hasta mañana. Pero según eso, la paga no es mala.
—¿Al menos te pagarán?
—Claro. Ni que CDC fuera los Tiburones de Veracruz en el 2019¹.
—No lo sé, Pyotr. Eso siempre se debe tratar en la entrevista de trabajo.
—No me hicieron ninguna entrevista.
—¿O sea que entraste por default? El compadrazgo está muy mal visto.
—Alan me contó que te ofreció personalmente su puesto.
—¿Ah shí?
—¡Ahora sí hablemos de compadrazgo!
—Ni que hubiera aceptado.

Al restaurante, llegaba Kat Cassidy, quien rodeó al ruso y se sentó al lado de su nueva pareja.

—¡Hola, cariño! —Kat besó a Pourway.
—¡Amor! ¿Ya conoces a Pyotr? —presentó Abiatti. —Él fue mi vocero hace tiempo.
—Mucho gusto, señor Gramyov. —Kat estrechó su mano con Pyotr. —Sólo lo había visto de reojo. Jamás había tenido el placer.
—Ah, sí. El gusto es mío. —respondió Pyotr, desagradado.

El señor Gramyov no platicó mucho después de eso. Se sintió desplazado. Kat y Abiatti se miraban tan bien que incomodaron al kalinko, quien mejor optó por retirarse, no sin antes despedirse, pero sólo de Abiatti.

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