T4C12: Vale Verga la Vida.

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          Viernes por la tarde. Hubo consejo técnico, por lo que las clases se suspendieron para los de primaria. En secundaria ya no aplica. El clima era muy volátil, como si el cielo no hallase qué prendas vestir. Los niños jugaban en los parques locales, tomaban helado, raspados, agua fresca o nachos. Los adolescentes pasaban el día con sus amigos, sus parejas o en sus alcobas mirando la televisión, una serie, gameplays, datos curiosos o lo que sea, uno que otro jugando videojuegos, juegos de mesa, platicando, dedicándose a sus hobbies, o solo paseando por allí. Xu Wang Pourway solamente se resignó a mirar a la muchedumbre de infantes jugando en el parque o en la calle, desde el ventanal del salón de clase, situado en el tercer piso. También empezaba a preocuparse por muchas y muy variadas cosas. El chico se dio cuenta que había estado gastando a lo baboso, y le quedaba muy poco dinero en sus cuentas bancarias. Sería grosero y muy desconsiderado referirnos a su creciente pauperria como un estrago innegable de su estado actual como el muy joven padre de un pequeño bebé, pero es que, no es eso, de verdad se la pasó despilfarrando en absolutas huevadas: Una membresía en el Costco, una mesa de pinball, una casa en la playa que ni ha usado porque es muy tonto y cobarde como para viajar solo, un torno de madera, una caja de copas menstruales, 2 chicles de broma y un caro juego de teteras chinas de la dinastía Qing. Por supuesto que no tenía planeado deshacerse de nada. Su hermana, Feng Li, le comentó que muy posiblemente, el foro sede de CDC en Cawerpearlt cierre operaciones. Necesitan buscar otra televisora y otros representantes lo más pronto que se pudiese. A diferencia del menso de su hermano, Feng Li aún posee buenos bienes, y ha sabido administrarse de manera eficiente, pero el estatus financiero de su hermano empeora con el pasar de las horas. Se sentaron a platicar sobre esa problemática, para tomar en cuenta múltiples opciones y elegir aquella que mejor le conviniese.

— ...Pues, es un buen lugar, pero su enfoque es más serio. Somos un híbrido inusual entre actores de método y comediantes.
—De hecho sí...
—¿Sabes algo? Esto no tiene nada qué ver con lo de conseguir jale, pero... ¡Carajo! Pasa que, desde que se fue Gabo Jr, ya no he sabido controlar mis gastos. Mucho menos porque incurrí de nuevo en gastarle bromas a la gente. Y eso que inicié sin César Jr. Siento que todo me está superando. Al menos, Gabo Jr. me ayudaba a tantear cada uti que salía de mi billetera, y, sin él, pues no me mido.
—Tienes suerte de que el señor Kjwerba es adinerado, sino ¿Qué habrías hecho entonces?
—Lo sé, hermana. Tengo un memechito a quién darle lo más verga de mi. Debo de cambiar mis hábitos y cuidar mis gastos.
—¡Llevas diciendo eso desde que papá nos aventó al barco... ! Excepto por lo de los gastos... Ni siquiera sabíamos qué era el dinero.

La primera clase era Geología, con Randy Marsh. Este... No se crean. Era con el profesor Dódurikh Sartoru. Las horas se sentían como lustros y el Sol tocaba ardiente los vitrales de la escuela. El aire acondicionado hacía lo suyo, pero no faltaba el loco que salía para tomar su dosis diaria de melanoma cutáneo.

          El Doctor Fréinztek Kúrztens dormitaba en su celda. Tenía la pared repleta de apuntes de química orgánica, planos de prototipos que se le ocurrieron en sus momentos de aburrimiento, y la tabla periódica de los elementos grabada con un cortauñas, pues le confiscaron sus lapiceros, lápices, rotuladores, y también un cincel que le prestó un loco necrófilo de la celda de enfrente. Aún preso, no dejó de trabajar. Aún parecía querer esforzarse en eso que tanto le apasiona, y es que su mente no se apaga así no más. Al tener esa alma tan guerrera, ni las más terribles injusticias adormecerán sus anhelos. Tras finalmente despertarse, prosiguió con un proyecto de mejora al buen JORGE, en el que le instalaría una impresora 3D, y la primera impresión que haría sería una carta declaratoria de amor para su compañera, Vanessa Trasero. No obstante, el gran cerebro de Kúrztens fue frenado en seco, pues un guardia lo llamó desde fuera de su celda.

—¡Doctor Kúrztens! ¡Tiene una llamada!

Al caminar hacia la zona de visitas, en los teléfonos públicos, se dio cuenta de que estaba completamente solo. Normalmente está repleto, pero no le tomó importancia a la insaciedad del sitio. Tan sólo se dignó a contestar la llamada.

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