T4C8: AntiNaránx.

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Abiatti viajaba en un taxi, recibiendo el aire en el rostro, haciendo de su cabello verde una maraña sinuosa, efusiva, y con olor a Folicuré Limpieza Profunda —No es comercial—. Con su mentón recargado en su puño, cuyo brazo era sostenido por la base de la ventana de la unidad, yacía recordando el gran viaje que tuvo por la extensión del país de las matryoshkas. Un tour osado, bastante precoz y forzado. Recordaba las personas que conoció y más que nada, pensando en Borisnoy, o más bien, en Vladimir Gramyov. ¡Qué diablos iba a decirle a Pyotr! Abiatti se quedó con que su ex vocero no quiere verle ni en pintura, y no querría perturbar su paz, al menos no de una manera tan insana y shockeante como esa. Había algo de temor y de incertidumbre reflejándose en su lenguaje gesticular. Muy a parte de lo que concierne a su ex vocero, también pensaba en que, la familia de cuidadores en donde dejó a Cucho es también el seno familiar de Yolland, con quien tiene el inusual problema que casi lo lleva a la penitenciaria. Le preocupaba que la pequeña mujer le hiciera algo a su pequeñín, pero parece que la obsesión de Yolland era tal que prefirió darle los mejores cuidados especiales al ya viejo perro de su enamorado. La chiquilla volvió a retomar terapia con Žepherinyo y, al parecer, el progreso es bueno, pero como quiera, ni de juego puede sacar al peliverde de su psique. Tal vez no le quede de otra más que dejarse llevar por el tiempo y la edad hasta tener la mayoría, 18 años, y entonces sí, arrimársele para buscar enamorarlo. De todos modos, la diferencia de edades aún sería algo debatible y que envolvería a Pourway en sumas polémicas, porque claro, para el amor no hay edad, pero esa frase es tan ambigua que protege pedófilos, efebófilos y gerontofílicos.

          Al bajar Abiatti del taxi, darle su propina al conductor, y subir las escaleras hacia dentro del club, un tipo de complexión promedio se acercó a su persona, haciéndolo tropezar y, sacando un arma de fuego, una 9mm, de los bolsillos de su chamarra, le perpetró 7 disparos, casi a quemarropa y sin mediar un sólo fonema. El tipo corrió hacia donde su cómplice, y huyeron en una motocicleta sin placas de la marca Itálika hacia rumbo desconocido, mientras que el cuerpo de Abiatti quedó desangrándose entre las escaleras y la explanada. Antes de entrar en shock hipovolémico, Abiatti recordaba justo el instante en el que articuló la frase "Tal vez ya no los necesite", dirigida a sus ahora ex-guardaespaldas. Vaya tonto. Kat Cassidy pasaba por el lugar y sin pensarlo llamó a una ambulancia. Antes de colapsar, el señor de la gorra tricolor, con un auténtico temblor fino y de incredulidad, tentaba sus heridas con horror. 3 en tórax, 3 en abdomen, y la última en su pierna izquierda. Lo último que pudo mirar fue a Kat, acercándose a él, muy preocupada, aflojando su ropaje y sacando sus pertenencias para cuidarlas. En el intento por hacerlo con una sola mano, pues tenía el teléfono en la otra, la mujer, tiritante, terminó cubierta de esa sangre que ha sido derramada ya casi por completo, pues pareciera que el disparo en la pierna penetró la arteria femoral. Los servicios de emergencia llegaron casi de inmediato. Los peritos tomaban registros balísticos y los fiscales abrían la carpeta de investigación. Todos los que, asustados, observaban desde sus ventanas, sólo miraban atónitos el cómo trepaban al magnate en la ambulancia, que se dirigió cuanto antes al hospital general Uzhnar Kanuzhov. La señorita Cassidy veía a la unidad irse, pero Nara salió del edificio, notoriamente consternada.

—¡No te mueras, amor mío! ¡Más te vale que estés bien!

Al oír lo vociferado por la mujer de aspecto evangélico, Kat asumió que Nara es pareja del peliverde, por lo que sintió que la ayuda que con gusto brindó a Pourway, muy posiblemente, no tenía afluente, creyó que iba a ningún lado, así que simplemente se devolvió a su apartamento, con su primo-hermano Kenny.

—¡Saliste echa rayo! ¿Qué pasó allá abajo? ¡Me preocupé! —dijo Kenny tras abrirle la puerta.
—Nada, Kenny. No pasó nada. —exclamó Kat, aventándose al sofá y cruzándose de brazos.

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