T4C21: El Señor Abiatti No Está Tan Bueno Después de Todo.

4 0 0
                                    

          Pyotr Gramyov, antes de acostarse a dormir, redactaba una especie de prosa que se le ocurrió repentinamente, mientras tomaba una larga y relajante ducha. Tras un bloqueo creativo de casi una década, el ruso decidió tomar de nuevo la libreta y el stylo. Al principio, escribía: "Insensatez aberrante que inquisida los términos de paz tratados entre los mortales, atenuando la cordialidad, mitigando la sapiencia, azorando el ápice agudo de la congruencia laxa... ". No obstante, se detuvo. Rayoneó la hoja y cambió de página. Se detuvo a pensar detenidamente en qué podría inspirarlo para redactar algo que se aproxime a la verdadera literatura. Pensó en sus padres, en sus amigos, en su trabajo. Nada. Pensó en su infancia, en sus viejos compañeros de la escuela, en su comida preferida. Aún nada. Pensó en sus trabajos anteriores, los lugares donde ha vivido, sus peores experiencias. ¡Eureka! Pyotr tenía una idea. Tristemente para él, sonó su teléfono móvil. Era Alan Tarim.

—Señor Gramyov. La junta es a las 8 de la mañana. ¿Te veré allí?
—¡Ah, claro! Descuida.
—Necesito que vistas formalmente, pues tendremos visita. No te desveles, por favor, que también te necesitamos muy atento.
—Cuente con eso, Tarim.
—¡Ya está! ¡Gracias!

Pyotr arrojó su celular al piso, evidentemente frustrado y ansioso. Mejor apagó su lámpara y se dispuso a dormir, para que, en la mañana, se presentase en la junta, donde, sin quererlo así, cruzaría miradas con un tipo a quien observó atentamente. Un hombre fornido, piel morena, pelos cortos, entre rojizo y rubio, bien peinado, de rostro chupado por las múltiples intervenciones del bisturí y las inyecciones de toxina botulínica, de voz medianamente aguda, suave y que poseía un gran paquete abultado entre las piernas. El señor Gramyov se miraba claramente intimidado por el físico del visitante, pero no para mal. A pesar de no hablarle, se sentó a un lado de él, durante toda la reunión.

          Méristak se encontraba dialogando con Fréinztek. La operación de Metanov había salido bien y sus enfermeros le actualizaban al respecto día con día. En resumen, el hombre sigue igual, estable, sin ningún problema. No es veraz determinar que la operación fue un éxito, pero quieren seguirse engañando con que así fue.

—El páncreas funciona bien. Sólo ocurrió algo que ya esperábamos. El remanente funcional va conforme a lo planeado. El cuerpo de Kártam no rechazó el nuevo páncreas pero sigue sin secretar insulina. Posiblemente así continúe.
—¿Entonces qué es esto? ¿Ganamos o perdimos?
—Aún habrá que estar al pendiente de su evolución.

Corriendo rápidamente, Cemanol llegó, aventando a todo aquel que se atravesase. Sudoroso y exhausto, el señor Cruz tenía una noticia qué darle tanto a Drix como a Kúrztens.

—¡El plan está a punto de valer madres, mis estimaos! —gritó Cema.
—¿Ah? ¿Cómo? —exclamó Fréinztek, azuzado.
—¡Abiatti extravió su tarjeta bancaria principal!
—¿Y? Ha de tener otras treinta. —aseguró Drix.
—¡Con el dinero de esa cuenta iba a darnos el adelanto!
—¡Oye, Calma! No hay problema. Nos esperaremos entonces al pago de contado.
—¿Sí? ¡Ah! ¡Qué alivio! ¿Cuándo será eso?
—En cuanto venda el auto. —completó Kúrztens.
—¡Oh, es cierto!
—¿Sabes si ya vendió el auto, Cema? —preguntó Drix.
—Eh, no creo. Ya me hubiera avisado. ¡Déjenme echarle un fonazo!

Abiatti tenía sexo duro y desenfrenado con su novia Kat. Justo antes de echar el veneno, fue interrumpido por la llamada de su primo.

—¡Abiatti!
—¿¡Qué cacas quieres!? ¡Estoy en plena acción! ¡Casi llegaba a la cima del monte donde está la llave que abre las puertas del placer!
—¿No se te está olvidando una cosa?
—¡Ya le compré su anillo a Kat y le propuse matrimonio!
—¡No! ¡No eso! Lo de la venta del auto.
—¡Estaré ocupado hoy! ¿No pueden esperar otro día?
—¡Ya pasaron 3 semanas desde la operación y no hemos visto un mísero Uti! ¡Más te vale que lo efectúes hoy! No necesitas tu tarjeta para eso. ¡Ya deberías de pagarnos el precio completo! Te lo dejo de tarea, huevón.
—¿Huevón?
—*colgó*
—¡Maldita sea! ¡Ahora no me podré venir!

ZwölfmexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora